El filósofo Noam Chomsky está muy claro del avance y poderío de EE.UU, pero le preocupa en la que andan sus paisanos, que gobiernan con los que hacen lobby a las corporaciones, la Derecha Israelita y a la industria militar.
Pensando en el pensar retorcido de la Derecha Madre, que es mamá de la Derechita cipaya latinoamericana, no queda más remedio que exclamar que esa Derecha imperial se mantiene al borde del precipicio, aunque Noham Chomsky maneje esa idea de que las corporaciones transnacionales son los dueños del 50% de este planeta y que su país continúe como el más poderosos del orbe, por su dominio tecnológico.
Aunque Noam Chomsky, lingüista, filósofo y analista de la realidad estadounidense está muy claro en lo que concierne al poderío de los Estados Unidos, que según él tiene un avance científico y tecnológico bárbaro, no es menos cierto que le preocupa en la que andan sus paisanos que gobiernan con sus paisanos que hacen lobby a las corporaciones, la Derecha Israelita y a la industria militar.
¿Quién puede dudar que Estados Unidos es un país poderoso militarmente? Eso no lo duda nadie, como tampoco podemos dudar del poder que tienen Rusia, China, Corea del Norte y otras conocidas naciones. Donde la duda se hace presente es en el ámbito moral, ese espíritu ético que se supone debe estar en todo el planeta tierra, pero que nunca logra ocupar su real espacio. Y es aquí donde entra a jugar Venezuela o a ejercer sus principios.
Geográficamente, los venezolanos viven en un país pequeño, pero es una gente que viene batallando desde que se aparecieron por aquí las naves de la corona española, para después gritar que nos descubrieron, aunque ese nunca fue su sentido de la vida. Quizá lo tuvo Colón el marino, pero los que vinieron con él en sus naves lo hicieron porque era la única oportunidad que tuvieron en sus vidas.
¡O morían en las mazmorras o se aventuraban!
Y al final lo que hicieron fue lanzarse en esa -para entonces- loca idea de ir a buscar nuevas rutas hacia otros mundos a través del océano, pero era mil veces preferible salir a respirar aire más puro que permanecer pudriéndose tras los barrotes.
Y esa gente se asombró con nuestra geografía paradisíaca, enterró las motivaciones y sentimientos que los llevaron tras las rejas y, al ver nuestras tierras, solo pensó en que la oportunidad que tenía para entonces solo se daba una sola vez en lo poco que les quedaba de vida a esos marinos, muchos de ellos improvisados. Y allí cambió todo, pues los gaznápiros retomaron la voracidad, los deseos de asesinar, la violencia y el pillaje que venía recorriendo a la vieja Europa y que antes los había conducido a vivir enjaulados.
Y esa fue la gente con la que se encontraron nuestros antecesores, personas libres, respetuosas del ser humano y del ambiente, pacíficos, llenos de amor, alegres, ingenuos, amantes de la vida y de la naturaleza y con una visión de la vida y espiritualidad muy distante de quienes se acercaron a nuestras tierras.
Y ese ADN de nuestros antecesores se mezcló con los blancos recién llegados y con los seres humanos de color negro traídos como esclavos a esta región. Y esa, hoy día, es la población mezclada y aguerrida que tenemos en Venezuela, unos ciudadanos capaces de soportar cualquier agresión, personas que no pierden el equilibrio, soñadores, creativos y que, como dijo el Libertador Simón Bolívar, pese a perder la mitad de sus habitantes en la guerra de independencia, la otra mitad está disponible para enfrentarse a cualquiera que intente vulnerar su dignidad e impedir que sean independientes, libres.