El impertinente Vadell

EL IMPERTINENTE VADELL

Esta madrugada, entre la oscura letanía de pretextos a la que no tienen sometidos con el oprobioso Plan de Administración de Carga, como única solución planteada por las luminarias que nos gobiernan ante el agobiante problema de la electricidad, nos llega el mensaje de la partida de nuestro apreciado hermano "el viejo" Manuel Vadell. Lo conocí hace más o menos veinte años, a través del desaparecido paisano y colega, el "gocho italiano" Bernardo Filiaggi y este a su vez, de ese viejo malhumorado tovareño que fue Domingo Alberto Rangel.

Triste y muy sentida la muerte de este amigo, con el cual participamos en privilegiadas veladas con una pléyade de intelectuales que en amenas y candentes tertulias realizadas en su santuario del sótano editorial de La Candelaria, entre paredes y laberintos de libros, entre historia y cuentos, entre anécdotas y ensayos no aprobados, entre lo culto y lo mundano, entre el averno y el empíreo, entre acuerdos fugaces y desacuerdos constantes, tuvimos el privilegio de haber compartido su impaciencia y haber disfrutado su presencia, cada vez que Caracas se cruzaba en mi quehacer. De igual manera, recordadas las noches de los martes entre los años 2006 y 2007 en las oficinas del IPASME, donde el asumía el rol de conductor y moderador de esas reuniones, aderezadas con café y una bolsa de maní y al final, reloj en mano y de manera autoritaria, finalizaba la conversación colocando tareas a los presentes, que deberían traer para el siguiente encuentro. Desfilaron por ahí, notables conversadores y nosotros éramos oyentes y participantes de excepción: los amigos "maracuchos" de Vadell. A través de el conocimos entre otros al profesor Giordanni y a los dos lo trajimos al Sur del Lago de Maracaibo para que pasearan y se sacudieran un poco de la Caracas agobiante. De esa época recordamos de manera anecdótica la vez en que Giordanni se comió unas arepas de carne asada con queso de manera escondida, para no ser victima de la guasa de Vadell que manifestaba lo frugal que era el exministro de economía para comer. Su presencia en la Feria Internacional del Libro de Venezuela era casi permanente, se movía como pez en el agua, era su medio donde el mejor se regodeaba. Fue uno de los impulsores y defensores de la Universidad Nacional Experimental Sur del Lago UNESUR, a la cual visitó en varias oportunidades dejando a su paso una camada de jóvenes que al oír sus ocurrentes intervenciones, veían en el al sempiterno líder estudiantil pero enfundado en un traje añejo. Era un camaleón que se amoldaba a la platea: campesinos, trabajadores, estudiantes, mujeres y chamos, prestaban atención a su verbo sencillo, cuando hablaba de cosas complicadas.

Nuestro punto de encuentro y desencuentro fue la irrupción del camarada Hugo Chávez, donde la izquierda desperdigada advirtió en el comandante un aparente nicho común y la oportunidad de llevar a cabo todo ese acumulado de supuestos tangibles y hasta los utópicos, para conformar una propuesta hacia lo mas parecido a un gobierno popular pero con un sustrato ideológico y una praxis reivindicadora sustentada en un modelo social, económico y político socialista. Lo expongo de esta manera sencilla, pero en general era la idea. A la corta y a la larga, esto no se dio y Vadell y otros tantos "viejos quisquillosos" generaron la necesaria crítica, no especulativa y farandulera, sino la del llamado de atención hacia un proceso que se distorsionaba a medida de que se iba desprendiendo de su génesis revolucionaria socialista y se iba vistiendo de paltó, corbata, charreteras y kepis y maletines ocultos. El camarada Comandante en diversas oportunidades y públicamente hacia reconocimiento de Vadell y nosotros conocíamos de las conversas entre él y Chávez sobre las preocupaciones de ambos en el devenir patrio y el rumbo que estaba tomando lo que originalmente se denominó el Proceso Bolivariano Revolucionario.

Vadell era un irreverente que se aventuró ha jugar béisbol en España y tratar de sembrarlo ahí y publicar manuscritos que generaban escozor en los cimientos de la cuarta y molestias en esta quinta república. El café oscuro, el cigarrillo terciado, su sempiterna guayabera, su socarrona sonrisa, su librito rojo de Mao y ese "mira valee" lo vamos ha extrañar que jode. Hoy escribo poco de él, porque mas que poco tiempo hay poco ánimo para poder escribir mucho. Cuando pase esta pesadumbre, escribiremos algo mas, porque aunque el no me lo publique, me satisfaré con hacerlo. Gracias viejo Vadell, por ser parte de tu impertinente amistad.



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Carlos Contreras


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