Estos días de recogimiento y pasión cristiana donde el ejemplo de Jesús resalta los valores de la verdad, la solidaridad, la compasión, la igualdad, el amor, la justicia y el perdón son el escenario perfecto para que los dueños de la Iglesia Católica en Venezuela, disculpen quise decir los que ejercen la autoridad del catolicismo en nuestro país o sea la jerarquía eclesiástica en nombre de Dios, más bien del episcopado, de los cardenales, presbíteros y demás jefes religiosos salgan a predicar todo lo contrario del legado dejado por el Señor Jesucristo.
La primera lección moral que dejó Cristo a sus creyentes fue la de la lucha pacífica contra la dominación del poder hegemónico, en aquella época, dictado desde Roma, igual que en nuestros días, desde Washington, por el Tiberio del 2018, Donald Trump. Han pasado veintiún siglos y el imperio norteamericano se comporta igual que lo hizo el Imperio Romano cuando crucificó a Jesús. Pretenden ahora trasladar su embajada, de Israel a Jerusalén, en medio de los más violentos y criminales actos de crueldad contra el pueblo Palestino. Estos actos son cometidos por el gobierno agresor de Israel asociado al imperial de los EEUU que está empeñado en convertir a Jerusalén en la capital del Estado Sionista de Israel.
La casta eclesiástica venezolana que apoya los golpes de estado en Venezuela y forma parte importante de la conspiración fascista, para intentar el derrocamiento de Nicolás Maduro como lo hizo en el 2002 con Hugo Rafael Chávez, también respalda a los vende Patria que andan pidiéndole al gobierno de Trump más bloqueo económico contra Venezuela e incluso la intervención militar. Ese falseamiento de la palabra de Dios, es el colmo de la hipocresía. Son los mismos que ruegan por una supuesta "ayuda humanitaria" que todos sabemos trae por detrás, por lo menos, siete o más bases militares yanquis para conquistar nuestro territorio igual que lo hacen en Jerusalén y en todas partes del mundo.
La hipocresía santa es la mayor de todas las hipocresías. La que profesan esos hombres cubiertos de la indumentaria usada por cardenales, obispos y monseñores que cada año en Semana Santa crucifican otra vez, sin lamentaciones, al espíritu y al pensamiento de Jesús. Esos nuevos fariseos no creen en Dios porque si lo hicieran serían verdaderos cristianos como lo era Hugo Rafael Chávez Frías, en su condición de laico, y Óscar Arnulfo Romero, éste último, digno portador del Palio Arzobispal quien fue convertido en mártir por sus asesinos. Éstos de la misma extirpe de quienes quemaron vivos, en Altamira, al negro Orlando Figuera.
El pueblo venezolano con su Fe religiosa, guiado por los sacerdotes patriotas que si creen en Dios, marcha dignamente, a pesar de la estructura fascista de la Iglesia católica, a cumplir con pasión su tradición cristiana sin perder de vista a los enemigos de nuestra soberanía nacional, de nuestra independencia y libre determinación entre los cuales está la Conferencia episcopal y todos sus adláteres, quienes hace tiempo le vendieron su alma al diablo.