Han transcurrido los primeros seis meses del 2018 y en ciento sesenta y siete artículos escritos diariamente en aporrea org he vertido humildemente el tintero, de mis opiniones políticas, sobre muchos temas de nuestra cotidianidad. Percibo que hemos llegado al punto, de un acontecer diario en el cual la Patria no sabe ni encuentra cómo dar a luz la criatura histórica que preñó Chávez en su rápida incursión creadora por el destino nacional.
Todo está congelado, petrificado, en estado de vida latente, sobre una falla sísmica que nadie sabe cómo ni cuándo producirá una conmoción social. Lo más curioso del momento político es que muy pocos ignoran el fondo del problema. Desde el más pacífico trabajador hasta el más encumbrado empresario tienen claridad de la situación, desde sus intereses de clase. Igual pasa con el gobierno y la oposición, aquí no hay quien se engañe. La gente se encuentra en suspenso y a la expectativa de lo que pueda pasar. La opción de una conmoción social asociada al hecho histórico del Caracazo no es descartable, pero ésta podría tener, si se vuelve a presentar, características completamente diferentes, al producirse en una nueva circunstancia histórica, donde la FANB adiestrada con la doctrina militar bolivariana no masacrará a la población civil como ocurrió en 1989 durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez.
Donde sí puede haber similitudes o coincidencias es en tomarnos, otra vez, por sorpresa tanto a sirios como a troyanos. Los últimos en percatarse de lo que se produciría serían el gobierno y la oposición, los militares, las instituciones, los partidos, los movimientos sociales, los medios de comunicación, los trabajadores, los empresarios y el imperialismo, igual que ocurrió el 27 de febrero. La diferencia estaría, en esta coyuntura, que ahora no se dispararía ni un solo tiro en una versión venezolana de auto resistencia pacífica de las masas sin dirección, orientación ni conducción política de ningún factor nacional ni internacional. Ya pasó una vez en Venezuela, con otras características y por qué no podría volver a pasar en un ambiente de completa paz que en esta oportunidad, en vez de los saqueos populares, el país se llegue a paralizar por inercia, en algo parecido, a una huelga nacional espontánea sin que nadie la decrete, la convoque ni la dirija. Claro esto no es predecible científicamente como no lo son tampoco los terremotos y sin embargo son inevitables. La explicación, de producirse este fenómeno social, sería la misma de 1989. Igualmente se podría alegar una insurgencia motivada, a causa de una fuerza que subyace en la conciencia colectiva, contra el neoliberalismo salvaje, esta vez cargado de un desquiciamiento capitalista más letal y desbastador, que vuelve a producir estragos y desasosiego en las mayorías. Las condiciones objetivas son otras. Hace 29 años no existían en Venezuela un victorioso gobierno chavista y una flamante Asamblea Nacional Constituyente también chavista, con un protector social en la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela y un patriota, a la cabeza de la unión cívico militar constituyente pero neitralizados ambos por las cadenas del capitalismo y el imperialismo impuestas por la guerra desatada contra el país. El pueblo es el único capaz de romper esas cadenas apoyando a Maduro y a Diosdado sin miedo al proceso transformador.
SI algo hace falta como colofón de este escrito imaginario es terminar con un final feliz semejante a las películas bonitas. Habría que agregar entonces que todo concluirá con la declaración de la insumisión a la hegemonía del neoliberalismo en Venezuela, iniciándose así la implementación de la transición al socialismo. Nos haríamos merecedores así de ser llamados herederos de nuestros libertadores por haber roto con las ataduras del capitalismo, como lo hicieron ellos hace 207 años con el imperio español, el 5 de julio de 1811 para después dejar sellada nuestra Independencia ,10 años más tarde, con la Batalla de Carabobo.
La dinámica social de los acontecimientos reales, sin interferencia de los sentimientos subjetivos ni manipulaciones burocráticas, camina querámoslo o no, hacia el final del filo de la navaja.
La última imagen de esta feliz cinta cinematográfica la dejo con el símbolo universal de Don Quijote y Sancho Panza, cabalgando por la llanura hacia el horizonte.