El Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente siempre ha debido ser Diosdado Cabello. Era lo lógico y natural. En política hay situaciones que se caen por su propio peso y cuando se sustituye la fuerza de la gravedad histórica por los cálculos de las piezas en el tablero, el corazón de la lucha social se detiene y la victoria popular se diluye en el limbo del letargo y las imprecisiones.
Permítasenos acudir al rico arsenal de los refranes populares para explicar mejor, o por lo menos de una manera proverbial, lo que ocurrió en la oportunidad de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente con Daysi Rodríguez en la presidencia de la misma, tiene sentido decir: "Después de matar al tigre le tuvieron miedo al cuero" y con mucha propiedad "Adiós luz que te apagaste ¿quién te volverá a encender?" Con respecto a lo que está pasando ahora al posicionarse Diosdado Cabello de la presidencia de la Asamblea Nacional podría sentenciarse: "Llegó Salvador con el arpa" o también "Yo soy como Tereso Roso: plancho, cocino y coso". En esa onda también se le podría recomendar a Diosdado que "Coma avispa porque cigarrón atora" para que nunca puedan reclamarle que tuvo "Arrancada de caballo y parada de burro" como quieren quienes no le desean éxito. Dicen que "la ocasión la pintan calva", pero también "que nunca es tarde cuando la dicha llega".
Diosdado Cabello está ahora en el puesto que debe estar para colocarse a la cabeza de la revolución bolivariana con la unión cívico militar. Una cosa es el poder constituido presidido por Nicolás Maduro y otra muy distinta el poder constituyente liderado por Diosdado Cabello. Por un lado está el gigantesco fardo pesado de la burocracia estatal capitalista que no se ha renovado y mantiene todavía anacronismos decimonónicos del viejo Estado gomecista, aunque nos llamemos V República, y otra muy diferente es la revolucionaria Asamblea Nacional Constituyente herramienta fundamental del Poder Popular para cambiar lo que deba ser cambiado, para hacer las transformaciones estructurales que el pueblo reclama y para avanzar por el camino, señalado por Chávez, de la transición al socialismo.
Entre Diosdado y Maduro debe existir una solidaridad mutua y recíproca no solamente para la defensa de la Patria y la soberanía nacional sino también para crear las condiciones del cambio histórico que le abran las puertas a la construcción de una nueva sociedad. La lealtad de Diosdado con Maduro y de Maduro con Diosdado debe ser indestructible para lograr ese propósito. Digámoslo dialécticamente así, se trata de la unidad de los contrarios, constituyente y constituido, para que el poder constituyente pueda cambiar pacífica y democráticamente los fundamentos filosóficos y estructurales del poder constituido que lo encadenan al mundo dependiente del capitalismo y del imperialismo.