"Nos hallamos entre los pobres de solemnidad y seguimos sus pasos, y les vemos ganarse la limosna de unas perras. Mil paisajes van desfilando, cada uno ellos dispuesto a colocarse tras de su Destino, a formarlo, y todos son más diáfanos para el burgués, en un instante de contemplación, que para nosotros después de muchos años de vivir en ellos. Todo lo sabíamos, todo quedaba indeleble, con sólo pasar sobre las cosas su rápida mirada, sabía hasta lo que no podía saber: a fuerza de ensoñación. Las fisonomías se le revelaban, y todo caía bajo el dominio de sus sentidos como cae la simiente de un fruto seco. De un tirón arrancaba lo esencial del tejido de lo secundario; pero no cavando capa por capa, sino haciendo explotar como con dinamita las minas de la vida para poner al sol sus vetas de oro. Y con las formas de lo real y de la tangible aprisiona lo inaprehensible; los fluidos de la atmósfera de dicha o infortunio que sobre ellas flotan; las conmociones que acechan entre tierra y cielo; las explosiones que son simientes; las tormentas suspendidas en el aire".
Para el pueblo, no basta pedir una fe; para él, eso no es suficiente: la ha de tener en seguida; la necesita inmediatamente en sus manos, dispuesta, lista, y afilada como un hacha para talar toda esa espesura que le rodea de duda e incertidumbre. De un salto, de un empujón, su espíritu impetuoso, que no conoce obstáculos, quiere conocer el socialismo, pensar en socialismo, como dice precipitadamente. Hay dos clases de ansiosos, los ministros y políticos, ambiciosos burgueses, viven la vida alegres, comen la comida que vienen de Gringolandia y beben Old Scotch Whisky y Champan francés, que viajan en aviones privados, y los hijos estudian en el extranjero; y la ropa que usan viene de Miami. Puede el pueblo vivir la vida como burgués y puede adquirirla, con un salario misereo.
Nadie como estos dirigentes de Estado, había acometido conscientemente empresa tan vasta, ni nadie vió mejor recompensada la temeridad de una ambición tan desmedida. Quien, al caer el día, huyendo de su mundo estrecho, busca aquí goce y busca descanso, encuentra en estas migajas de la mesa de un señor; el amoroso, un ardor de éxtasis que puede servir de espejo a su pasión. ¡Cuán difícil es el desprenderse de la sucia y pecadora riqueza!
Más éstas no pintan sólo la acumulación y la ruina de las grandes fortunas, la especulación de los dineros del pueblo en que se gastan tantas energías; por ellas no desfilan solamente los veinte rapaces de avaros, despechados, pródigos y ambiciosos, los burgueses que sólo aman el dinero por el dinero y los que lo adoran como a un símbolo, o los que sólo lo buscan como medio para otros fines; nadie antes nadie que el avaro, tan audazmente como demostró que el dinero se halla incubado hasta en los sentimientos más nobles, más puros y más espirituales del burgués. Conocen la catástrofe que representa verse despreciado por vestir una prenda pasada de moda, y aprenden en seguida que sólo el dinero o las apariencias del dinero abren las puertas en par en par, y de estas pequeñas y repetidas humillaciones nacen luego las grandes pasiones y la ambición tenaz. Ayuda al gastizo a calcular sus gastos, cuenta sus réditos al usurero, sus ganancias al comerciante, saca al elegante el cálculo de sus deudas, al político el del producto de sus corrupciones.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!