Es un hecho ampliamente reconocido que en el mundo actual miles de individuos padecen de hambre, mientras 20 millones de personas mueren por inanición al año. El siglo XX, con dos guerras mundiales a cuesta y múltiples conflictos, pasará a ser uno de los siglos más violentos de la historia humana. El Cambio climático está convirtiendo al planeta en una sucia y caliente prisión, cuyo avance progresivo, amenaza nuestra propia existencia dentro del orbe terrestre. A pesar del gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado hasta la fecha, el pleno empleo se ha diluido en un ejército de desocupados forzosos (según la OIT en 2017 la tasa de desempleo mundial alcanzo 192 millones de personas; No obstante, las implicaciones políticas y económicas de ese flagelo, pueden hacernos suponer toda clase de maquillaje en las cifras reales, de modo que no tenemos dudas para pensar que la tasa en sí misma es mucho más elevada). La desigualdad crece a marcha acelerada, generando los márgenes que imposibilitan la erradicación de la violencia y la consecuente Instauración de la paz social. La división entre una cantidad inestimable de gente sometida a la miseria y una minoría de privilegiados gozando de una opulencia obscena se ha vuelto una regla. Bajo el marco de apropiación individual del régimen socioeconómico imperante no podía ser de otra manera, en este caso lo aparentemente irracional en términos de sentido común, tiene una lógica inherente.
Las Protestas, La migración, las crisis, la violencia exacerbada, el hambre, la malnutrición, el desempleo, la guerra, las Epidemias, el culto a la decadencia, la corrupción y la falta de fe en los partidos políticos tradicionales son algunos de los rasgos más característicos de nuestra época. En términos generales las expresiones de barbarie y caos social se encuentran fundamentalmente ligadas a un modelo de explotación económico, que, para existir, tiene como condición generar un doloroso sufrimiento para la humanidad. El despojo, la competencia desleal, el fraude y la violencia desprendida de la propiedad privada y el estado moderno son la norma y no la excepción en esta etapa de profunda decadencia. Aunque la producción económica bajo el capitalismo se ha socializado cada vez más (creando nuevas y potenciales formas y relaciones sociales) el modelo de apropiación de los recursos producidos sigue teniendo un carácter individual, lo que repercute considerablemente en el aumento de la desigualdad. El capitalismo, llegado a su fase imperialista demostró que con la exportación de capitales había madurado lo suficiente como para empezar a podrirse y establecer las bases de una sociedad superior, cualitativamente diferente.
No obstante, aún hay (por desgracia no pocos) conservadores, liberales, pequeños burgueses, reformistas, socialdemócratas, antiguos dirigentes de “izquierda” y toda clase de individuos “apolíticos” (Tipo de ideología proliferada en provecho de la clase dominante) y ajenos a una filosófica coherente ( y por lo tanto Repetidores de oficio, simples reproductores mentales del establishment) que afirman mecánicamente y con toda seguridad el siguiente enunciado: "¡El Capitalismo ha Triunfado!". Bien, a estos que hacen uso de su estrecho sentido común, nosotros, los que no estamos conformes con la situación imperante, respondemos con vehemencia y despiadadamente: ¡Por supuesto que ha triunfado; pero Para ese 1% que manipula a su antojo el capital Financiero, al mercado mundial y la economía! ¡Ha triunfado para ese 1% que al controlar, por medio de la propiedad privada los medios de producción, alienan tu trabajo, condicionan tus necesidades, Expolian a la naturaleza y determinan hasta que vas a comer, beber y pensar!
Dado el colapso de la experiencia soviética, La apertura del estalinismo chino a occidente y la consecuente reacción ideológica contra el marxismo, el orden capitalista parecía perpetuarse. Su régimen de producción de mercancías naturalizarse. A partir de ese momento, tan breve como un suspiro, la clase dominante embriagada de triunfalismo creía haber enterrado una vez y para siempre la lucha de clases. Pero la historia como el movimiento mismo de la naturaleza no puede detenerse, la ley del movimiento de todo sistema socioeconómico es más fuerte que la voluntad o las aspiraciones de los grupos de poder y sus maquinarias ideológicas.
Para la mala suerte de ese 1%, Con el surgimiento de la fase superior del capitalismo (El imperialismo) y la socialización de la producción emergieron unas nuevas formas y relaciones sociales, cuyo contenido en sí mismo goza del potencial para alcanzar material y espiritualmente una sociedad superior. Estas formas chocan diariamente contra toda la superestructura de dominación presente, Como acertadamente pensaría Marx, en 1848: evidenciando ante nosotros una rebelión de las fuerzas productivas. El sistema está repleto de contradicciones terminales, agotado hasta sus límites y ampliamente desprestigiado. Todo lo que surge alguna vez debe terminar pereciendo, tarde o temprano. Las voces se levantan, lo sólido se evapora, lo sagrado se vuelve profano. Las consecuencias de la recesión del 2008 aún están latentes y la proximidad de una nueva crisis mundial está a la vuelta de la esquina (La retórica entorno a la guerra comercial EEUU-china es sola una pequeña advertencia), las bondades del capitalismo serán nuevamente reveladas ante los ojos y la propia experiencia de la juventud y los trabajadores, quienes se despojarán del peso muerto de la rutina y el hábito para colocarse una vez más en movimiento. La Huelga en Francia, las luchas del pueblo argentino contra los ajustes de Macri, la lucha de clases en Brasil y Venezuela son solo algunas señales que demuestran las altas temperaturas que hay debajo de la superficie, tarde o temprano todo estallará de nuevo.
Por ahora, en esta etapa previa, debemos preservar todas las lecciones históricas y políticas del período precedente, desarrollar y fortalecer los elementos organizativos, cuidar los métodos y las tradiciones revolucionarios que caracterizan un partido revolucionario y llegar a cada centro de trabajo, universidad o comunidad donde tengamos la posibilidad de trasmitir pacientemente nuestras ideas y objetivos. Estos en plena consonancia con los verdaderos intereses de las grandes mayorías oprimidas.