Culminó el histórico evento electoral presidencial de mayo del 2018. El tan sonado y esperado 20M ya alcanzó su después. Sucedió lo que tenía que suceder. Llegó como dicen, la "hora de la verdad". Atrás quedaron las proyecciones, encuestas y pronósticos. Las optimistas e irreales aspiraciones de los seguidores del presidente reelecto Nicolás Maduro de 10 millones de votos. Los sueños de Falcón de creer y hacer creer que tenía posibilidades de ganar. Los analistas y consultores tarifados que inflaron cifras de participación y seguidores. El domingo se hizo la encuesta que no miente, pero la lectura que de ella se haga es fundamental para afianzar lo positivo y enmendar los errores.
La intención al escribir estas reflexiones es analizar lo sucedido, en el complejo e inusual contexto en que se dio. Pretendemos la mayor objetividad, pero como suele suceder alguna dosis de subjetividad se hará presente. Ya he tenido oportunidad de leer algunas opiniones que sólo ven lo que quieren ver y premeditadamente ignora lo que no cuadra dentro de su prejuiciada "verdad".
Siempre pensé que la aspiración del Presidente y de sus seguidores de los 10 millones de votos era irreal y matemáticamente imposible de alcanzar. La abstención estructural de nuestros procesos electorales presidenciales, a partir de que dejó de ser obligatorio el voto, se ha mantenido alrededor del 30%. Era de suponer que en el contexto que todos conocemos, donde la mayoría de la población en su cotidianidad estaba haciendo milagros para hacer rendir sus ingresos. Sobreviviendo la mayoría, incluidos sectores medios, sorteando dificultades con múltiples carencias y obligadas restricciones. En medio, pues, de una galopante y diaria alza de precios y una especulación asfixiante que en esta oportunidad, tuvo un perverso aliado en la carencia de efectivo, no podía esperarse otra cosa que la abstención se disparara a niveles impredecibles. Era iluso pensar, y muchos lo fuimos, que la abstención pudiera estar por debajo del 45%. Una meta realista y alcanzable era trabajar para que esta no superara el 50%. Finalmente fue de 56%, pero pudo haber sido mayor.
Resaltar que esta abstención es históricamente la mayor desde 1958, lo cual es cierto. O compararla con la abstención de las tres últimas elecciones presidenciales, es descontextualizar el análisis para arribar a conclusiones interesadas que favorecen determinadas posturas políticas. Es desconocer que en ninguna de las anteriores elecciones presidenciales hubo un sector políticamente de peso que abiertamente llamara la abstención. Es desconocer que un concierto de voces internacionales llamaban al desconocimiento de nuestras elecciones, como si la de ellos se tratara. Se hablaba de desconocimiento de resultados, antes de que estos se conocieran. Y se desarrolló , como nunca antes una descomunal campaña de descrédito de ese evento. Se ignora, a conciencia, que la oposición que en esta oportunidad participó era cuantitativamente inferior a una oposición unida de eventos anteriores que orgánicamente contó con una maquinaria electoral no despreciable y con recursos financieros y mediáticos inimaginables.
Es necesario, entonces, que cualquier Análisis que pretenda un mínimo de objetividad debe tomar en cuenta la especificad de las variables existentes en esta oportunidad. En los tres últimos eventos presidenciales la oposición se presentó con un candidato único y con innegables posibilidades de Victoria, lo que constituyó un estímulo de entusiasta participación para sus seguidores. Así fue en el 2006, 2012 y 2013. Y podemos ver que ella fue en ascenso hasta alcanzar casi 50% en 2013. Y ese ascenso se manifestó en una inobjetable victoria en las elecciones parlamentarias del 2015. El que no supieran administrar ese capital político es harina de otro costal.
A partir de ese triunfo, la oposición engolosinada y víctima de sus propias contradicciones internas desplegó una política incoherente y un error tras otro condujo a sus seguidores a consecutivas derrotas, hasta llegar en las circunstancias que todos conocemos al domingo 20 de mayo.
Las fuerzas patrioticas, pese a las tres últimas victorias obtenidas, sabido es que no las tenía todas consigo. El formato impuesto desde Washington ha arreciado y el bloque económico y financiero ha venido cobrando sus frutos. El descontento en nuestra población, a todos los niveles, se ha incrementado en correspondencia con una cotidianidad que raya en la asfixia. Las medidas de incrementos salariales y bonos concedidos han sido necesarios y acertados, más no suficientes. Sin dudas, ellos han servido, junto con las cajas CLAP, pese a la irregularidad de estas, a atenuar la penosa situación que vivimos la mayoría de los venezolanos. Pero esta situación, nadie puede negarlo, ha mermado el entusiasmo en un sector numéricamente no despreciable de nuestros seguidores. Eso no me lo contaron, lo viví muy de cerca en el círculo más cercano de familiares y amigos en este proceso electoral.
Por tanto, es cuando menos mezquino, desconocer el valor histórico que tiene el triunfo obtenido por las fuerzas patrióticas y revolucionarias este 20 de mayo. Es despreciar la gesta heroica de este pueblo bravío. Sobre todo a quienes nos tocó lidiar con algunos "indecisos", otrora entusiastas votantes nuestros, sabemos el valor moral de cada uno de esos votos. Por ello quienes, en medio de disímiles adversidades, optaron nuevamente por la opción revolucionaria este domingo, merecen un reconocimiento de compromiso y lealtad. El artífice del histórico triunfo alcanzado este domingo fue el heroico pueblo venezolano. El mismo que en menos de 48 horas devolvió a Miraflores a nuestro amado comandante Chávez, en abril del 2002. Ese que nos devolvió La Paz con la Constituyente. Esto, seguro estoy, que lo tiene claro el Presidente Maduro. Sería bueno que también lo internalizaran los dirigentes del partido y los altos funcionarios del gobierno.
El candidato y reelecto Presidente Nicolás Maduro, pidió una nueva oportunidad. Y esa oportunidad ha sido dada. Su fundamental promesa fue entregarse en alma vida y corazón a la lucha frontal contra la guerra económica y sus perniciosas secuelas. "Amor con amor se paga" decía con convicción y grandeza nuestro inmortal Comandante. Aún cuando, consciente estamos que esta no es una tarea sólo suya, tiene usted la mayor responsabilidad amigo Presidente. Sobran los burócratas y corruptos , que unos cuantos hay en distintos niveles del gobierno, para esta tarea de patria. Bastantes ideas hay. Urgente es sistematizarlas y más urgente aún ponerlas en práctica. JUNTOS PODEMOS y SOMOS INVENCIBLES.
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