A escasos 8 días de cumplirse el primer mes de las elecciones presidenciales en nuestro país observo a un pueblo desorientado, abrumado por su diario vivir, consumido en la desesperanza y sin liderazgo político/económico que pudiera, de alguna manera, sembrar la más mínima esperanza de vida en Venezuela. Es como si todo el devenir tuviese que ver con acciones y decisiones que se tomarán desde el exterior, donde para algunos "protectores" todas las cartas están sobre la mesa, incluso la invasión militar.
La situación se torna más oscura cuando observamos a un gobierno completamente debilitado a lo interno, sin políticas económicas claras, repitiendo básicamente el mismo discurso que nos trajo hasta acá con el agravante de aislarse cada vez más de la comunidad internacional, llegando a colocarse un auto-cerco geográfico y político, dando la impresión de que prefieren el discurso guapetón que la diplomacia. Es como huir hacia adelante cuando se presentan escenarios terribles ante el impago de compromisos económicos ya vencidos y un embargo (o varios) en puertas, accionados por empresas multinacionales que nada tienen que ver con orientación política alguna sino con gestiones de cobranzas vencidas. Nuestra empresa madre, la que nos alimenta a diario, la que representa el 94 % del ingreso nacional, PDVSA, se encuentra en fase terminal. Su caída en la producción no ha sabido ser explicada ni por la alta gerencia, ni por los trabajadores, ni por el gobierno. Igual (mala)suerte corren las empresas básicas del Estado donde es difícil pronosticar cuál será su futuro inmediato ya que el gobierno se ha quedado sin liquidez para invertir en su recuperación. De esas empresas resalta el caso de la Industria Eléctrica destacándose la crisis en el Estado Zulia que por su situación climática es el más necesitado de ella y no la tiene. La situación del campo venezolano no escapa a la desidia y abandono, lo que obliga a continuar con la política perversa de la importación de alimentos, sólo que ahora sin dólares para la compra. Acompañan a esta tragedia la hiperinflación y escases de alimentos y medicinas.
Es obvio que ante un cuadro como el que vivimos, la comunidad internacional con sentido de lo humano, debe preocuparse. Pero, y la dirigencia local ¿Qué? Aquellos sectores que tomaron como bandera política la abstención, la cual sin duda influyó en exceso en el comportamiento electoral del venezolano, el cual, siguiendo sus orientaciones o no, logró confundirlos y no fueron a votar, en tanto que el gobierno, con la política del miedo, del pretender comprar conciencia, no evitó que más de 10 millones de portadores del carnet de la patria, no fuesen a las urnas electorales, en suma la política que produce la nada (Fernando Mires), ¡triunfó! Y, ¿ahora?
Ahora, Venezuela llama a sus hijos, nos necesita, es por ello que llamo a la conciencia ciudadana a unirnos, a tejer el descocido tejido social. Los partidos políticos están obligados a sentarse y preparar estrategias tendentes a elaborar una hoja de ruta, que junto con los sectores independientes, coadyuven en la elaboración de un proyecto de rescate por Venezuela. La Academia, la Iglesia, empresa privada, dirigentes sociales, comunidades enteras, todos, absolutamente todos tenemos que sentarnos en un gran diálogo de salvación nacional.