La primera vez que recuerdo haber oído que alguien celebraba el día del padre fue aproximadamente hace 53 años cuando daba mis primeros pasos de joven profesor graduado. Venía de un hogar maravilloso con un padre de esos que hacen sentir orgullosos a cualquier hijo durante toda su vida, con una veneración perenne por su progenitor, y donde nunca se oyó hablar de semejante fiesta. Andaba yo en frenética pasión revolucionaria juvenil trabajando políticamente con el Partido Comunista contra el gobierno antinacional de Rómulo Betancourt. En esas lides me tocó convocar a un viejo profesor a una reunión que tendría lugar dos días después y el colega, un querido ser humano de bondadoso corazón, se excusó porque ese domingo era el día del padre. Nunca olvido esa anécdota porque en verdad me sorprendió la prioridad, para ese camarada, de celebrar en familia ese día por encima de una tarea del partido.
Años después pude comprender la riqueza espiritual de aquél camarada desvinculado del consumismo capitalista y del compromiso impuesto por el status quo dominante quien aceptaba el homenaje del día del padre con una práctica socialista. El capitalismo es el capitalismo y por eso es tan difícil deshacerse de él porque manipula y trastoca las fibras de la sensibilidad humana sin que el neoliberalismo tenga nada que ver con ese sentimiento espiritual que es aprovechado para hacer jugosos negocios valiéndose del sentimiento ingenuo de las personas. El día del padre comercial es una celebración inventada por el capitalismo para vender los productos que la gente no necesita y que la lógica del capitalismo las convierte en el mejor regalo.
El mismo sistema neoliberal que inventa el día consumista del padre también excluye y margina de los beneficios sociales al padre viejo cuyas dolencias, edad y el desgaste, por la faena de tantos años, lo convierten en una carga para el sistema porque al dejar de producir no justifican, sin trabajar, el gasto que la sociedad hace por ellos de comida, medicinas y servicios. Para el neoliberalismo el padre viejo es un desecho humano al que deben eliminarles las jubilaciones, las pensiones, los bonos recreativos, de alimentación y cualquier otro beneficio social. Al capitalismo le interesa el padre joven por su fuerza de trabajo explotable que la convierte en mercancía. Ese es el concepto capitalista del padre contrapuesta a la idea humanista y socialista donde el amor es lo que mueve la relación mutua de padres e hijos promoviéndose el reconocimiento de los abuelos en una sociedad que ame, proteja y cuide a los más débiles que por su edad no sean aptos para la producción. Con esa idea socialista del padre ha debido celebrar aquel viejo camarada su día, con su esposa e hijos, en vez de asistir a la rutina de una reunión política y confieso que a la larga seguí su ejemplo, querido camarada y colega, faro de dignidad y bonhomía, Rafael Rojas.