La justicia del terror

En teoría en los Estados Unidos se disfruta una democracia
pletórica de justicia y libertad basada en la ley y la jurisprudencia,
mientras en Venezuela privan los abusos y las leyes arbitrarias, impuestas a
la machimberra.

Hasta hace poco creía que tales conceptos eran al menos
parcialmente ciertos y reveladores de la idoneidad del modo de vida
norteamericano. Admiraba un sistema donde dos reporteros con el respaldo de
un prestigioso diario provocaron la renuncia de Richard Nixon a la
Presidencia. Donde Jimmy Carter invocaba el respeto a los derechos humanos
como puntal de su política exterior y el cachondeo de Bill Clinton con una
guía de la Casa Blanca de casualidad no le acarreó la destitución.

En Venezuela, mientras tanto, imperaban la Ley de Vagos y
Maleantes, los Códigos de Policía y otras normas de tiempos de Maricastaña.
Los gobernadores, por ejemplo, tenían la potestad de arrestar sin derecho de
pataleo a cualquier ciudadano acusado de faltarles el respeto. El irrespeto
en cuestión lo determinaba el propio mandatario regional según le diera su
perrísima gana.

Al aprobarse el nuevo Código Penal se derogaron las leyes
decimonónicas, consagrando procedimientos que solo conocíamos a través de
series de televisión como la de Perry Mason y otras más recientes (La Ley y
el Orden, CSI, etc.) del mismo corte. Desde entonces se implantó un sistema
que les permite a fiscales y jueces liberar a los delincuentes para que no
estén ociosos en la cárcel.

Nuestra ley penal nada tenía que envidiarle a la gringa en
cuestiones como el debido proceso y la flagrancia como causa de detención
sin orden judicial.

En fecha reciente, sin embargo, el gobierno de George W. Bush hizo
aprobar leyes que permiten la tortura, detenciones arbitrarias y violaciones
a la privacidad mediante allanamientos, intervención de teléfonos, correos e
Internet, sin orden de un juez.

En EUA la mera sospecha de que usted sea terrorista puede
convertirlo en un ³desaparecido² al mejor estilo pinochetista. El terrorismo
lo califica el gobierno a ojo de buen cubero.

Según la doctrina vigente los movimientos independentistas son
netamente terroristas. Menos mal que George Washington, Simón Bolívar y San
Martín lograron sus cometidos con suficiente anterioridad.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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