"La experiencia es un billete de lotería
comprado después del sorteo. No creo en ella"
Gabriela Mistral
En el mundo, y especialmente en la política, abundan los pendejos, y entre ellos me encuentro yo; pero mi pendejada, está acompañada de la dignidad de un puñado de valientes combatientes, quienes no desmayaron en su vida, por liberar a nuestra patria, primero del yugo español, y ahora los que están decididos a enfrentar al imperialismo, para frenar las pretensiones de apoderarse de las riquezas del heroico pueblo de Bolívar. Tenía toda la razón, el dramaturgo Bertolt Brecht, cuando dejó para las nuevas generaciones un pensamiento, que con el correr del tiempo, se ha convertido en una reflexión universal: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles."
En los últimos meses vienen apareciendo, antiguos luchadores, hombres reconocidos en el combate diario de nuestro pueblo, pero a lo lejos se les ve, como dicen en el llano: ¡Cojear de una pata! Algunos se han ido de bruces, y ha sido tan fuerte la rodada, que al levantarse no hayan para dónde agarrar; otros levantaron una fuerte tempestad, pero al final han desaparecido, y se encuentran esperando algún anuncio de brujos, para ver si pueden salir a pregonar nuevamente la cantidad de falsedades, que al comienzo parecían anuncios comerciales; pero en esta "fauna" política, encontramos una especie de letrados, con las ínfulas de intelectual enquistadas en lo más profundo del cerebro, llegando al extremo de menospreciar a sus mismos compañeros de lucha, al tratar de pavosos a los chavistas de la tercera edad–el caso de Néstor Francia– como si estuvieran oyendo con mucha atención las ofensas de los habladores de paja de la derecha venezolana.
En nada me sorprende las habladurías de ex funcionarios del Comandante Chávez, entre ellos: Jorge Giordani, y Rafael Ramírez–por nombrar los más incisivos–porque todo el mundo sabe sus aspiraciones, y sus responsabilidades en la grave crisis económica de nuestro país, aun, cuando se aprovechan del momento bastante complejo para tratar de lavarse la cara. Pero escuchar a personas, que hasta hace poco, eran un ejemplo a seguir por su manera de incitar a la luchas de los pueblos, frente al coloso estadounidense, es para abrir los ojos, antes la arremetida del aparato propagandístico de la oligarquía, cada día más tecnificado para mellar la consciencia del que no está bien parado; como la gota de agua, cuando deja su marca en el piso por muy en cementado, teniendo de testigo el tiempo.
Néstor Francia, está utilizando herramientas muy "cortantes", propias de sicarios de las letras, porque no le consigo otra explicación, a pesar que todo el mundo, es libre de verter, cualquier infamia, e improperio cuando le parezca, pero en política no puede esperar flores, el que se encuentra disparando, para que sepan, que hasta ahí, ha llegado su misión; aunque a lo largo de la historia, son incontables los hombres, y mujeres, que han claudicado, pero algunos lo han hecho de manera decente, y han "desaparecido" políticamente, como si el viento se los hubiese llevado.
Así, como Bertolt Brecht, nos dio una gran lección con su hermoso pensamiento. Una mañana en plena campaña electoral, con Rafael Caldera, como uno de los candidatos con más opción a la presidencia; se percibía el entusiasmo del bipartidismo sin rivales aparente. Un campesino, quien se había mantenido muy atento, con la mirada fija en el anunciador, quien micrófono en la mano, a medida que iba pasando la caravana, no dejaba de repetir las cualidades que distinguían al representante de la burguesía– inteligente, culto– pero el labriego, al terminar de pasar la muchedumbre, empezó hablar en voz alta, con la intención que lo oyeran los curiosos, que había salido a la calle: ¡todo lo que está diciendo es verdad! ¿Pero al servicio de quién está? Algunos se echaron a reír; otros enseriaron los rostros, tomando la expresión, como una ofensa, pero lo cierto, es, que la verdad quedó en el ambiente, sin poderla refutar nadie, porque toda su vida Rafael Caldera, fue un auténtico defensor de la oligarquía venezolana. Los parecidos a Caldera, no van a dejar de aparecer, y cada uno, trae su pretexto para tirar el ancla, y a la vez lo más valioso de cualquier ser humano: la dignidad.