El pueblo venezolano, la nación venezolana está en estos momentos y por enésima vez en una encrucijada. Se encuentra indefensa, desamparada y además con vergüenza y culpa. Estas sensaciones son las mismas que experimentan las mujeres que han sido víctimas del maltrato por parte de aquellas personas que juraron protegerlas. Así está nuestra patria, en una reiterada e inacabable situación difícil, que sigue siempre a un fugaz atisbo de esperanza que desaparece tan rápido como surgió.
En Venezuela hay una acumulación de ansiedad que ha durado mucho tiempo y que nos tienen crispados a todos, sin ninguna válvula que aminore esta presión. Pero, este desasosiego colectivo también ha servido para que no sometan a un control vital de nuestra emociones, por parte de quienes dominan o pretenden dominarnos. Ya controlados a través de las supuestas mejoras de nuestro convivir (caso aumentos salariales, noticias optimistas sobre la superación de nuestra crisis socioeconómica, regreso de los migrantes, por ejemplo) empieza la fase de golpearnos suavemente para ablandarnos de nuevo y así poco a poco, aceptar reiteradamente que merecemos los que nos pasa (caso, “aumento concertados” de los precios de productos esenciales e implosión del neonato aumento salarial, sin aun haberlo usado). Es una situación que parece no tener fin, pero si varios comienzos. Esto conlleva a que de alguna manera “debemos entender” a los que nos proveen este toma y dame emocional, para que aceptemos lo que nos dicen y que creamos que ellos son nuestra única vía, hacia ese mejor vivir que cada día se planta en el inalcanzable horizonte utópico.
La nación venezolana tiene en estos momentos una baja autoestima y sentimientos encontrados, ya que aunque cavila porque la situación está muy mal producto de la ineficiencia gubernamental y la miserable corrupción, también piensan que se lo merece ya que nuestro pueblo cree que es el único causante de sus problemas. Es decir, se cree culpable y esto le genera un sentimiento de fracaso en masa. No podemos decir que estamos incontrolados, porque realmente es lo contrario, sobre nosotros hay un control total. Nuestro pensamiento diario desde que amanecemos hasta que nos acostamos es como sobrevivir un día a la vez y compungirnos al ver los rostros de nuestros viejos famélicos y la cara de nuestros chamos ojerosos. Y si vemos al vecino, es una copia que se repite casa por casa. La respuesta a los “buenos días, ¿como estas?” es un dejo de abatimiento: “Ahí, mas o menos, sobreviviendo, pero que mas podemos hacer.” Control total.
Nuestras emociones cambian en un santiamén desde la angustia, al malhumor, depresión, sensación de impotencia, intentos de suicidio e insomnio. Si, es así. Nuestro cuerpo reacciona de igual manera. Las alteraciones psicosomáticas, están a la orden del día y ni pensar en los escasos y caros medicamentos ni mucho menos la autoayuda reflexiva, porque nuestro pensamiento está convulso y solo se ocupa en como logramos sobrevivir un día mas. Aunque es un pensar individual, este se multiplica por millones. Y lo peor del caso es que nos han sugestionado a través de cualquier cantidad de medios de que la única ayuda que merecemos, es la que proviene de aquellos que nos dan los problemas sin solución. Estas son algunas de las sensaciones que experimenta una mujer que de una manera u otra ha sido víctima de maltrato por parte de su pareja. Pero, si extrapolamos, es lo que la nación, el pueblo, la gente venezolana está experimentado ahora, en cada rincón, en cada casa, en cada calle, en cada espacio patrio, cuando siente que se está maltratando por los que deberían guiarlos al derrotero de la prosperidad humana.
Este viernes 07 de septiembre amaneceremos con un bolívar soberano con engorde inorgánico (es como un bolívar transgénico) que le pone cifras a un salario desconocido, incompleto y fraccionado, que de manera intervenida nos los desgranan, aquellos que escogen nuestras necesidades y que creen que es una dádiva que nos dan y no el estipendio que merecemos por el esfuerzo como clase trabajadora superviviente, que necesita reivindicar la denominado plusvalía y que se ha perdido en la indolencia, de aquellos que se precian de socialistas. Otro día más para acrecentar nuestra capacidad de asombro que cada día está mas ancha. Otro día en estos pueblos y ciudades tristes y oscuras, sin una luz al final de las calles. Algo dramático el colofón, pero…