En la universalidad de su genio, Chávez era realmente un pacifista, amante de todos los pueblos. Las diferencias de fronteras geográficas, raciales o políticas, no podían contar para él. El hombre, universo, he ahí el objeto de su admiración, de su exaltación cósmica. Es, pues, para mí la imagen de un hombre tan íntimamente ligado al pueblo, que no logro explicar la suya sin sentir la mía representada e involucrada en ella.
El drama de Afganistán, Irak y Libia afectó profundamente, porque no sólo tocó a su patriotismo, sino también conmovió su espíritu, su fe intelectual, su confianza en la “civilización occidental”. En el maremágnum de noticias de la guerra, del sino desdichado y absurdo de una época en que el idioma se alzó de pronto como una barrera entre los pueblos, en que la patria se convirtió en prisión, la compasión en crimen, y en que hubieron de tildarse de enemigos unos hombres cuyas vidas se hallaban unidas por todas las fibras de la familiaridad espiritual y amistosa. La muerte trágica e imprevista, para el pueblo, su desaparición ha de valorase como una de las sensibles que sufrieron los pueblos de nuestra América y el de todos el mundo.
Todos los sentimientos, estaban oficialmente prohibidos y proscriptos; pero ¿quién puede ahuyentar el pesar que habita en lo más recóndito e impenetrable del alma? ¿quién puede contener el flujo sagrado del recuerdo, que inunda al corazón con cálida ola? Un mundo insensato pudo destruir el presente y ensombrecer, el porvenir. Pero para cada cual, el pasado resulta intocable, y sus días más hermosos iluminan, cual cirios encendidos, la penumbra del presente y estas hojas que dedico al recuerdo.
Espíritu amplio y sabio, haya reconocido pronto que era imposible un adormecimiento de su espiritualidad para alcanzar la simplicidad, aun contando como contaba con una fuerza de voluntad tan enorme como la suya. Nadie como él ha dicho más maravillosamente, más tarde, desde luego: Querer emplear la fuerza contra el espíritu es como querer interceptar la luz del sol; sea lo que sea con lo que se quieran parar los rayos solares siempre están por encima de todo. A larga no podía equivocarse acerca de la imposibilidad de que su intelecto prócer, justo y combativo.
A nadie, que sepa razonar puede ocultársele que el entretenerse en remendar y repintar un sistema social totalmente podrido es perder lastimosamente el tiempo. Los demonios en figura humana que devoran lo último que quedaba en pie de la “infeliz” Venezuela. Unidos a ese monstruoso que atezan con destruir el espíritu de la libertad, se disponen ahora y reducir al silencio al pueblo, en vez de darle la justicia por la que clama.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!