Y en verdad que se adentra en la cuestión

—"La religión adiestra al hombre de la misma forma que el hombre adiestra al perro…, usando la recompensa, la obediencia y el castigo…"

El inflexible vigilante de su "yo" se arrincona medio dormido y deja en completa libertad de movimientos a la religión. Este estado me proporciona mucha libertad espiritual. La burguesía sin base filosófica, con absoluta falta de respeto, va tomando a puñados las preguntas y los problemas más insolubles y trascendentales, esos problema que ya lindan con la utopía, y los "resuelve", es decir, los "disuelve", como si fueran de gelatina.

Así como, en su crisis, con toda impaciencia se quiso apropiar de una fe, y como quien se cambia de traje, convertirse de la noche a la mañana en un cristiano y en un sumiso, ahora, en sus escritos que quieren educar al mundo entero, pretende que en un santiamén crezca todo un bosque, y ese mismo hombre que en aún grita con desesperación: "Toda nuestra existencia es un sinsentido", ha elaborado ya para nuestro uso toda una teología universal que contiene la solución de todos los problemas del mundo. Se comprende que cualquier contradicción ha de molestar a un pensador en su trabajo de construcción vertiginosa y por eso es que se tapona los oídos, pasando por encima de sus inconsecuencias, y con una prisa que resulta sospechosa, va discerniendo más y más soluciones. ¡Qué fe más insegura la que necesita estar "probándose" continuamente! ¡Qué pensamiento tan ilógico el suyo, que, tan pronto como le faltan argumentos, encuentra siempre a tiempo algún versículo de la Biblia que le sirve de último razonamiento que no admite contradicción!

Como se ha abierto el ojo de la conciencia, el dolor del pueblo, el tormento es ya, un dolor propio. Precisamente ese miedo terrible que siente ante la Nada se forma un nuevo concepto del Todo y se despierta en el pueblo la idea de una finalidad, de una meta: la edificación de su propio mundo con una base moral. Si hemos ganado algo en profundidad de sensibilidad, si sentimos más decisión en reconocer los problemas de nuestro tiempo, si sentimos más trágicamente, más severamente, más implacablemente su presencia ante nosotros, lo hemos de agradecer al pueblo, a su inquietud fecunda en busca de una nueva verdad. El pensamiento del pueblo es fermentación del espíritu, fuerza expansiva, explosiva más bien; pero nunca es claridad de espíritu.

Bolívar: Inconscientemente, seducido por su deseo de gloria, ese fustigador de sí mismo se convierte, para el pueblo, en un juez severo contra toda falta de honradez, tan pronto como mira su interior. Quien quiera saber o adivinar, por lo menos, el desprecio y el asco que sentía de la burguesía, esa alma atormentada y sedienta de verdad. Así como Santa Teresa, horrorizada por sus visiones, pregunta con angustia al confesor si eso, más que de Dios, no pudiera proceder del Diablo, para humillar así su orgullo. Ni la admiración del pueblo, ni la complaciente por parte de sus adeptos, ni el continuo reguero que acude sin interrupción, ni toda esa aprobación ruidosa y entusiasta, nada de esto, sin fin, engaña a ese espíritu siempre en guardia.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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