La historia del libre mercado, el auge del cooperativismo

Hay mucho en juego. La alianza corporativista está cerca de conquistar su última frontera: los mercados y las economías del petróleo del mundo árabe, hasta ahora cerrados, y sectores de las economías occidentales que llevan tiempo protegidos de la regla de los beneficios, incluyendo la respuesta ante los desastres naturales y los ejércitos. Puesto que ni siquiera se pretende buscar el consenso del pueblo para privatizar funciones tan esenciales, ni en el frente doméstico ni el extranjero, es necesario, es necesario convocar a los jinetes de la violencia creciente y de catástrofes aún mayores para alcanzar dichos objetivos. Paradójicamente, como el papel decisivo, las crisis ha sido expurgado tan eficiente tan eficientemente del historial del auge del libre mercado. En realidad, las hazañas de Trump son una mera punta del icerberg creado, una diminuta porción de una campaña monstruosamente violenta que lleva en pie de guerra sesenta años para lograr la absoluta liberación del mercado.

Cualquier intento de responsabilizar a determinadas ideologías por los crímenes cometidos por sus seguidores debe platearse con absoluta prudencia. Es demasiado fácil afirmar que el pueblo con la que no estamos de acuerdo no sólo se equivoca, sino que también son tiranos, fascistas y genocidas. Pero también es cierto que algunas ideologías constituyen un peligro para los pueblos, y que deben ser identificadas como tales. Me refiero a las doctrinas fundamentalistas y reconcentradas, incapaces de coexistir con otros sistemas de creencias. Sus seguidores deploran la diversidad y exigen mano libre para poner en marcha su sistema perfecto. El mundo tal y como es debe ser destruido, para que su pura visión pueda crecer y desarrollarse debidamente. Arraigada en las fantasías bíblicas de grandes inundaciones y fuegos místicos, esta lógica lleva ineludiblemente a la violencia.

Generalmente, los sistemas que claman por la eliminación de pueblos y culturas enteros con el fin de satisfacer una visión pura de los pueblos son aquellos que profesan una extrema religiosidad y que propugnan la segregación racial. Las agencias de información han abierto sus puertas a investigadores que se han apresurado a contar el número de muertos en hambruna, campamentos de trabajos forzados y asesinatos. El proceso ha generado un fuerte debate en todo el mundo respecto al papel de la ideología que había detrás de estas de estas atrocidades de la CIA, y hasta qué punto ésta es responsable de aquellas, o bien si la distorsión del sistema se debe a que tuvo líderes.

¿Y qué hay de la cruzada contemporánea en pro de la libertad de los mercados mundiales? Los golpes de Estado, las guerras y las matanzas que han instaurado, y apoyado regímenes afines a las empresas jamás han sido tachados de crímenes capitalistas, sino que en lugar de eso se han considerado frutos del exceso celo de los dictadores, como sucedió con los frentes abiertos durante la Guerra Fría y la actual guerra contra el terror. Si los adversarios más comprometidos contra el modelo económico corporativista desaparecen sistemáticamente, ya sea en Irak y Siria de hoy día, esa labor de supresión se achaca a la guerra sucia contra el comunismo o el terrorismo. Prácticamente jamás se alude a la lucha para la instauración del capitalismo en estado puro.

La estamos afirmando que todas las formas de la economía de mercado son violentas de por sí. Es perfectamente posible poseer una economía de mercado que no exija tamaña brutalidad ni pida un nivel tan prístino de ideología pura. Un mercado libre, con un sistema de sanidad pública, escolarización para todos y una gran porción de la economía —como por ejemplo una compañía petrolífera nacionalizada— en manos del Estado. También es posible pedirles a las empresas que paguen sueldos decentes, que respeten el derecho de los trabajadores a formar sindicatos, y solicitar a los gobiernos que actúen como agentes de redistribución de la riqueza mediante los impuestos y las subvenciones, con el fin de reducir al máximo las agudas desigualdades que caracterizan al Estado corporativista.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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