2018 ha dibujado un nuevo escenario latinoamericano. Entre los cambios más importantes cabe citar que Brasil eligió a un candidato de extrema derecha y México, a un candidato democrático y progresista. 2019, a su vez, traerá consigo nuevos desafíos: elecciones en Bolivia, Uruguay y Argentina, en los tres casos en octubre, entre otras elecciones.
Con todas las trampas que ya conocemos, la derecha brasileña ha logrado impedir, sin ningún fundamento jurídico, que Lula fuera candidato, y después de haber promovido una campaña basada en la difusión de fakenews gestionados por robots, ha logrado elegir para la presidencia un político de extrema derecha, no sólo a tono con tendencias constatables en otras partes del mundo, sino en su versión más radical y patética. Hay que tenerlo en cuenta, porque fue una campaña que muestra con que métodos actúa la nueva derecha mundial: judicialización, lawfare, fakenews, que son parte de la guerra híbrida con que el Imperio y las derechas en cada país actúan para tratar de prolongar un modelo económico de guerra a los pobres y a la democracia.
En México, después de casi un cuarto de siglo peleando para derrotar a una oligarquía que gobernaba desde hace casi un siglo, López Obrador logró un triunfo arrollador que pone en marcha un ciclo que da continuidad a la Revolución mexicana de Pancho Villa y de Zapata, así como al gobierno de Lázaro Cárdenas, en la segunda mitad de los años 1930. Enfrentará duros desafíos, entre ellos el gobierno de Trump, la violencia del narcotráfico que controla extensas áreas del país, la miseria producida por años y años de neoliberalismo y el aislamiento en el continente.
El desempeño de los dos gobiernos demostrará quién transita el camino correcto y quién se equivoca ampliamente. Los latinoamericanos que votarán al presidente de sus países en el año 2019 tendrán los ojos puestos en esos gobiernos, para escoger qué camino quieren para sus países.
Si el camino del mayor aumento del salario mínimo de la historia del país, del reconocimiento de los derechos de los inmigrantes, del combate frontal a la corrupción, de la disminución de los altos salarios de los empleados públicos, incluyendo los del poder judicial, de la defensa soberana de los intereses de su país frente a la agresiva política de los EEUU, la de la prioridad en la defensa de los más pobres.
O el camino del servilismo total a los intereses de los EEUU –incluido el beso a la bandera y la sumisión a sus representantes-, de la promoción de los intereses de los bancos y de ataque a los salarios, a los empleos, a los trabajadores, de ofensiva contra la educación democrática y de promoción de las escuelas militares, de la guerra en contra de los gobiernos con los que mantiene diferencias, de privatización de las propiedades públicas y de su desnacionalización, de la organización de gobiernos con los más corruptos políticos del país.
Bolivia, Argentina y Uruguay, entre otros países, podrán reconfigurar el panorama político de América Latina con sus elecciones en octubre del 2019: o se confirma la tendencia hacia el fortalecimiento de la derecha y la extrema derecha en el continente, o se les contiene y se refuerza la izquierda latinoamericana.
Bolsonaro encontrará nuevos aliados o López Obrador verá roto el aislamiento a que el Imperio le quiere condenar.
Se diseñará un final de segunda década en el continente con nuevas perspectivas y esperanzas o se cerrará con un horizonte negativo. ¿Será un octubre rojo o no? ¿Argentina retomará el camino que ha permitido al país recuperarse de la peor crisis de su historia o seguirá entregada a la recesión, al desaliento y al FMI? ¿Bolivia seguirá el más importante ciclo de su historia, dando continuidad al gobierno de Evo Morales o volverá a la triste historia que tuvo en el pasado? ¿Uruguay seguirá siendo el país que apunta hacia nuevas conquistas sociales y culturales o volverá a ser dirigido por las oligarquías tradicionales y conservadores?
¿América Latina dará por cerrado el ciclo protagonizado por Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mújica, Evo Morales, Rafael Correa, o lo renovará con quienes sepan estar a la altura de los inmensos avances que han proyectado la imagen de una América Latina en lucha contra las desigualdades y las injusticias, un continente dirigido por lideres legítimos, soberanos y de quienes siempre nos sintamos orgullosos?