En esta ocasión desde Nueva Política presentamos nuestro primer documento editorial. Material de reflexión sobre la situación nacional que busca analizar lo ocurrido el pasado 23-E, los escenarios que se abren y a qué tipo de salida le conviene más a la ciudadanía en su conjunto ante un ambiente social delicado de mucha tensión política.
ÍNDICE
- Introducción
- Escenarios y las posibles salidas de Maduro
- ¿Salir de Maduro como sea?
- Venezuela: un país devastado por la Injerencia
- Juramentación de Guaidó: rumbo errado e inconsulto de la AN
- 2 rumbos posibles, una confluencia ciudadana: reestructuración del CNE y acto de sufragio nacional
- Nuevo CNE y un nuevo proceso electoral
La rebelión popular del 23-E: ¿A qué salida debemos apostar los venezolanos y las venezolanas?
El pasado miércoles 23 de enero de 2019 hubo un estruendo social que se expresó con contundencia en todo el territorio nacional. El shock colectivo sufrido por el repunte hiperinflacionario en los precios de los alimentos desde los primeros días de enero, en los que algunos aumentaron en hasta un 200%, y el pobre discurso de Maduro el 10 de enero fueron catalizadores sociales de un malestar que se expresó durante todo el 2018 con protestas de defensores de derechos humanos, conflictos y resistencias socio-ambientales, reclamos contra el deterioro de los servicios públicos (luz, agua, gas, sistema de salud, entre otros) y principalmente con las luchas reivindicativas de los sectores de trabajadores y organizaciones gremiales.
La avalancha del 23-E estuvo precedida por 2 días de piquetes e intensas protestas en sectores populares de todos los estados del país. Sin estructura ni tejido social pero estimulado por un sentimiento político de rechazo al gobierno, el país se abrogó la convocatoria a movilizarse el 23 y ese día tuvo una reacción colectiva extraordinaria. El comercio prácticamente se paralizó en su totalidad y, trascendiendo la división ideológica chavista-opositor, la ciudadanía se unió en una misma exigencia. Un escenario de rebelión nacional que, contra todo pronóstico, derrotó el miedo y superó el desánimo de la derrota de mediados de 2017. Lamentablemente, el sentimiento y movilización popular que retumbó ese miércoles quedó a la deriva de dirigencias políticas partidistas que vienen apostando a escenarios ocultos y superestructurales que podrían conducirnos a desenlaces lamentables y/o hacia una nueva derrota y decepción social. A esto último nos referiremos más adelante.
Ante este escenario el gobierno no tuvo ninguna capacidad de respuesta. La movilización de la base social oficialista fue prácticamente inexistente y, ausentándose Maduro del cronograma organizado desde el gobierno, este terminó refugiándose en el palacio de Miraflores acompañado de una pírrica movilización de su maquinaria. Ante el grito popular, el gobierno solo pudo reaccionar con una represión desmedida. Entre los días 21 y 27 de enero, organizaciones de derechos humanos (Provea, Foro Penal, OVCS) han confirmado más de 30 personas asesinadas por represión de cuerpos de seguridad del estado y más de 750 personas detenidas durante manifestaciones populares. Una reacción brutal por parte de la cúpula gobernante, que debemos denunciar internacionalmente como un crimen de lesa humanidad.
La situación de desespero social, de irracionalidad del gobierno y la presión de sectores político-económicos foráneos e internos exacerban la conflictividad y nos llevan directamente al debate sobre ¿cómo salir de Maduro? Esta es la interrogante a la cual intentaremos dar respuesta, tomando en cuenta los escenarios, opciones reales y las consecuencias para el país.
Escenarios y las posibles salidas de Maduro
La descomposición y destrucción de la institucionalidad reconocida en nuestra carta magna es un escenario que nos está llevando a escaladas cada vez más delicadas y preocupantes. Escenarios superestructurales ocultos, definidos exclusivamente por cúpulas partidistas, militares, económicas, foráneas y/o eclesiásticas, que podemos sintetizar esencialmente en tres:
- Insurrección Armada y/o Golpe militar: Desde hace años las dirigencias de la oposición tradicional han hecho llamados a la FANB a que desconozcan al gobierno de Maduro. Hoy el escenario insurreccional está latente ante la tragedia humanitaria, el resquebrajamiento de la estructura baja y media de los cuerpos de seguridad y la falta de legitimidad del gobierno.
- Invasión militar extranjera no convencional: la quiebra del país, el atornillamiento de la cúpula en el poder y el cierre de salidas democráticas, la violación de derechos humanos, la presión internacional y la migración como problema regional han generado las condiciones para que el escenario de una agresión militar foránea sea posible.
- Gobierno de transición de mediano plazo: las inevitables negociaciones entre sectores de poder pueden deparar en una especie de junta de transición nacional que se abrogue potestades ejecutivas durante un período de meses y hasta años. Esto bajo la excusa de normalizar para luego llamar a una futura consulta.
Todas estas se corresponden a salidas inconsultas y excluyentes. La coyuntura política también abre las puertas a salidas de participación ciudadana masiva, contrarias a las anteriores. Salidas en las que el pueblo venezolano se involucre y a su vez participe en la toma de decisiones más importantes en un posible escenario de transición. Un escenario consultivo para el soberano.
¿Salir de Maduro como sea?
El "como sea" pretende reducir el problema de Venezuela a Maduro y su séquito mafioso que administra el país a su antojo. Que la cúpula actual deje de gobernar es un paso indispensable, pero no necesariamente deparará en una superación de la tragedia humanitaria que padecemos como pueblo. Las salidas superestructurales mencionadas, en las que privan los intereses partidistas y de sectores de poder económico y financiero transnacional, pueden llevarnos a escenarios sociales más complejos y a un recrudecimiento de la situación, incluso con la salida de Maduro.
Las salidas violentas nos pueden llevar a un espiral de conflictividad que puede durar varios años más. Por un lado, la salida insurreccional nos puede conducir a un enfrentamiento armado de grandes dimensiones que puede deparar en una Guerra civil. A esto se agrega que los componentes de la FANB han sido responsables directos de un nuevo modelo económico sustentado en la renta petrolera de una empresa en quiebra y en el tejido mafioso de negocios ilegales (minería a pequeña escala, tala, tráfico de drogas, armas, construcción, entre otras) que, imbricado a la institucionalidad estatal, ha convertido a Venezuela en un territorio de lavado de dinero; complejizando aún más la vía destituyente.
Por otra lado, la ofensiva del Gobierno de EEUU sobre Venezuela, con fuertes declaraciones por parte de Donald Trump, quien ha llegado a afirmar que "todas las cartas están sobre la mesa", colocan la invasión militar como un peligro objetivo. En estos casos hay que pisar tierra y desechar cualquier expectativa de que un hecho de este tipo pueda ser favorable. Todos los escenarios bélicos desarrollados por gobiernos de EEUU, principalmente en países árabes del medio oriente, han sido catastróficos. La intervención en Afganistán y Libia y la complicidad militar con Israel en los despiadados ataques a la población palestina, han deparado en catástrofes humanitarias y territorios devastados. El caso más espantoso, reflejo de las intervenciones armadas extranjeras, ha sido la Invasión a Irak en 2003 en la cual, después de varios años del desastre bélico y la caída de Saddam Hussein, se develaron casos de corrupción y negocios fraudulentos en los que estuvo involucrada Halliburton, transnacional petrolera y contratista estadounidense, que privatizó servicios públicos en Bagdad en favor los sectores más pudientes e instaló un ejército privado denominado Blackwater, cuyos mercenarios acataban las órdenes en defensa de las contratistas. El gobierno de EEUU y de la mayoría de los países del mundo no son neutrales, estos mueven sus cartas e intervienen en la política internacional atendiendo a sus intereses políticos y fundamentalmente económicos, tanto de sus empresas y corporaciones como de los negocios en el comercio internacional.
Después de 5 años de aumento desproporcionado de la miseria y desigualdad en el país, de destrucción de la visión de futuro en todos sus niveles y de violación sistemática de derechos humanos y constitucionales, en la que han sido capaces de utilizar el aparato armado del Estado para violentar la integridad de miles de personas, tenemos una sociedad venezolana traumatizada y en la cual se ha acumulado mucho odio y resentimiento social que debemos canalizar de manera colectiva y paciente, o de lo contrario este explotará sin previo aviso, desencadenando demonios difíciles de contener.
Para aquellos venezolanos de a pie, que padecemos todas las consecuencias de la crisis y que apostamos a la reconstrucción integral de Venezuela con la aspiración de ofrecer un futuro mejor a nuestros hijos y nietos, resulta fundamental que en este contexto político apostemos a la salida menos traumática para la sociedad en su conjunto. Solo una salida de participación ciudadana masiva y pacífica, como la del 23-E, puede evitar un nuevo derramamiento de sangre de mayores dimensiones, debilitar a la mafia gobernante y brindar condiciones reales para que las expectativas de futuro sean factibles y realizables. De otra forma, el camino de una posible reconstrucción será más complicado y con menores posibilidades de éxito.
Venezuela: un país devastado por la Injerencia
Desde la voz oficial se ha pretendido instalar la matriz de opinión que el país está en riesgo de una injerencia extranjera. El madurismo parece celebrar que, luego de más de una década, su cuento de "ahí viene el lobo" finalmente se concrete. Pero contrario a la versión oficial, especialista en tergiversar la realidad a su favor, la injerencia extranjera es una de las causas fundamentales de la crítica situación en la que nos encontramos.
Ya con un nivel de endeudamiento externo astronómico (Deuda pública y de PDVSA), desde el 2014 el gobierno de Maduro viene diseñando un nuevo régimen político mafioso mediante la promulgación tanto de leyes como de Zonas Económicas Especiales, de nacionalización del oro y demás minerales, de inversiones extranjeras, entre otras, hasta decretos para la creación del Arco Minero del Orinoco, creación de CAMIMPEG, reestructuración de PDVSA, por nombrar solo algunos. Decenas de leyes y reglamentos aprobados por el ejecutivo y más recientemente por la espuria ANC, que en su conjunto plantean una entrega leonina de la soberanía y el territorio nacional a intereses foráneos de empresas transnacionales y actores del sistema financiero internacional. Un entramado que entre otras cosas llega a formalizar: 1) una red financiera estatal vinculada a la actividad de comercialización de materias primas conectada con paraísos fiscales; 2) franjas de territorio militarizadas en las cuales se desconocen leyes orgánicas de la república, se cercenan la libertad de expresión y el derecho a huelga, se contamina en proporciones escandalosas, se exime ampliamente a las empresas de normas aduaneras y arancelarias, haciendo que el sistema tributario recaiga únicamente en manos del Presidente de la república; 3) la corporativización de las FANB que, trascendiendo su papel constitucional restringido a la defensa de la nación, asume de forma autónoma la capacidad para desarrollar actividades económicas, comercializar mercancías y hacer negocios nacionales e internacionales. El nivel de injerencia incentivado por el gobierno es tan preocupante que la misma se ubica ya en terreno militar, cuando a finales de 2018 el gobierno permitió la instalación de presencia militar rusa en la Isla de la Orchila (territorio venezolano) durante un tiempo indeterminado.
Una injerencia extranjera silenciosa pero de consecuencias desastrosas. Esta es utilizada por la cúpula gobernante como un mecanismo de reacomodo en el mapa de crisis sistémica y disputa entre potencias mundiales, y resulta un reflejo acentuado de la dinámica de devastación y expoliación de territorio que caracteriza al modelo extractivista en América Latina. En el escenario venezolano vienen actuando desde hace años los principales actores mundiales: China, EEUU, Rusia, Unión Europea, con incorporación reciente de Turquía y el denominado Grupo de Lima, sumado a otros actores político-económicos. Más allá de la demagogia polarizante de Maduro en el que discursivamente busca ubicarse "más de un lado que de otro", el gobierno ha hecho negocios y concretado relaciones comerciales con todos los sectores. Así como firma contratos petroleros con empresas Chinas lo hace con empresas estadounidenses (Halliburton, Horizontal Well Drillers, EREPLA), y así como le vende oro a Turquía, le vende Coltán a Italia (miembro de la UE). Tan es así, que hace días Maduro aclaró en rueda de prensa internacional que rompieron relaciones diplomáticas con el gobierno de EEUU, pero que apuestan a mantener las relaciones comerciales con empresas de ese país. Esto permite develar el show mediático en el que nos pretenden inmiscuir, mientras las decisiones se están tomando en otro lado. Como pueblo venezolano no debemos permitir que el conflicto pase a ser una disputa entre EEUU y China-Rusia.
Juramentación de Guaidó: rumbo errado e inconsulto de la AN
Ante un nuevo escenario de ascenso social y debilidad de la casta gobernante, la dirigencia de la oposición tradicional desconfía nuevamente del enorme potencial de la ciudadanía movilizada y apuesta a una salida pactada en la que el pueblo de a pie no tiene ni voz ni voto. Lamentablemente, la agenda de la AN está enfocada desde una serie de falencias políticas que han deparado en derrotas sociales anteriores y el consecuente atornillamiento del gobierno en el poder: a) lógica mesiánica del líder todopoderoso (en este caso Guaidó) que milagrosamente derrocará a Maduro y arreglará la situación, b) el secuestro de las decisiones estratégicas a seguir en una pequeña élite partidista (en la que ni siquiera entran todos los sectores políticos) sumado a la predeterminación de una agenda política inconsulta y, c) la subestimación del oponente que se pudo percibir en la movilización con la consigna equivocada e ilusa de "Y ya cayó, y ya cayó, este gobierno ya cayó".
La salida del gobierno no es inevitable ni tampoco inminente. Ya esas ilusiones han quedado descartadas y de ahí nuestra preocupación de que dicha dirigencia política conduzca a la población a una nueva derrota. ¿Qué pasa si por alguna razón el gobierno logra maniobrar y se atornilla una vez más en el poder? De darse el peor escenario no cabe duda de que el conflicto pasaría a una escalada de la conflictividad social con una represión estatal de mayores magnitudes, y un recrudecimiento de la tragedia económica y humanitaria. Dichas consecuencias, las sufriríamos los venezolanos de a pie, no las dirigencias políticas tradicionales, por lo que resulta urgente que sectores políticos autónomos, defensores de derechos humanos y dirigentes sociales nos unifiquemos en colocar la iniciativa nuevamente en la gente.
Dos rumbos posibles, una confluencia ciudadana: reestructuración del CNE y acto de sufragio nacional
Para ubicarnos en una ruta de salida del gobierno partimos de 4 claves que consideramos esenciales:
- La salida de maduro y su séquito es un clamor popular, y una gran parte de la sociedad apuesta a movilizarse para conseguirlo.
- La etapa de diálogo está agotada. La agotó el cinismo, indolencia y arrogancia del madurismo y las torpezas y oportunismo de la dirigencia opositora tradicional. Las mesas de diálogo que se realizaron en tres oportunidades desde 2014, han perdido completa legitimidad como propuesta.
- Las camarillas burocráticas y del alto mando militar están acorraladas y apuestan mantener sus negocios bajo cualquier desenlace.
- La mejor salida será una en la que el pueblo venezolano participe de manera activa, vinculante y como protagonista.
Partiendo de esas claves vemos dos rumbos posibles que pudieran llevarnos a un desenlace similar si se cumplen las condiciones contempladas en los escenarios:
Escenario 1: Renuncia de Maduro, Reestructuración del CNE y del TSJ y convocatoria a un acto de Sufragio Nacional.
Escenario 2: Reestructuración del CNE , anulación del TSJ y la ANC, desmantelamiento del FAES y CONAS y cuerpos parapoliciales existentes, liberación de presos durante 2019, restitución de los diputados de amazonas electos en 2015 e inhabilitados por el TSJ , legitimación y reconocimiento de la AN, reestructuración del TSJ, para finalmente culminar en la convocatoria a un acto de sufragio nacional.
Independientemente de cual sea el escenario, existe una oportunidad real y concreta para que la enorme diversidad de organizaciones políticas y de ciudadanos que hoy conforman la nueva oposición venezolana se unan en un mismo llamado: reestructuración del CNE y acto de sufragio nacional. Ambos son exigencias comunes en todas las propuestas de salidas no violentas, incluso para aquellos sectores de la AN que se enfrascan en opciones superestructurales. Para lograr la unión, hace falta trascender las posturas individuales y supuestamente correctas. Trascender los intereses particulares colocando por encima los intereses del país. Sería un error garrafal enfrascarse en el detalle, de si el sufragio es por un referéndum nacional o por elecciones presidenciales. Aunque guardemos mayor simpatía por alguna u otra eso no va definir nada, y en el fondo cualquiera de los dos desenlaces de sufragio serían resultados completamente positivos que abrirían las puertas a la reconstrucción de un nuevo proyecto de país.
Nuevo CNE y un nuevo proceso electoral
Finalmente queremos aportar una serie de elementos concretos que empiecen a bajar los planteamientos a tierra y busquen criterios de unión para las propuestas:
- Reestructuración del CNE. Nombramiento de nuevas autoridades en la que debe haber una representación del gobierno, diputados de la Asamblea Nacional y representación considerable de activistas defensores de derechos humanos y expertos electorales venezolanos independientes y autónomos (ej: miembros del observatorio electoral venezolano).
- Legalización de tarjetas electorales desconocidas arbitrariamente.
- Inscripción de nuevas tarjetas electorales nacionales y regionales. Obviar trabas burocráticas que solo limitan el acto electoral para aquellos aparatos políticos con recursos económicos y financieros.
- Apertura de espacios ciudadanos de auditoría y contraloría electoral.
- Vinculación y seguimiento de una amplia y diversa representación de delegaciones internacionales, expertos independientes y organizaciones de defensores de derechos humanos.
Estos elementos los consideramos indispensables para llegar hasta una acto de sufragio nacional transparente, confiable y creíble.
Dentro de todos los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas, vemos la movilización popular masiva del 23-E como el hecho más destacable y el que nos puede dar las claves para un accionar que pueda tener éxito en los escenarios venideros. El 23 se abrió una brecha y quedó demostrado que el país tiene una misma exigencia: salir del gobierno de Maduro. Ese día Maduro tuvo uno de los momentos de mayor debilidad y fragilidad por el que ha pasado su gobierno, dejando en evidencia dos fenómenos de quiebre social determinantes para la situación: 1) hubo un rompimiento de la base social del madurismo con su dirección y, 2) un segundo rompimiento de la masa atomizada del chavismo con la predisposición a movilizarse con bases que sean o hayan sido de la oposición tradicional. Están dadas las condiciones, construyamos una salida ciudadana no violenta ni traumática para la crisis y que sea realmente democrática.