"Podríamos tomar a risa las pretensiones de EE.UU. de hacer el papel de maestro de escuela y poner notas al comportamiento de Estados soberanos. Más ésta no es cosa para tomarla a broma, pues lo que está puesto sobre el tapete es, ni más ni menos, que la supervivencia del pueblo Bolivariano. Y, los venezolanos, consideramos que todos los políticos están obligados a enfocar el problema con el máximo grado de seriedad".
En la antigua mitología griega figura el mito del rapto de Europa. Esta fábula ha tomado ahora, inesperadamente, contenido actual. Cierto es que Europa, como concepto geográfico, continúa en el mismo sitio. Pero uno tiene la impresión der que raptan y llevan allende el océano la política soberana de determinados Estados eurooccidentales; de que, con el pretexto de defender la seguridad de ellos, entregan al mejor postor los intereses nacionales de los pueblos, los destinos de los 700 millones de habitantes del continente y la civilización creada desde muy antiguo en él.
¿Quién sale ganando con esto? ¿Acaso los pueblos de Europa están interesados de un tal desarrollo de los acontecimientos? Esto no se refiere sólo, naturalmente, a Gringolandia. Nosotros no podemos lamentar que los Gobiernos de otros Estados de la OTAN, incluidos los que de palabra se desentienden de las exageraciones peligrosas de la política norteamericana, cedan, afín de cuentas, a la presión del otro lado del océano, asumiendo de este modo su parte de responsabilidad por la injerencia de EE.UU. contra la forma de conducirse la política de Venezuela y su pueblo.
La paz puede ser mantenida únicamente mediante los esfuerzos conjuntos de todos los Estados y todos los pueblos. Es preciso que todo el mundo comprenda en Occidente que cualquier disparo de cohete con arma nuclear no sólo será en realidad un asesinato, sino un suicidio. Confiamos sinceramente en que, por fin, llegará a los círculos políticos responsables de los países de Gringolandia y Europa occidental, la voz de alarma. Tanto Venezuela como también de su opinión del pueblo.
Se plantea un interrogante: ¿Qué pasa? ¿Quién ha privado a algunas personas de la capacidad de comprender la realidad del mundo actual, de nuestro siglo de misiles y energía nuclear? ¿No habrá sido el señor? Estos dos seres (señala los retratos de Marx y Lenin) nos enseñaron que para entender algo es necesario quitar toda escoria sobrante de la superficie y revelar los motivos e intereses, que se encuentran en la base de una u otra posición.
En resumen, se necesita un nuevo modo de pensar. Es imposible responder a los candentes interrogantes de la actualidad utilizando ideas propias de siglos —así sea de decenios— anteriores a la aparición de las armas nucleares y al despliegue de la revolución científico-técnica, como el observador en nuestros tiempos.
Lo principal es decir si sobrevivimos, colaborando y conservando la tierra, el océano, el cielo y todo el entorno, o conducimos a la civilación a consecuencias fatales. Hay que librarse de ideas de épocas pretéritas, es decir, dejar de pensar que el mundo es propiedad de alguien. El mundo actual es una convivencia de pueblos y Estados. Es la suma de muchas naciones, cada una con su propia historia y en su propia etapa de desarrollo. Pero todos deben reconocer que cada país tiene el derecho soberano a elegir sus propio tipo de régimen estatal y a organizar los asuntos en su propio país de un modo totalmente independiente.
¡La Lucha sigue!