"Los verdaderos parásitos de la sociedad son, evidentemente, las grandes fortunas que no pagan impuestos gracias a sofisticados entramados jurídicos, a acuerdos políticos o a la existencia de paraísos fiscales. Sin embargo, su presencia mediática está teñida de glamour y respeto (es la vinculación creciente entre medios de comunicación y fondos de inversión). Son los parásitos los que dicen que los pueblos del Sur son unos vagos, que los parados son unos vagos, que los enfermos laborales son unos vagos, que los que no llegan a f in de mes son unos vagos".
La libertad es un requisito de la fraternidad. El fin que orienta la vida social —para lo que sirve la fraternidad como asunto material, además de hacer la vida más hermosa al hacerla dialogada— es la igualdad, entendida como el igual derecho a disfrutar de las ventajas de la vida social que tienen los seres humanos como sujetos de dignidad.
La fraternidad surge del dolor y el sufrimiento por la falta de libertad y de igualdad. Por eso, la fraternidad no puede ser inicialmente cosa de los estados (responsables desde que existen de quitar libertad y consolidar las desigualdades), sino de los pueblos. Solo cuando el Estado se hace constitucional y republicano (res-publica) se guía por la fraternidad. La fraternidad es una categoría política máxima porque abole la política (el conflicto) y lo sustituye por un comportamiento decente que nace de la propia voluntad.
El capitalismo tiene también sus ciclos, acelerados por su propia miopía. Al verse siempre forzado a acelerar sus ritmos, cada poco tiempo devienen una catástrofe, que es la forma que tiene el capitalismo de eliminar sus "residuos": se hunden los mercados, crece el desempleo, las mercancías no se venden y los pueblos pagan un tremendo precio en ese ajuste. Con la globalización, estos procesos se han agravado. La globalización neoliberal no es un proceso que acorta el mundo porque elimina las fronteras. Lo acorta porque, con su capacidad de destrucción, cada vez deja menos mundo ajeno a su mirada. La naturaleza es sabia (tiene una eternidad de probado ensayo y error), pero no necesita al ser humano; el capitalismo es eficiente, pero tampoco necesita a los que no le son funcionales.
En 1984 el poder conocía nuestros miedos particulares. Hoy Orwell parece un ingenuo, pues las empresas de datos conocen cada uno de nuestros deseos, pensamientos, temores. Las derrotas de la izquierda le han entregado el sentido común a la derecha y nuestro lugar en el mundo lo dicta la capacidad de consumo. Alguien tiene el botón que construye nuestras preferencias. El big data es el opio del pueblo. Lo virtual termina haciéndose real convirtiéndonos en personas desorientadas, trabajadores esclavizados, mujeres sobreexigidas, perdedores expulsados a los márgenes. Las enfermedades mentales y la tristeza se están convirtiendo en un lugar común. La izquierda asalto los cielos y los palacios y trajo lo mejor de nuestras sociedades. Pero no puede luchar contra lo invisible. Es tiempo de ponerle una sábana al fantasma para verlo y empezar a saber cómo combatirlo. Con la globalización, estos procesos se han agravado. La globalización neoliberal no es un proceso que acorta el mundo porque elimina las fronteras. Lo acorta porque, con su capacidad de destrucción, cada vez deja menos mundo ajeno a su mirada. La naturaleza es sabia (tiene una eternidad de probado ensayo y error), pero no necesita al ser humano; el capitalismo es eficiente, pero tampoco necesita a los que no le son funcionales.
—Un nuevo marco teórico denuncia el riesgo en el que se encuentra la democracia por culpa de los "advenedizos", al tiempo que se recupera el discurso del "exceso democracia" de los años setenta. El regreso del golpismo a Nuestra América, bien en forma de "golpes blandos" —Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina—o con violencia —Honduras—, tenía este marco teórico como puerta de entrada.
¡La Lucha sigue!