"Pero ¿por dónde empezar esta obra de rectificación universal, esta obra general de volver al limo primitivo, para una nueva creación, tanto ídolo de barro? Este proceso debiera comenzar por un acto propio e individual de quienes ocupan sitios en los cuadros responsables. Nuestra deficiencia económica hace que no existan líneas justas y precisas en la distribución del trabajo y cada quien espiga aquí y allá, sin propósito perseverante de realizar una obra determinada que le dé fisonomía en los cuadros sociales. El alud que a causa de esa desarticulación original ha sido el proceso de pueblo, mantiene el estado de impreparación y de inseguridad que permite pasar de pulpero a diplomático, de expendedor de sellos postales a técnico de economía, de chófer a perito en suelos y de insignificante bachiller a rector y árbitro de pueblos".
Mariátegui llamaría "falsas repúblicas" latinoamericanas, que nacían dejando fuera de la ciudadanía a las mayorías indígenas y negras. Le correspondería a Robespierre deshacer más tarde ese entuerto. La libertad, la igualdad y la fraternidad debían ser también para las mujeres, para los pobres, para los negros y los indígenas. Pero su cuello terminaría rodando a un cesto. El liberalismo es una teoría normativa de la sociedad, no una teoría positiva. Nos dice cómo interpretar las cosas desde su prisma, no como son las cosas objetivamente. El liberalismo solo veía ciudadanos en las personas blancas, adultas, acomodadas y heterosexuales.
El liberalismo nació comprometido con la limitación de cualquier poder político, pues vio la luz en pugna contra los residuos del feudalismo y la primacía del absolutismo. El neoliberalismo nació, por el contrario, para luchar contra el socialismo. La crisis de 1929 obligó a los liberales a repensarse. De ahí salió una vertiente democrática, el ordoliberalismo. Pero más allá de la teoría, en los desarrollos concretos del neoliberalismo nunca ha dudado en usar con violencia el poder político para construir una "sociedad de mercado", basada en la competencia de todos contra todos. En la bandera donde ondea "Libertad, igualdad y fraternidad" caben todas y todos.
—Correspondería hoy a la herencia de la izquierda renunciara los sueños infantiles de omnipotencia. Su complicidad con el estado actual de cosas viene por creer también en los fetiches (el dinero, las mercancías, el Estado, el patriarcado, el trabajo). La tarea revolucionaria —revolucionaria porque necesita cambiar los esquemas del pensamiento— es entender que son mentira. La revolución como un antídoto contra la tristeza. La catástrofe no nos puede llevar a la luz. La emancipación no viene de la evolución de las cosas, del simple devenir de la lógica económica. La emancipación no puede ser el simple resultado del desarrollo capitalista. No es, "la ejecución de una sentencia dictada por la historia". Muy al contrario, "es la catástrofe la que está programada, no la emancipación; las cosas abandonadas a su discurrir espontáneo únicamente conducen al abismo. Si hay `leyes de la historia´, estas van siempre en el mal sentido; la libertad y la felicidad humana no son nunca su resultado, sino que siempre se logran contra ellas"
¡La Lucha sigue!