Revolución, Reforma y Rebeldía

La crisis del sistema y la imposibilidad de encontrar soluciones desde dentro va a seguir alimentando la búsqueda. Estructura no significa verticalismo. Es tiempo de una implicación social más horizontal. Hay que reinventar la gobernanza, ese concepto que invita a pensar que el Estado ya no se basta para monopolizar lo político, y hacerla democracia. Decisiones políticas nacidas de la discusión, ejecutadas por la organización y supervisadas por una discusión regresada de abajo. Es momento, igualmente, de reinventar liderazgos en todos los rincones de la vida social. Liderazgos que se muevan en el nuevo sentido común que quiere significar la reinvención de la política. Reconocimientos que impliquen diálogos permanentes con grupos de trabajo pero que ahorren los enormes costes de energía que trae consigo la horizontalidad de la asamblea, que en modo alguno desaparece, sino que deja de discutir lo mismo cada vez y cumple sus reglas, sus compromisos de asistencia y sus consensos.

Hay, además, decisiones urgentes en la gestión de un país que reclaman conocimiento. Si se ignoras esta realidad, lo que significas de redemocratización el movimiento nunca tendrá el apoyo de las mayorías del país. Es un gran avance ser un estado de ánimo. Pero si las propuestas implican un salto al vació, ni siquiera a los que apenas les queda algo van a darlo. El pueblo puede estar desesperado, pero eso no les hace estúpidos. Liderazgos y reconocimiento, que no mesías; propuestas y programas, que no catecismos; organización y pautas, que no sectas, cárceles que condenan a enmudecer.

Frente a la libertad reclamada, el corazón de la queja se dirige hoy a la igualdad. La naturaleza rota, el futuro incierto, la violencia cotidiana no soportan más las diferencias que se hacen cada vez mayores en todo de Nuestra América. Por eso también la relevancia de las redes sociales, por su horizontalidad, por su relación entre iguales que se reconocen y tratan como tales. Quien piense en vanguardias clásicas está errando la mirada. Quien no entienda que hacen falta referentes comunes que ayuden a moderar las pretensiones de cada cual, también se equivoca. La complejidad del país reclama explicaciones pedagógicas pero firmes. Por ahí van a nacer esos nuevos liderazgos que van a referenciar soluciones no porque sean vanguardia ni por su fuerza de exigencia, sino por su capacidad de convencer y de reducir incertidumbre.

En el maltrato se reconocen y se reinventan. La lucha contra el autoritarismo durante el siglo XX generó un tipo de partido político. La guerra fría, otro. De la indignación saldrán maneras diferentes de organizarse políticamente. Lo relevante será ver en qué medida se genera un viaje de la ida y vuelta constante al movimiento que marque con su sello las formas de hacer política. No nuevos profesionales, sino nuevos movimentistas que sepan conjugar lo mejor del conocimiento, del compromiso y de la organización.

Frente a un capitalismo rígido y cada vez menos tolerante. El sistema sabe defenderse cuando se le niega o se le combate, pero no sabe qué hacer cuando se ve desbordado. Esa ha sido la estrategia del movimiento en todas partes. "Si la realidad no se parece a la teoría, peor para la realidad." Es la inteligencia del movimiento de preferir la sorpresa de la acción a caer en la estrategia de la violencia: ahí gana seguro el Estado. Reinventarse para dejar claro qué ofrece como alternativa al modelo capitalista y a la crisis neoliberal. Mantener su capacidad de resiliencia al tiempo que busca incidir además de en las conciencias. Esta nueva política siempre ha sido un gran parlamento popular que sirve para politizar a los que no estaban y también para repolitizar a los que venían trabajando en lo colectivo.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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