A efectos de comprender con mayor precisión los factores y elementos que marcan, componen y mutan la situación de los Estados en el ámbito internacional, convirtiendo a unos en Estados subordinantes y a otros en Estados subordinados –situación relativa y, por naturaleza, cambiante–, nos ha sido necesario elaborar una nueva categoría de análisis interpretativo. Esta categoría, a la que denominaremos "umbral de poder", no consiste en una mera "invención" –arbitraria o caprichosa–, sino en un concepto operativo que nos permitirá exponer, de modo sintético, una serie de parámetros que existen y se desenvuelven en el transcurso de la realidad histórica de las naciones y que determinan su situación relativa frente a las demás.
Así, por "umbral de poder" entenderemos, en lo sucesivo, un quantum de poder mínimo necesario, por debajo del cual cesa la capacidad autonómica de una unidad política. "Umbral de poder" es, entonces, el poder mínimo que necesita un Estado para no caer en el estadio de subordinación en un momento determinado de la historia. De su naturaleza histórica y relativa deviene, en consecuencia, la naturaleza "variable" de ese umbral de poder. En la Asamblea General de Naciones Unidas, tanto la República Dominicana, Jamaica, Madagascar como Estados Unidos o China, tienen un voto, valen un voto. Sin embargo, en la misma institución que consagra la igualdad jurídica de los Estados aparece el Consejo de Seguridad para hacernos recordar que todos los Estados son iguales, pero hay algunos más iguales que otros.
El umbral de poder necesario para que un Estado no caiga en el estadio de subordinación está siempre relacionado con el poder generado por los otros Estados que conforman el sistema internacional. Cuando una o varias unidades políticas aumentan considerablemente su poder provocan un cambio sustancial en el umbral de poder que las otras unidades políticas necesitan para no caer en el estadio de subordinación. Así, cuando se produjo la formación de los grandes Estados nacionales: el español en 1492, el francés en 1453 y el inglés en 1558, estos elevaron el umbral de poder y las unidades políticas que no lograron convertirse en Estados nacionales –como las ciudades-estado de la península itálica– se convirtieron, progresivamente, en Estados subordinados. A su vez, cuando Gran Bretaña se convirtió en el primer Estado nación en realizar plenamente la Revolución industrial –inaugurando la categoría de Estado-nación-industrial–, elevó el umbral de poder que los otros Estados miembros del sistema necesitaban alcanzar para poder mantener su capacidad autonómica, es decir, para no caer bajo la subordinación británica.
Cuando el 2 de febrero de 1848, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, México se vio obligado a ceder la ancha extensión de territorio que iba de Texas a California, Estados Unidos se convirtió en un Estado continental. Los territorios arrebatados a México, sumados a los territorios que Estados Unidos había ganado en Oregón y en el suroeste, llevaron su superficie a unos 7 millones y medio de kilómetros cuadrados, es decir, un territorio casi igual en extensión al de toda Europa. Luego, con la victoria del norte industrial sobre el sur esclavista y agrario se empieza a engendrar un nuevo y gigantesco Estado-nación industrial –que inaugura una nueva categoría de Estado: el Estado-nación-continental-industrial, que progresivamente eleva, una vez más, el umbral de poder. Por lo tanto, a partir de la plena realización industrial de Estados Unidos, empezó a aparecer claro que a las otras unidades políticas del sistema internacional solo les sería posible mantener su capacidad autonómica plena si lograban conformar un Estado nacional industrial de superficie y población semejantes a la de Estados Unidos, es decir, de superficies continentales.
Los conceptos de "umbral de poder" e "impulso estatal" conducen pues, necesariamente, al análisis de los elementos que conforman el poder de un Estado. El poder de un Estado está conformado por un conjunto de elementos tangibles e intangibles interrelacionados. Este conjunto de elementos está permanentemente afectado por los cambios tecnológicos y culturales. Para construir poder es necesario interrogarse, constantemente, sobre cuáles son los factores que otorgan a un Estado el poder mínimo necesario para mantener su autonomía, dado que estos factores se ven, como ya afirmamos, permanentemente transformados por la evolución de la tecnología.
Los elementos del poder no son factores estáticos ubicados en una especie de mundo de las ideas platónicas, sino elementos dinámicos que la lluvia de la historia puede, como en el caso del agua aplicada al cemento, disolver o solidificar, pero, sobre todo, transformar. Habitualmente, suelen confundirse los términos "desarrollo económico" o incluso "riqueza nacional" con "poder nacional". Este último requiere del desarrollo económico, pero el desarrollo económico no garantiza, por sí mismo, el poder nacional. A fin de mantener a los Estados periféricos en situación de subordinación permanente se sostiene, desde los Estados centrales –y las élites subordinadas ideológicamente lo repiten acríticamente en los Estados periféricos–, que el desarrollo de la riqueza nacional es más importante que la construcción del poder nacional.