La Lucha por la realización

Hoy, que ya se ha enfriado la discusión, nos podemos dar cuenta de la expectación fanática que la llamada del Comandante Chávez despertaría en Venezuela y en el mundo entero; debe haber sido un clamor de las almas, un despertar de la conciencia de todo un pueblo.

¡Cuán emocionante es la imagen de la conciencia destrozada de un hombre que vacila y que cae bajo el peso de su responsabilidad en vez de rodearse de una aureola de santo! Ni la admiración del mundo entero, ni la complaciente divinización por parte de sus adeptos, ni el continuo reguero de peregrinos que acude sin interrupción, ni toda esa aprobación ruidosa y entusiasta, nada de esto, en fin, engaña a ese espíritu siempre en guardia, a esa conciencia íntegra, y de lo que hay de anhelo de fama escondido dentro de su humildad; no le pasa por alto, que el curso de los años, se ha mezclado en su voluntad revolucionaria, antaño tan pura, una buena porción de insinceridad y de, a causa de esa continua confusión "coram publico". Con crueldad insaciable, llega a dudar el Comandante, en esa simbólica autopsia, hasta de la honradez de su fe primitiva. Con angustia dice por boca de su doble: "Pero, ¿no había por lo menos la intención honrada de servir al pueblo?"

Pues ese hombre incansable tiene el encargo del destino de luchar por la verdad hasta el postrer momento. Un último trabajo espera ser terminado; éste ya no se refiere a la vida, sino a la muerte que se aproxima; los últimos esfuerzos han de ser para dar forma a una muerte digna y ejemplar y para ello reúne todas las fuerzas que le quedan. En ninguna de sus obras ha trabajado tanto tiempo y tan apasionadamente el Comandante como en su propia muerte; ningún problema ha sido estudiado por él con tanta minuciosidad como éste de la muerte: como un verdadero revolucionario, nunca satisfecho de su obra, quiere ahora entregar pura y sin mácula, al pueblo, esa que es la última y más humana de sus acciones.

Esa lucha por una muerte pura, inmaculada, se convierte en la batalla decisiva de esa guerra que ha durado cincuenta y ocho años y sería la batalla que más sacrificio exige, pues ver contra su propia sangre. Esta espera es como una fiebre de su conciencia; ese escuchar su corazón es ya como un temblor único y monstruoso. Y se siente desoído por el destino.

Entonces, a la hora justa y exacta, una voz suena en su interior: "Levántate; toma la capa y el cayado de peregrino". Y él reúne todas sus fuerzas y parte hacia su consumación.

Pero ese terrible lastre de su vida, de su doctrina, la gloria tentadora, no ha abandonado aún a su víctima. El pueblo no permite que "su" Chávez sea dueño de su propia voluntad. No, la fama no deja escapar a su prisionero; el pueblo no lo permite; no se pertenece, a sí mismo ni, puede aún no tiene suficiente con esta paz; teme ser perseguido y arrastrado de nuevo, en su destino incierto. Ya la Muerte extiende su sudario para cubrirle y ocultarle así de sus perseguidores. Esa vida inaudita se defiende todavía de esa muerte inaudita también. El día 5 de marzo de 2013 muere él, que es inmortal. Sólo entonces el eterno investigador de la verdad sabe ya el sentido y la verdad de toda vida.

—El hombre ha muerto, pero su relación con el pueblo perdura aún, y no como en su vida, sino mucho más fuertemente; y sus efectos se elevan de su sabiduría y de su amor y, como todo lo vivo, crecen sin pausa y sin fin.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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