Hacer un análisis, desde el comportamiento ciudadano y el ejercicio del voto, es vital en este momento de profunda crisis política que vive el país, de cara a estas elecciones parlamentarias. No voy a tocar otro aspecto más que el político en mi análisis, dado el contexto actual de circunstancias que se avecinan y se subestiman desde la estructura política de poder, así como subestiman al pueblo mismo en su esencia democrática a la hora de votar.
Pareciera que quieren llevarnos por un corral para direccionar nuestra intención de voto hacia los mismos de siempre; políticos desgastados, carentes de propuestas, sostenidas por el mismo discurso agotado, desprovisto de creatividad pero abrazado a la maquinaria manipuladora de un partido sectario que procura oxigenarlos a la vieja usanza adeca, basada en aquello de votar por un burro si el partido lo llegase a colocar de candidato.
Desde allí, se observa el allanamiento al espíritu democrático del 62 constitucional, demostrado en el aplastamiento de la iniciativa popular para escoger desde las bases figuras auténticas que interpreten su voz como mandatarios y no como "paladines de la incapacidad", amparados en la impronta de Chávez para destruir desde sus ambiciones y miserias su herencia política libertadora.
Chávez, el nuestro, el popular, quería a un pueblo movilizado bajo una dinámica electoral permanente. Votar por todo, acordar entre todos, acertar o equivocarnos, reconstruir y volver a empezar, pero incluidos todos, bajo la sagrada decisión popular, desde las organizaciones de base, el consejo comunal, la comuna, hasta las instancias más complejas de vocería popular. Rescato el término vocero porque hemos ido retrocediendo hacia la figura del representante, ese que hoy no representa ni obedece, sino que ningunea humilla y aplasta, si se ve amenazado en su zona de confort creada desde la arrogancia del cargo y la opulencia inocultable a expensas del hambre y la necesidad de la gente.
Hoy estamos a las puertas de repetir la experiencia de 2015, iniciando con la imposición a dedo de esas figuras desgastadas o a la sombra de nuevas, sustitutas, encargadas de la tarea de no sucumbir ante la rabia de un pueblo esquilmado por quienes han desvirtuado el espíritu de Bolívar y Chávez encarnado en una revolución auténtica, popular y soberana llevada a menos por incapaces.
Más allá del ejercicio de votar, el pueblo se prepara para asumir la renovación de liderazgos, para imponer su autoridad, campeando las maniobras por acorralarlo. Queda saber si aún tocados por la pandemia, los mismos seguirán optando pese a su propia salud o dejarán en manos de segundones el cuidado de sus intereses. Me niego a ser considerado traidor al ir en contra del tradicionalismo cuartorepublicano que ha infectado como un cáncer a la revolución. Me declaro rebelde ante el desvío hacia la derecha, que demuestra la incapacidad de quienes nos dirigen para mantener la lealtad jurada ante nuestro Chávez. Es momento de una revolucionaria y urgente renovación como punto de inicio para la reconstrucción del verdadero proyecto chavista. Aquí no pueden seguir habiendo pactos entre burgueses tradicionales y nuevos burgueses que amenazan de traición al que disiente en una democracia que hace tiempo ya no es participativa y protagónica.
La reconstrucción inicia con la participación independiente, desde la unión de comunes en torno al Chávez originario y se sienta en su ideario desde un voto emancipado y transparente que dará mucho de qué hablar el próximo 6D.
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