Esa es la historia de Venezuela

"La falsa imaginación, el exceso de vanidad y la falta de veracidad han creado una larga serie de mixtificaciones y mixtificados. Y no es política ni obra del pueblo esa de andar alcahueteando la mentira. El "destacado" y el "bien preparado", calificativos de los cuales abusan los medios de comunicación, han hecho mucho mal en nuestros pueblos".

Tan pronto cae un presidente todo es entusiasmo y optimismo, achacándosele al caído el origen de todos nuestros males. Cuando murió Gómez, todo el mundo juró que el país saldría adelante, y no habían pasado dos años cuando lo echaban de menos, por el embochinchamiento que cayó sobre de Venezuela.

Los políticos profesionales son la peor fauna que existe sobre la tierra de Bolívar. Con excepción hecha a Juan Vicente Gómez, que sin mandar mucho sinceró su mandato, todos los que han gobernado a Venezuela o aspiran a hacerlo. Desde Páez hasta nuestros días, estimula la oclocracia, por más que hagan lo que les venga en ganas, robándose todos los reales que puedan para irse luego a vivir como aristocráticos en Miami.

Los mandatarios, por omnipotentes que sean, no pueden inventar nada popular. En Venezuela pueden robar, matar y atropellar las leyes, como pueden ser respetuosos de ellas, administrar los fondos públicos con probidad o proteger la libertad de prensa. Todas esas posibilidades son aceptables y permisibles para los venezolanos. Corresponde a los hombres providenciales elegir y poner en marcha un estilo de gobierno contenido en los gobernados. Hay actos que los gobernantes en Venezuela están impedidos de hacer: como es entregarle el país a los extranjeros, padecer de aberraciones sexuales o ser debiluchos, temerosos e indecisos. Los reyes deben ser sobrecogedores, envueltos por un nimbo de energía, que ante su presencia se doblegan, cual si fuesen una divinidad, el más pintado de los hombres. Páez, Guzmán y Gómez marcaron con su estilo y su forma de gobernador cinco generaciones de venezolanos, desde los albores de la República hasta nuestros propios días. La aparición y sustitución del uno por el otro determinó una brecha histórica. Con ellos insurgieron cambios sustanciales en la vida del país. A cada golpe, se renueva la clase dirigente, conciencia y brazo ejecutor de los reyes de la baraja. Si por el maridaje de los mantuanos con los libertadores y los pulperos de Páez se mantiene cojitranco al régimen colonial, con Guzmán, y a pesar de él, despunta la oclocracia, el poder del pueblo soberano, al que hay que consultar o halagar por más que se le frustre en sus ideales e intereses. Con la Guerra Federal, que lleva a Guzmán al poder supremo, queda bien sentada, y para siempre, la conciencia de igualdad del pueblo venezolano, que de tanto extremarse nos ha llevado a la anarquía. Al desaparecer el orden jerárquico impuesto desde la Colonia, todo aquél que tuviese arrestos de jefe se sentía capaz de asumir los más rangos del poder, a despecho de su ignorancia o de su humilde origen. Con Juan Vicente Gómez la forma de gobernador fue diferente a la de sus predecesores. Si Páez pretendió resguardar el antiguo orden colonial de la insurrección popular que amenazaba con derruirlo, Guzmán se valió de ella para entronizarse en el poder. Gómez fue un fenómeno nuevo en la dinámica política. Si por más de cuarenta años Venezuela fue campo de Agramante entre llaneros, corianos y caraqueños disputándose la hegemonía, por cuestión de topografía y de proximidad, las diferencias entre los caudillos regionales fue disolviéndose por obra del desgaste. Más que caos, tragedia o cataclismo, como lo quieren los tontos graves, lo que sucedió a la Guerra Federal, salvo dos excepciones, fue una mamadera de gallo de muchachos fastidiados jugando a la guerra. Cuando se cansaban de andar como almas en pena echando tiritos, se reconciliaban entre terneras y abrazos. Los adversarios de ayer se transformaban en los camaradas de hoy, unidos por el recuerdo de risibles campañas épica y por vínculos consanguíneos y de compadrazgos, repartiéndose el poder en pequeñas o grandes parcelas. Había un germen de malestar, sin embargo, que venía incubándose desde los orígenes de la nacionalidad: Los Andes, la más rica región venezolana, intocada en sus montañas por las guerras de la Independencia y de la Federación, que asolaron al país de un extremo al otro. Los gobiernos centrales, que habían arropado a las provincias con el manto de la venezolanidad, le negaron a los Andes este derecho. Se les trataba, tal cual como si fuesen colonias tramontanas. El malestar cundía en el país de las altas montañas. Los jefes militares enviados por los gobiernos centrales y las huestes que comandaban, actuaban en los Andes como fuerzas de ocupación. Los años de aislamiento con el resto de Venezuela, el tipo de economía, la raza, costumbres e idiosincrasias de los andinos hacía de ellos una nación diferente, que antes de provocar la secesión, como hubiese sido lo lógico, invadieron a Venezuela, como hace una nación soberana contra otra. Si antes la guerra tuvo por factores la lucha de clases y la pugnacidad regional, la intromisión de los andinos en la vida nacional señaló un cambio sustancial en nuestra vida política, como sucede en todo el país que es vencido y ocupado por una potencia extranjera. Si hasta aquel momento los presidentes de Estado, al igual que los jefes civiles, eran nativos de sus propias regiones, a raíz de la ocupación andina el alto y pequeño poder de fuego quedaría en manos de los montañeses. Si hasta 1899 los ministros y los políticos de oficio eran reclutados entre unos pocos apellidos, Venezuela contemplo son estupor la presencia en los gabinetes de ilustres descocidos, sin otros méritos que ser de "allá". Si antes los patieros y pisatarios abandonaban los fundos cuando les venía en gana, Gómez los retrotrajo a la condición de siervos de la gleba. La conciencia de igualdad social, que tan hondo había calado en los venezolanos, fue relegada al olvido. En aras de la paz, Juan Vicente Gómez holló, quebró y descuartizó los más elementales principios del derecho de gentes. Más y mejor que nunca puede decirse que con Gómez Venezuela fue diferente; si los mandatos de Páez y de Guzmán señalan una brecha histórica, el Benemérito hizo de ella un zanjón, un precipio infranqueable, como lo estamos viviendo y sufriendo en nuestros días.

Que hay tres hombres, que para bien o mal, han gobernado en Venezuela en forma omnímoda, imponiéndole a los venezolanos y hasta los tuétanos su estilo de vivir. Páez fue el primero; Guzmán, el segundo y Juan Vicente Gómez, el tercero… Los presidentes de Venezuela nunca fueron presidentes sino monarcas vitalicios por varias generaciones. Y si bajo su influencia, otros ostentaron la banda presidencial, no fueron más que títeres o muñecos de ventrílocuos hablando con voz prestada. El estilo de vida que impusieron y la corte que los rodeó, prosiguió aún en su ausencia física. Tal como sucedió con Páez y Guzmán en el exilio, o con Juan Vicente Gómez después de su muerte.

—Páez todos los reales que robaron los llevo para Nueva York, Guzmán los llevo para Paris, Gómez todos los reales que tenía los dejó en Venezuela, no puso a reguardo ni un solo centavo en el exterior. Designó al pueblo venezolano heredero de su fortuna. Los nuevos gobernantes y la clase dirigente, hasta nuestros días, sacando sus churupos (robados) para Miami. Gozando como aristócratas.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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