Los antipoliticistas

"La Revolución no está terminada; porque los ricos consumen todos los bienes y mandan exclusivamente, mientras los pobres trabajan como verdaderos esclavos, se consumen dentro la miseria y no son nada dentro del Estado. Nadie puede por acumulación de todos los bienes, privar al pueblo de la instrucción necesaria; la instrucción debe ser común. El fin de la Revolución es destruir la desigualdad y restablecer la felicidad de todos".

La democracia nos impone más obligaciones y deberes que nos confiere privilegios y derechos. Y el primer deber que la democracia nos impone es el de interesarnos en el manejo de la cosa pública, de la "respública".

"¡A mí, el Gobierno no me da nada!" Esta es la tontería estereotipada con que no pocos egoístas y otros vividores se sacuden cuando se les solicita para que tomen puesto en las luchas políticas. Y no reflexionan si no es que, aunque el Gobierno nadas les dé, no les quita algo, y les quita precisamente por su abstención de la vida pública. El que desdeña tomar parte en la vida política, siquiera como elector activo, figurando en un partido, acudiendo a mítines y reuniones públicas, no tiene luego derecho a quejarse si alguna disposición legal o meramente gubernativa le perjudica en sus intereses.

Lo otro, lo de la intrusión de agitadores políticos, a quienes se califica de elementos extraños, tiene mucha más gracia todavía. Esos señores capitalistas se imaginan que la contienda es entre ellos y el pueblo trabajador tan sólo, y que todos los demás ciudadanos no tenemos otro papel que el de meros espectadores. ¡Valiente idea tienen de la solidaridad social! El socialismo es y debe ser política. Y la abstención del Estado en estas luchas es una vieja doctrina manchesteriana que apenas hay quien se atreva a propugnar.

Y esta acusación de que se entremete la política en las luchas económicas entre el capital y el trabajo, esta ridícula acusación han dirigido algunos neoliberales inconcientes. La política no es una especialidad; la política es una forma de concebir, plantear y resolver todo problema. La política es una envolvente de todo problema público. Hay política económica, política religiosas, política sanitaria, política cultural, las grandes cuestiones humanas en una democracia.

Donde el pueblo se desinteresa de la política, decaen ciencias, artes y hasta industrias. Lo cual no quiere decir, que se deje absorber por entero de cierta agitación política sin contenido doctrinal. Y aun de esta agitación acabará por surgir doctrina.

Lo que sí ocurre es que en los períodos de intensa fiebre política parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo. Los espíritus absortos en esas candentes luchas parecen desinteresarse de los problemas de la vida y la cultura. Pero éstas trabajan por dentro, y trabajan merced a la agitación política.

Con lo que tenemos que procurar acabar todos es con el sentimiento antisocial, o insocial, que se esconde debajo de aquella frase de "el Gobierno nada me da." Todos los Gobiernos de todos los países dan y quitan mucho —con frecuencia quitan más que dan— a todos los pueblos por ellos gobernados. Y donde no hay una intensa vida política, la cultura es flotante, carece de raíces.

—Mientras la tierra no sea de propiedad comunal; mientras haya quienes adondequiera que vayan, tengan que pisar tierra ajena y no encuentren propia sino aquella que les tengan que dar de sepultura luego que hayan muerto; mientras tanto no se puede hablar de libertad de contratación.

"El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por peores hombres".

Platón.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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