—El Diario nos sirve, desde luego, como estimulante para continuar su desarrollo progresivo, para observarse a fondo y para "vigilar nuestra propia vida". No pensamos aún tan sólo para quien lo escribimos ni nos ocurre que pudiera ser por motivos literarios, para aporrea.org., periódicos, revistas o para ser publicado en otra forma. Obedece sencillamente a un impulso de escribir sin ningún objetivo y lo hacemos, guiado por una exigencia moral.
La provocación que se nos hace a la lucha desatentada y brutal, en vez de dejarnos hacer tranquilamente la propaganda del socialismo, completar nuestra organización y llegar por los medios pacíficos, y después de un maduro estudio, a la realización de la justicia, que es o que nos proponemos, en bien de esta misma sociedad burguesa que nos tiraniza y explota. Las calumnias de que somos objeto por parte de la burguesía, y por los dirigentes mismos encargados de velar por el derecho y de sostener la verdad.
"Resulta imperativo, en una época masificante y hedonista como la nuestra, contradicha por abismos de miseria, de neurosis, de taras heredadas y de adicción a las drogas como medio de escape destructor, luchar por el afinamiento de aspiraciones cualitativas del alma y no entregarse al personalismo cuantitativo alimentado por la publicidad del consumo. El mayor paso de avance en el camino de una humanidad capaz de disfrutar de otros bienes que los ofrecidos por la industria consumista: basta de cosas inermes y sin alma deslizándose interminablemente, hacia el río de la existencia, hacia la desembocadura en el mar de la nada, tan semejante al caos original arquetípico".
Pero, ¿cuál es el enemigo a que hemos de resistir sin el empleo de la fuerza? A ninguno otro más que a la fuerza misma, a la fuerza absoluta, sea donde sea que se encuentre; tras las aspiraciones del pueblo, tras la prosperidad nacional, expansiones coloniales del imperialismo; y aunque el ejercio de la fuerza se justifique falsamente por medio de ideales filosóficos o patrióticos, no debemos dejarnos engañar por eso. La fuerza es siempre, en vez de algo que favorezca la fraternidad de los pueblos, el apoyo de algún grupo aislado que, por esa misma razón, eterniza la fe. Todo poder significa posesión, tener, querer tener más; por eso, toda la desigualdad comienza en la propiedad.
El deseo de verdad ha ido creciendo con el conocimiento de su "yo", ya ha conocido toda forma variable, múltiple y profunda de la verdad, sentemos ahora el temor de la responsabilidad del que busca la verdad y ese temor nos paraliza. Siente temor ante su insuficiencia, ante la falta de honradez "que forzosamente va unida a toda historia íntima"; tememos que "aunque no haya mentiras, pudiera ser una mentira por la falsa colocación de luces que iluminara directamente lo bueno y dejáramos en la penumbra lo que fue malo". Cuanto más contemplamos los peligros, el moralista que ya piensa en los otros, es decir, en los efectos, tanto más nos sorprende la imposibilidad de hacer pasar el alma sana y salva entre el amor propio y de la franqueza y, precisamente por respeto a la verdad absoluta, suspendemos esa tarea moral, moral desde el punto de vista de lo bueno y de lo malo.
Sabemos ciertamente que el anhelo de verdad, siempre distinto, a modo de un retrato cinematográfico, moviente, variable, en vez de una sola imagen rígida e inerte. Toda la existencia, expuesta en sus escritos, toda la humanidad normal, sana, equilibrada, nunca anómala o patológica, es decir, el ejemplar perfecto de la especie, el eterno "yo" y el "nosotros", de tal manera que, vemos en lo escrito palpitante y viva, toda esa misma Humanidad.
—El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por peores hombres.
Platón.
¡La Lucha sigue!