Los elementos de la comunidad

Más falso aún que hablar de una "cultura colonial" sería procurar diseñar una "economía colonial", no solamente por el hecho de no haberse tratado las provincias como factorías, sino por la realidad histórica de las cambiantes circunstancias económicas entre una y otra provincia y en cada región, a lo largo de los siglos. También cambió la política económica entre los Austrias (siglos XVI-XVII) u los Borbones (siglo XVIII, así como variaron las circunstancias de todo orden. Los hechos demuestran que no existió rígido monopolio comercial metrópoli-provincias, sino que hubo el natural intercambio entre unas y otras, con las restricciones y medidas de política que también privaba para la España peninsular.

La imagen de pobreza general de las provincias venezolanas ha sido ya quebrantada por los numerosos estudios realizados, especialmente por los del historiador Eduardo Arcila Farías. Hubo, ciertamente, períodos de pobreza, como hubo épocas de gran prosperidad en las diferentes provincias. Cubagua fue la primera ciudad rica, gracias a la producción de perlas; el cabo de la Vela, en provincia de Venezuela, fue un centro de activa explotación, que permitió mantener viva la Hacienda Real durante largo tiempo; Margarita fue un centro comercial y naviero el primer orden, entre 1574 y 1620 por lo menos,, gracias a las perlas. Cumaná tuvo las salinas de Araya, muy activas durante dos siglos. Venezuela empezó pobremente, sin minas. Pero en el siglo XVII su riqueza agrícola comienza a ser considerable hasta llegar a convertirse en un extraordinario progreso en el siglo siguiente. Maracaibo fue centro comercial de activismo, como Gibraltar en la culata del lago. Las provincias andinas (La Grita-Mérida) tuvieron una economía de subsistencia, basada en la agricultura y en el comercio de transición entre Venezuela y el Nuevo Reino.

El siglo XVI pudo caracterizarse por una economía básicamente minera: perlas y oro. Pero no sería posible generalizar porque ya desde entonces la agricultura y la ganadería entraron en juego. Los siglos XVII y XVIII fueron fundamentalmente agrícolas, con el cacao y el tabaco como productos centrales. Pero no se detuvo la actividad minera, y la ganadería entró en su apogeo. Todavía en el siglo XIX, Bolívar fundamenta su reforma hacendística en la renta del tabaco. Minería, agricultura, ganadería y comercio fueron las actividades económicas de las provincias con mayor o menor grado en unas u otras, y con épocas de prosperidad y decadencia que dependían de factores naturales unas veces, de las guerras otras, o de simples reveses temporales. Venezuela alcanzó en el siglo XVIII una excepcional prosperidad, hasta el punto de que cuando en 1835 (después de la tremenda guerra de Independencia) se negocie la división del pago de la deuda colombiana entre las tres repúblicas separadas, Joaquín Mosquera, neogranadino, propone que se tome en cuenta no sólo la población de cada república, sino su riqueza, pues Venezuela, menos poblada, era sin embargo más fuerte económicamente. Lo había sido durante todo el siglo XVIII, y por eso la provincia logró mantenerse fuera de la tutela del virreinato de Santa Fe. Venezuela se hace pobre en el siglo XIX, entre 1830 y 1935, tiempo de la depresión, después de la cuota dada a la guerra de Independencia, agravada la represión económica por la anarquía, las guerras civiles –especialmente con la llamada Federal– y el asalto al poder. En el siglo XVIII se observa la prosperidad incluso en las manifestaciones artísticas. Boulton puede afirmar: "La presencia en nuestro medio de este género de pintura (retratos) corresponde a un momento de la evolución histórica venezolana en el que las clases altas de la sociedad habían alcanzado un indudable bienestar económico. Esas imágenes que indican ciertas normas de vida, son el reflejo de la ascendente riqueza de la provincia de Venezuela, que marchaba paralela con su auge cultural".

En 1728, si se establece un monopolio, con la creación de la Real Compañía Guipuzcoana. Encontró dura resistencia, manifestada en sublevaciones como la de Andresote, 1730-1732, en los valles del Yaracuy, y principalmente la de Juan Francisco de León, en Panaquire, cerca de Caracas, que se alza con los campesinos y el apoyo de los hacendados, toma Caracas y casi da un golpe de Estadio en 1749.

—Fue el historiador Rafael María Baralt (1810-1860) quien trazó el esquema sobre las "clases sociales" para todo el período provincial, en la misma forma rígida en que se vislumbró para la historia general. La "época colonial" era en esa visión esquemática, un gran cuadro que empezaba en el descubrimiento y terminaba en la independencia. En el capítulo XVI de su Historia (1841), titulado "Población", entrega Baralt el esquema: "La población de Venezuela era tan heterogénea como sus leyes. Hallábase dividida en clases distintas, no por meros accidentes, sino por el alto valladar de las leyes y de las costumbres. Había españoles, criollos, gente de color libre, esclavos e indios.

En términos generales, y antes de nuestro historiador, Humboldt clasificó los grupos sociales hispanoamericanos, dándoles la denominación de castas. Las palabras de Humboldt son éstas: "La población mexicana está compuesta de los mismos elementos que la de las demás colonias españolas. Hay siete castas distintas: 1ª, los individuos nacidos en Europa, llamados vulgarmente gachupines; 2ª, los españoles criollos, o los blancos de raza europea nacidos en América; 3ª, los mestizos, descendientes de blancos y de indios; 4ª, los mulatos, descendientes de blancos y de negros; 5ª, los zambos, descendientes de negros y de indios; 6ª, los mismos indios, o sea la raza bronceada de los indígenas, y 7ª, los negros africanos. Dejando a un lado las subdivisiones, resultan cuatro castas principales: los blancos, comprendidos bajo la denominación general de españoles; los negros; los indios, y los hombres de raza mixta, mezclados de europeos, de africanos, de indios americanos y de malayos; porque con la frecuente comunicación que hay entre Acapulco y las Filipinas, son muchos los individuos de origen asiático, ya chino, ya malayo, que se han establecido en Nueva España". José Gil Fortoul (1861-1943) acogió a Humboldt para su esquema a Venezuela, con estos términos: "En las Indias Occidentales se distinguen siete castas, a saber: 1ª, los españoles nacidos en Europa; 2ª, los españoles nacidos en América, llamados "criollos"; 3ª, los mestizos, descendientes de blanco e indio; 4ª, los mulatos, descendientes de blanco y negro; 5ª, los zambos, descendientes de indio y negro: 6ª, los indios, y 7ª, los negros, con las subdivisiones de; zambos prietos, productos, de negro y zamba; cuarterones, de blanco y mulata; quinterones, de blanco y cuarterona, y salto-atrás, la mezcla en que el color es más oscuro que el de la madre. En Venezuela, a todas las personas que no eran de raza pura se les llamaba habitualmente pardos, casta que a fines de la colonia componían la mitad de la población total. Los domingos y fiestas podía verse en los templos de Caracas un cuadro vivo de las castas. A la catedral concurrían preferentemente los blancos; a la Iglesia de Candelaria, los isleños de Canarias; a Altagracia, los pardos, y a la ermita de San Mauricio, los negros".

La observación directa de Humboldt y la apreciación positivista de Gil Fortoul señalan muy claramente que el mestizaje había culminado en el siglo XVIII, es decir, que las castas no eran tales, sino que, por el contrario, se produjo una gran movilidad que origina la heterogénea composición racial. Si se toma como base el dato suministrado por Humboldt para la población venezolana en 1800, que sitúa en 900.000 habitantes, resultará evidente que el mestizaje, proceso de igualación social, es predominante. En efecto, el 50% de esa población es parda; el 20% la forman criollos blancos, es decir, una cierta aristocracia provincial parapetada en los Cabildos, en las oficinas de Gobierno y en la propiedad de la tierra. Los indígenas estaban ya reducidos a unos 160.000 individuos, incluidos en el cálculo los marginales; los esclavos negros alcanzaban a unos 90.000 y los blancos peninsulares y canarios a doce mil. Se trataba, desde luego, de una sociedad clasista, de acuerdo a la ley y a la costumbre. Paro sociológicamente vinculada a una mayoría mestiza. Ese viejo mestizaje, igualitario, comienza a bullir en el siglo XVI i está cuajado en el XVIII, La comunidad está formada.

Dos instituciones sirvieron de base a la formación de la comunidad provincial, en las cuales se realiza el mestizaje y se afianza la economía de corte feudal. Una es la encomienda y otra la misión. La encomienda distribuye la tierra entre los conquistadores y sus sucesores. Para que la encomienda, que es el origen de la hacienda, del latifundio, funcione, debe disponer de mano de obra. El sistema de explotación de los indígenas se liga, de ese modo, a una institución económica, base de la agricultura y la cría, desde 1541 a 1718. La misión, en manos de las Órdenes religiosas, sustituye a la conquista armada. La importancia de las misiones se deja sentir principalmente en el oriente, en los Llanos y en el Sur. Gran parte de los pueblos de Nueva Andalucía y de Guayana tienen su origen en una misión. Por supuesto que no convirtieron al indio a la fe cristiana ni lo ganaron para la "civilización". Sólo aligeraron el proceso de mestizaje.

La esclavitud, que no desaparecerá como institución legal hasta muy entrado el siglo XIX, en plena república (fue abolida en 1854), se concentra en los negros. Los indígenas, vasallos de la Corona, no eran considerados como esclavos. Sólo en algunas oportunidades, en la primera mitad del siglo XVI, se les trató como tales. Otra cosa fue la injusticia social, el maltrato a los indios, igual en la época de la monarquía y en la época republicana, en el siglo XVI que ahora, en el siglo XX. Los esclavos negros también contribuyeron al proceso de mestizaje viejo, raíz de la comunidad venezolana.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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