Venezuela y la insuficiencia de las teorías económico-sociales

No es necesario recurrir a estadísticas para afirmar que la delincuencia en Venezuela, los diarios es insuficiente para dar noticias de los innumerables atropellos. El robo a mano armada, el cohecho, la estafa en pequeña y gran escala florecen en todos los ambientes; las ciudades, de noche, parecen ciudades en estado de sitio; los campos, escenarios de guerra civil. A pesar de la suavidad de nuestros sistemas penales y de la manifiesta inhabilidad de la policía.

Si en los países evolucionados, delitos menores se acompañan casi siempre de la correspondiente denuncia ante las autoridades, en Venezuela, por las razones que señalamos, buena parte de las víctimas se abstienen de hacerlo; incluso en circunstancias graves, como es el caso de atracos a mano armada o de agresiones contra las personas. No obstante tan significativa sustracción, las estadísticas delictivas de Venezuela son de diez a veinte veces mayores que en las referidas entidades.

Si el robo, la estafa y la agresión a mano armada suelen sustraerse de las estadísticas criminales, no sucede lo mismo con el homicidio y el suicidio. Es muy difícil que hechos de esta naturaleza puedan evadirse del conocimiento público y, por ende, de su expresión estadística.

Numerosos y variados factores han sido invocados para explicar nuestra elevada y creciente criminalidad; desde la tentadora y sobada explicación económico-social hasta los problemas psicológicos que determina en los hogares venezolanos la ausencia del padre. Se habla de éxodo rural, de ingesta alcohólica, de inmigración interna y externa, de incremento violento de la población en las áreas urbanas, de transculturización, de la crisis ideológica que vive el mundo occidental, de la quiebra de los valores, del clima, de la raza, de la ilegitimidad, del sistema democrático y del código penal. Si analizamos con objetividad los pretendidos factores causales, nos vamos a encontrar con una serie de sorpresas, como lo es, por ejemplo, la influencia que en el aumento de la delincuencia han tenido la riqueza, la alfabetización y el saneamiento. El nivel de instrucción de la población penal de Venezuela, lo mismo que el rango social de los penitenciarios, está un poco por encima del nivel medio de la población.

Desde los más remotos tiempos es conocida la influencia que ejerce el clima cálido sobre la sensualidad, la pereza y el temperamento agresivo. Los meridionales de toda Europa son ostensiblemente más sensuales, epicúreos y explosivos que los septentrionales. La criminalidad aumenta sensiblemente del Norte al Sur en España, Portugal e Italia. El suicidio y las crisis depresivas son, por el contrario, mucho más frecuentes en invierno y más en los países nórdicos, siempre brumosos, que en los mediterráneos. La relación de la primavera con la aparición de los estados depresivos es muy significativa; lo mismo que la tradicional relación de la luna llena con las psicosis y la epilepsia (de ahí viene el término "lunático"). El sirocco en Italia se traduce en nerviosidad de la población.

Por todo lo expuesto, tenemos derecho a inferir que ninguna de las circunstancias ambientales invocadas hasta ahora es suficiente por sí sola, ni todas juntas, para explicar nuestra desmesurada tasa de hechos sangrientos. ¿Debemos volver nuestras interrogantes al hombre y mujer venezolanos? Ferri decía que en materia de homicidios el acento fundamental de la causalidad recae más sobre el hombre enfermo que sobre la circunstancia, de la misma forma que el acento ambiental encontraba su repercusión máxima en los delitos contra la propiedad.

—Nuestro futuro como pueblo se vio comprometido desde un principio, y el tan cacareado mestizaje, según las polémicas conclusiones, no fue sino la trágica herencia que los "Viajeros de Indias" dejaron sembrada en la sangre de los venezolanos y demás pueblos de Nuestramerica.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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