Centroamérica en la economía estadounidense
Marcelo Colussi
Centroamérica participa hoy de los procesos de integración en bloque que imponen los Estados Unidos en su estrategia continental. Ahí están el Tratado de Libre Comercio (TLC) o el Plan Puebla-Panamá, preparando el camino para una futura Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en tanto mecanismos de homogenización regional. En esta lógica se inscribe el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés).
El 10 de abril recientemente pasado, en el mimo momento en que las fuerzas armadas estadounidenses invadían Bagdad en su proyecto de "guerra preventiva" -estrategia de control mundial, si se quiere decir de otra manera-, se reunían en Washington cinco presidentes centroamericanos (faltaron Panamá y Belice) con su colega de EEUU. Con este encuentro se bendecía públicamente el acuerdo comercial de la gran potencia con las vulnerables naciones istmeñas.
Bush anunció en enero pasado que el CAFTA constituye una prioridad de primera línea para su gobierno. El valor global de las relaciones comerciales entre la economía estadounidense y la centroamericana es de unos 20.000 millones de dólares anuales, cifra que no representa, precisamente, una cantidad como para ser considerada "prioridad de primera línea". ¿Por qué esta decisión de Washington entonces?
Este acuerdo de libre comercio con Centroamérica es el punto focal principal de cara al objetivo de crear en el 2005 el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La implementación de esta última se ha venido complicando por diversos motivos de protesta política, fundamentalmente por la lucha de la sociedad civil (sindicatos, grupos de oposición, partidos de izquierda) contra un acuerdo leonino, lesivo de los intereses de los trabajadores y atentatorio contra el medio ambiente. Centroamérica se convierte así -en la estrategia continental de Washington- en territorio de expansión natural del Tratado de Libre Comercio (que ya vincula a Canadá, Estados Unidos y México). Estando la región amarrada ahora por el Plan Puebla-Panamá, cuyas inversiones cobran sentido en el marco jurídico de un TLC que subordine las legislaciones nacionales de cada uno de los países centroamericanos al acuerdo supranacional con los Estados Unidos que estimule y garantice los intereses de las empresas transnacionales que operan y operarían en el área -la inmensa mayoría, de EEUU- el CAFTA pasa a ser así una pieza de gran importancia en su "patio trasero".
Si el ALCA llegara finalmente a buen término, los embarques de bienes de exportación e importación tendrán que pasar por la región mesoamericana. Por lo tanto el CAFTA es un paso vital para expandir el acuerdo continental. Sin el endoso de dirigentes empresariales y funcionarios de los gobiernos centroamericanos, el ALCA será prácticamente imposible. Pero todo indica que las eventuales ganancias derivadas de un tal mecanismo de concertación económica no representarían verdaderos beneficios para todos sino que, una vez más, hipotecan el bienestar de los pueblos en favor del gran capital, en especial el norteamericano. Es decir: aunque con términos nuevos, "más de lo mismo".
La vulnerabilidad de los países centroamericanos y la propensión al vasallaje de sus actuales gobiernos, son reconocidos por funcionarios de la actual administración republicana como elementos que favorecen esa estrategia expansionista del "paso a paso", para debilitar la oposición al ALCA en el bloque regional del Sur que encabeza Brasil, y al mismo tiempo favorecer la posición estadounidense en las negociaciones multilaterales de la ronda de Doha, que se llevan a cabo en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin ambages el Representante de Comercio de Estados Unidos Robert Zoellick subrayó que el CAFTA será el mejor escudo del que dispondrá la industria textil norteamericana para sobrevivir a la competencia de China, cuando sean eliminadas las tarifas en ese sector, en el año 2004, bajo el Acuerdo Multifibras de la Organización Mundial de Comercio.
En resumida síntesis, el CAFTA consiste en nueve temas puntuales de negociación: 1) Servicios: todos los servicios públicos deben estar abiertos a la inversión privada, 2) Inversiones: los gobiernos se comprometen a otorgar garantías absolutas para la inversión extranjera, 3) Compras del sector público: todas las compras del Estado deben estar abiertas a las transnacionales, 4) Acceso a mercados: los gobiernos se comprometen a reducir, y llegar a eliminar, los aranceles y otras medidas de protección a la producción nacional, 5) Agricultura: libre importación y eliminación de subsidios a la producción agrícola, 6) Derechos de propiedad intelectual: privatización y monopolio del conocimiento y de las tecnologías, 7) Subsidios, "antidúmping" y derechos compensatorios: compromiso de los gobiernos a la eliminación progresiva de barreras proteccionistas en todos los ámbitos, 8) Política de competencia: desmantelamiento de los monopolios nacionales, 9) Solución de controversias: derecho de las transnacionales de enjuiciar a los países en tribunales internacionales privados.
Una vez más, analizando lo que allí está en juego, todo parece indicar que para las pobres repúblicas bananeras (para el grueso de sus crónicamente pobres poblaciones, obviamente) habrá "más de lo mismo". Entonces, como dijera el presidente Monroe en el siglo XIX: "América para los americanos" ...del norte.