Libro de Marcelo Colussi, presentado en Guatemala en el marco del Coloquio "Ciencias sociales y violencias en Centroamérica: entre asedios y resistencias".
Miércoles 4/12, 12:30 hs., en Fundación Goubaud (8 calle 3-51, zona 1, Guatemala). Salón Sam Colop.
Presentamos aquí el Prólogo, de Gilberto López y Rivas.
Descargar el libro aquí: Vamos por el socialismo
Prólogo
Es un honor prologar este libro de Marcelo Colussi con el significativo título de Vamos por el socialismo. Se trata de una obra necesaria y pertinente para los tiempos actuales, caracterizados por una acumulación capitalista militarizada-delincuencial, por el resurgimiento del fascismo y la prevalencia de Estados Unidos como poder hegemónico del desastre.
El autor no plantea una solución reformista ni posibilista para paliar los antagonismos irreconciliables de clase y mejorar la sociedad existente, sino, como asegurara Carlos Marx, propone construir una nueva sociedad, sin propiedad privada, esto es, socialista. Así, Colussi remite a la necesidad de volver a hablar de socialismo, lucha de clases, imperialismo y antimperialismo, poder popular, revolución, que parecieron tornarse tabú o demodé, una vez que la Unión Soviética implosionara y China adoptara mecanismos de mercado, mientras numerosos partidos y organizaciones comunistas se ha desintegrado o trastocado en socialdemócratas.
Colussi piensa que el capitalismo no puede resolver los problemas acuciantes de la sociedad, ya que es un sistema que no tiene solución ni salida, ni puede transformarse a uno con rostro humano, por lo que el cambio hacia el socialismo es imprescindible. De aquí la trascendencia de este trabajo investigativo de largo aliento, en el que se propone, abiertamente y sin ambages, la necesidad imperiosa de luchar por el socialismo, así como reiterar la vigencia del marxismo, materialismo histórico o socialismo científico, adaptando sus postulados a las nuevas realidades. La conocida disyuntiva planteada por Rosa Luxemburgo de "socialismo o barbarie" pasa a ser socialismo o fin de la humanidad y de la vida en el planeta.
Se hace un recuento de las experiencias socialistas, iniciando con la de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS, de la cual se reflexiona que, en general, "no existe la sensación de ‘fracaso’ en el sentido que ‘todo salió mal’, ‘no sirvió para nada’ sino, en todo caso, como ‘decepción’, ‘frustración’. Se lograron cosas, pero menos de lo esperado". Para el autor, el proceso no se solidificó ni aumentó como proyecto trasformador. Asimismo, "una pesada burocracia -la Nomenklatura-, terminó constituyéndose en una nueva clase social, una casta acomodada, y como todo proceso que se institucionaliza, se torna conservador".
Aun así, y tomando en cuenta la imposición del estalinismo a la muerte de Lenin, fue el Ejército Rojo, un ejército de nuevo tipo, surgido de la primera revolución socialista, el que entró triunfante en la capital de Alemania los primeros días de mayo de 1945. La Unión Soviética constituyó, sin lugar a duda, el factor decisivo en la derrota del fascismo. Sus fuerzas armadas se enfrentaron a lo largo de la guerra al grueso del aparato militar nazi, y después de las victorias de Moscú, Stalingrado, Kursk y Leningrado, se puede afirmar que los fascistas habían sido estratégicamente derrotados.
El autor estudia también la experiencia de la República Popular China, con su "socialismo de mercado, si se quiere, pero socialismo al fin", en la que el Partido Comunista fija férreamente las políticas y controla al milímetro su implementación, y donde la totalidad de la población tiene muy bien asegurados los satisfactores básicos, aunque, nos advierte el autor, el costo está basado en la explotación de los trabajadores y la existencia de un número considerable de propietarios privados supermillonarios, que señala clases sociales diferenciadas. Colussi advierte que, si bien es verdad que el modelo de "socialismo a la China" ha resuelto problemas para la población del gigante asiático, no es, a su juicio, el espejo donde puede reflejarse la clase trabajadora mundial.
En el análisis de la experiencia cubana, Colussi recurre a una frase de Fidel Castro en la que declara enfáticamente: "En el mundo hay 200 millones de niños de la calle. Ninguno de ellos está en Cuba". Refiere al atroz bloqueo imperialista que dura ya más seis décadas y que impide al Gobierno cubano adquirir tecnologías, materias primas e innumerables productos básicos para la sobrevivencia cotidiana. Pese a ello, y en medio de enormes dificultades y problemas reales, el Estado revolucionario continúa manteniendo el ideario socialista, siendo el único país del sur global que pudo producir vacunas efectivas contra el covid-19, defendiendo su soberanía y enarbolando el socialismo.
En cuanto al caso zapatista, piensa que su rebelión fue una bocanada de aire fresco, que despertó grandes expectativas sobre su accionar y las fuerzas progresistas de todo el planeta lo vieron con interés. El socialismo no estaba muerto. El poder popular que comenzó a construir el gobierno anclado en el mandar obedeciendo, mostró que la democracia de base, la participación directa de la población en los asuntos que le conciernen, esto es, en el diseño de su vida, sí es posible. No obstante, opina que, debido al cerco político-militar, su modelo "no ha servido ‒al menos hasta ahora‒ para construir alternativas anticapitalistas válidas en otras latitudes del planeta".
En este sentido, considero que el EZLN hace de su proceso autonómico una estrategia de resistencia pacífica contra la guerra de contrainsurgencia, el crimen organizado, el paramilitarismo y la invasión corporativa de los territorios, que va más allá de los autogobiernos, trasformando al sujeto autonómico en varias direcciones: las relaciones intergeneracionales y de género, que promueven una singular participación de mujeres y jóvenes, la permanente concientización política, cultural e ideológica de su membresía, la preparación y el relevo de la militancia en los espacios políticos de sus estructuras y jerarquías.
Esta experiencia de autonomía integral, a mi juicio, constituye un ejemplo paradigmático de la naturaleza revolucionaria de estos procesos en la forja de comunidades altamente politizadas y participativas, que pueden establecer un nuevo tipo de democracia y de formas de gobierno, que se sintetizan en el concepto de mandar obedeciendo, una redefinición con el entorno circundante, local y nacional, un cambio real en el desarrollo de una economía solidaria. La defensa de los sujetos autonómicos a la acción del mercado y sus agentes estatales significa el control del territorio desde las comunidades. Asimismo, los mayas zapatistas fortalecen, en los espacios donde prevalece su hegemonía, un tejido multiétnico de pueblos diversos, superando conflictos seculares por linderos y recursos, a través de consensos, tolerancia y superación de diferencias religiosas, étnicas y culturales. Igualmente, y sin pretender caer en el vanguardismo, que también caracterizó a muchos de los agrupamientos de liberación nacional, los mayas zapatistas propiciaron la formación del Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno (CNI-CIG), que en la actualidad encarna en México la resistencia de los pueblos indígenas contra el proceso de recolonización, continuado con especial vigor por el actual gobierno del "cambio histórico".
Colussi se cuestiona a lo largo del texto sobre cómo lograr el socialismo en la actualidad, ya que es más fácil que termine el planeta a que termine el capitalismo, en parte, debido al desarrollo de innumerables antídotos para evitar cualquier cambio. Entre ellos, los mecanismos psicológico-culturales para motivar el consumismo y silenciar la protesta, en un mundo marcado por los valores capitalistas que complejizan la revolución socialista, que cosifican al otro para utilizarlo como un mero instrumento de trabajo.
El papel de las ONG sirve para dividir el campo popular, mientras la supuesta lucha contra la pobreza, y no contra las causas que la crean, al igual que la supuesta lucha contra la corrupción, desvían y desgastan las luchas contra el capitalismo. Al mismo tiempo, las religiones fundamentalistas enajenan importantes sectores sociales, y muchas de ellas han estado al servicio de la contrainsurgencia, como quedó demostrado en el caso de Instituto Lingüístico de Verano.
La lucha armada no prospera hoy en día, ni tampoco los partidos de la socialdemocracia, con sus políticos de profesión que pasan buena parte de sus vidas ocupando cargos públicos. En este contexto, señala Colussi, las luchas revolucionarias actuales no encuentran su camino, por lo que reitera que la cuestión es como trasformar esa injusticia ‒y todas las otras conexas‒ en luchas por una trasformación revolucionaria, con un proyecto vertebrado, orgánico, y una fuerza capaz de liderar esa energía.
El autor identifica la variedad de mecanismos mediáticos, políticos e ideológicos utilizados en esta época contemporánea por los Estados capitalistas y por el imperialismo estadounidense, en particular: golpes blandos, revoluciones de colores, guerras jurídicas en apoyo a las "democracias" y siempre el Estado como consejo de administración de la clase propietaria, como señalaría Marx, además de una situación de enajenación elemental y fundante del sujeto. Desde los centros del poder se dicta cuáles son las democracias buenas y cuales las cuestionables. El capitalismo, para Colussi, además de explotador y chupasangre en lo económico-social, es sádico en su faceta ideológico-cultural, arrogante y psicópata.
Lo que queda diametralmente claro es que, por la vía de las elecciones, subraya, no es posible construir alternativas socialistas reales, en absoluto. Frente a la crisis de la democracia representativa, o tutelada por los poderes fácticos, se plantea la democracia socialista. El socialismo significa edificar una nueva sociedad con nuevas relaciones de propiedad y una nueva cultura. Así, es perentorio terminar con el capitalismo, antes de que él termine con la humanidad y el planeta Tierra. A cien años sigue vigente la misma pregunta que hacía Lenin: ¿qué hacer?
Se ha perfilado un pensamiento novedoso: la multipolaridad como posibilidad para una nueva perspectiva socialista. Ante esto, Estados Unidos reaccionó bélicamente, con la guerra en Ucrania y el genocidio en Palestina, actualmente en curso. También se ha hablado de una refundación del Estado. ¿Cómo? ¿Para qué? De nuevo: ¿cómo cambiar el sistema actual y construir una alternativa posible? Las luchas sectoriales dejan el factor de explotación económica siempre de lado. En el texto llama a seguir buscando pistas, a partir de conceptos básicos, como la necesidad de una conducción en las luchas; la pertinencia de contar con un proyecto claro y definido, así como llevar a cabo un trabajo de organización presencial en las bases, abandonando la virtualidad y a partir de alianzas inteligentes.
Colussi concluye que, a partir de la existencia de la lucha de clases, se crea la necesidad de una trasformación revolucionaria, insistiendo en asumir la ética socialista de la solidaridad, la camaradería, la ayuda mutua y la vida colectiva. Pese a todo, las primeras experiencias socialistas crearon realidades superadoras de la histórica explotación de las sociedades clasistas, con salud, educación, vivienda, infraestructura básica, transporte público, etcétera. Quedarse con la ideologizada idea de que los proyectos socialistas fracasaron, es incorrecto y peligroso, cuando en el capitalismo se niega los satisfactores básicos al 85 % de la humanidad. Sin duda, habrá mucho que rectificar. Piensa que es imperioso revisar en detalle las primeras experiencias socialistas, analizar autocríticamente sus grandes desaciertos como la burocratización, la corrupción, el bonapartismo. Sesenta años de marxismo soviético no bastaron para cambiar en profundidad la ideología tradicional. Obviamente, estamos ante retos complejísimos. Sin embargo, aclara que el socialismo no fue derrotado ni fracasó, y todas las experiencias socialistas, sin excepción, han sido objeto de sangrientas, despiadadas, mortíferas agresiones de parte del mundo capitalista. También, destaca que el planteo socialista no cambia mágicamente la ética, la psicología profunda de las personas y, en esa dirección, nos recuerda que la revolución no es un evento de un solo día, sino un proceso constante de lucha y transformación, como pensaba Ho Chi Minh.
Aunque hoy en día el sistema capitalista se muestra ganador, no puede ofrecer bienestar más que a un 15 % de la población mundial. Y aunque las propuestas de trasformación revolucionaria de la sociedad hoy se muestran débiles y sus movimientos se mueven en soledad, tomando en cuenta que la pasada pandemia profundizó los desastres ya históricos del sistema capitalista a nivel mundial y que este modo de producción capitalista piensa y se mueve solamente por la obtención del lucro, tenemos que levantar que, aun así, el único país del sur global con una vacuna efectiva fue precisamente Cuba socialista.
Colussi vuelve al interrogante de si es posible el socialismo en un solo país, como una de las cuestiones en las que hay que seguir profundizando. Para ello, el materialismo histórico requiere de adaptar sus postulados a las nuevas realidades. Pese a que el capitalismo se muestra hoy tremendamente blindado y eso hace difícil la lucha, y no obstante que el triunfo glorioso de la causa socialista no se ve cercano, esto no significa que sea imposible. Plantear esto ‒afirma Colussi‒ no es demostración de un pesimismo radical (y, por lo tanto, un llamado a la desmovilización o un acomodamiento a lo "posible"), sino un intento de insuflar energía a una lucha que hoy se muestra adormecida. La historia humana es ensayo y error; la de una opción anticapitalista también. Habrá que seguir ensayando, a partir de errores conocidos. Es un proceso siempre en construcción. Esto lleva a la necesidad de articular todas las luchas.
En el caso de América Latina, partimos de un proceso de colonización y conquista basado en el racismo y el etnocidio contra la población originaria. Hoy en día, esos pueblos siguen reclamando sus derechos como grupos sojuzgados. El imperialismo estadounidense ve en esos pueblos la principal preocupación para su hegemonía continental.
Se plantea también el ecocidio actual y el surgimiento del ecosocialismo. El socialismo, por tanto, debe plantearse muy profundamente esta cuestión del ecocidio. También la lucha contra el consumismo voraz es muy importante. A partir del caso chino se abre la discusión sobre que las experiencias socialistas reales no vinieron de países industrializados, sino fundamentalmente agrarios. En esa dirección, se observa que los pueblos originarios tienen prácticas centradas en el nosotros, no en el individualismo cerrado.
Colussi concluye que, aunque hoy en día el capitalismo se ostenta triunfador, hay que seguir construyendo la alternativa socialista, que es la única que puede significar un mejoramiento real para toda la especie humana. Nos convoca a tener esperanza, que no es lo mismo que ilusión. Este libro, nos reitera, "es un llamado vehemente y enérgico a no perder las esperanzas", y "a actuar con el pesimismo de la razón y con el optimismo del corazón", como pensaba Gramsci.
Esta obra, sin duda, será una valiosa contribución para alentar particularmente a las jóvenes generaciones que, a contracorriente y en un panorama incierto, se incorporan a la lucha contra el capitalismo y por la construcción de una sociedad socialista.
Gilberto López y Rivas