"En esto del amor aparece también el espíritu disociativo, porque es, o grosero, más que sensual, o austero y de deber, más que sentimental, o la pasajera satisfacción del apetito o el débito del hogar. Porque los demuestra a todos (los elementos) amistados entre sí, y puestos en orden y abrazados, como si dijésemos, unos con otros, y concertados en armonía grandísima, y respondiéndose a veces, y comunicándose sus virtudes, y pasándose unos en otros, y ayuntándose y mezclándose todos, y con su mezcla y ayuntamiento sacando de continuo a luz y produciendo los frutos que hermosean el aire y la tierra."
Ciencia humana anhelada, el día en que volar de esta cárcel y en que "el mismo que se junta con nuestro ser agora se juntará con nuestro entendimiento entonces", expresando así, cual mejor no se puede, cómo es el fin de aquélla traer a conciencia lo que ésta lleva velado en su seno. Con la vista en el cielo suspiraba "contemplar la verdad pura" y ciencia humana, saber cosas acerca de las cuales no sería examinado en el día del juicio, como ver las columnas de la tierra; el por qué tiembla ésta t se embravecen las hondas mares; dónde manan las fuentes; quien rige las estrellas y las alumbra; dónde se mantienen el sol, fuente de vida y luz, y las causas de los hados. Sed de saber puro, no enderezado, como la unión carnal, a sacar a luz un tercero, sino saber que dé paz de deleite, unión para "afinarse en ser uno y el abrazarse para más a abrazarse". El Cristo del maestro León es el Logos, la Razón, la humanidad ideal, el Concierto.
Su Cristo es una de las tres maneras de unirse al hombre Dios, que crió las cosas todas para con ellas comunicarse por Cristo, que "en todo está, en todo resplandece y reluce", "tiene el medio y el corazón de esta universalidad de las cosas", aun de las que carecen de razón y hasta de sentido, recríando y reparando con su alma humana el Universo, renovando al alma con "justicia secreta", haciendo de los hombres dioses.
En aquella sociedad de aventureros de guerra que se doblegaban al temor de la ley externa, aborrecía el maestro León la guerra y mal encubría su animadversión a la ley. De natural medroso, veía en Cristo la guarida de los pobrecitos amedrentados, el amparo seguro en que se acogen "los afligidos y acosados del mundo". Su Dios no es el de las batallas. Cristo, Brazo de Dios, "no es fortaleza militar ni coraje de soldado… Los hechos hazañosos de un cordero tan humilde y tan manso… no son hechos de guerra… Las armas con que hiere la tierra son vivas y ardientes palabras…Vino a dar buena nueva a los mansos, no asaltó a los muros…, a predicar, que no a guerrear".
En hablando de esto dice que se metía en calor, y al parar mientes en que las Escrituras emplean términos militares, encogíase en sí, pareciéndole uno de los abismos profundos de los secretos Dios. En aquella sociedad de nuestra edad que corriendo tras la presa movía guerras con calor religioso, consideraba el maestro León como el pecado enorme y originario de los judíos su adoración al becerro de oro, que despeñándoles de pecado en pecado les llevó a esperar un Mesías guerrero.
"Esclavos de la letra muerta, esperan batallas y triunfos y señoríos de tierra…, no quieren creer la victoria secreta y espiritual", sino "las armas que fantasea su desatino… ¿Dónde están agora los que engañándose a sí mismos se prometen fortaleza de armas, prometiendo declaradamente Dios fortaleza de virtud y de justicia?"
¡La Lucha sigue!