¿Recordamos el fin de aquel Cántico del gallo salvaje, que en prosa escribiera el desesperado Leopardi, el víctima de la razón, que no logró llegar a creer? "Tiempo llegará —dice— en que este Universo y la Naturaleza misma se habrán extinguido. Y al modo que de grandísimos reinos e imperios humanos y sus maravillosas acciones, que fueron en otra edad famosísimas, no queda hoy ni señal ni fama alguna, así igualmente del mundo entero y de las infinitas vicisitudes y calamidades de las cosas creadas no quedará ni un solo vestigio, sino un silencio desnudo y una quietud profundísima llenarán el espacio inmenso. Así este arcano admirable y espantoso de la existencia universal, antes de haberse declarado o dado a entender, se extinguirá y perderáse." A lo cual llaman ahora, con un término científico y muy racionalista, la "entropía". Para un alma ansiosa de vida, lo más parecido a la nada que puede darse.
¿Quiere esto decir que cuanto vamos a ver, los esfuerzos de la irracional por expresarse, carece de toda racionalidad, de todo valor objetivo? No; lo absoluta, lo irrevocablemente irracional es inexpresable, es intransmisible. Pero lo contra-racional, no. Acaso no haya modo de racionalizar lo irracional; pero lo hay de racionalizar lo contra-racional, y es tratando de exponerlo. Como sólo es inteligible, de veras inteligible, lo racional, como lo absurdo está condenado, careciendo como carece de sentido, a ser intransmisible, veréis que cuando algo que parece irracional o absurdo logra uno expresarlo y que se lo entiendan, se resuelven en algo racional, siempre, aunque sea en la negación de lo que se afirma.
Los más locos ensueños de la fantasía tienen algún fondo de razón, y quién sabe si todo cuanto puede imaginar un hombre no ha sucedido, sucede o sucederá en vez en uno o en otro mundo. Las combinaciones posibles son acaso infinitas. Sólo falta saber si todo lo imaginable es posible.
Y nada tampoco se adelanta con sacar a relucir las ambiguas palabras de pesimismo y optimismo, que con frecuencia nos dicen lo contrario que quien la emplea quiso decirnos. Poner a una doctrina el mote de pesimista no es condenar su validez, ni los llamados optimistas son más eficaces en la acción. Creemos, por el contrario, que muchos de los más grandes héroes, acaso los mayores, han sido desesperados, y que por desesperación acabaron sus hazañas. Y que aparte esto, y aceptando, ambiguas y todo como son, esas denominaciones de optimismo y pesimismo, cabe un cierto pesimismo trascendente engendrador de un optimismo temporal y trascendente engendrador de un optimismo temporal y terrenal, es cosa desarrollar en lo sucesivo de este tratado.
Muy otra es, la posición de los progresistas, los de la "corriente central del pensamiento europeo contemporáneo"; pero no podemos hacernos a la idea de que estos sujetos no cierran voluntariamente los ojos al gran problema y viven, en el fondo de una mentira, tratando de ahogar el sentimiento trágico de la vida.
Renunciar a la vida y no quiere tampoco renunciar a la razón, y tiene que vivir y obrar entre esas muelas contrarias que no trituran el alma. Y en cuanto a su verdad, lo que es independientemente de nosotros, fuera de nuestra lógica, de eso, ¿quién sabe?
¡La Lucha sigue!