Desde los grandes relojes de sol de la prehistoria, pasando por las crecientes del río Nilo, los calendarios de Rómulo, Numa Pompilio, Julio César, el Papa Gregorio XIII y la Revolución Francesa, el tiempo es llama que nos habita y devora. Nuestro corazón, el reloj que mide nuestro paso fugaz por la vida.
"El hombre de la prehistoria pudo observar, a través de las ventanas de los megalitos, el paso del sol por la curva del cielo y anticiparse a las bondades y desastres de las estaciones"
"Fueron los egipcios que azuzados por las periódicas inundaciones del Nilo, determinaron que el viaje del sol en la bóveda celeste duraba trescientos sesenta días"
"En tiempos del emperador Julio César el calendario romano llegó a tales extremos de confusión, que el error fue usado como un arma caprichosa y arbitraria"
"Este año de 2021 realmente concluye el 1ero de enero, en horas de la madrugada. Exactamente a las 5 horas, 49 minutos y 49 segundos"
Al principio de los días, en la cultura Occidental, el hombre midió el paso del tiempo construyendo alineamientos de grandes piedras, como tiradas a cordel, que se extendían por más de un kilómetro y que proyectaban sombras gigantescas, como inmensos relojes de sol, que indicaban el paso de las horas y de las estaciones, caso (por ejemplo) de los alineamientos de menhires de Carnac en Morbihan, Francia; o levantaban losas descomunales en forma de "T", caso de la Taula del santuario de Talatí de Dalt (en Mahón, España); o edificaban círculos perfectos, de 100 metros de diámetro, conformados por bloques de tres piedra adinteladas, que servían al hombre de la prehistoria para observar, a través de las ventanas de los megalitos, el paso del sol por la curva del cielo y anticiparse a las bondades y desastres de las estaciones, caso del célebre "Santuario de Stonehenge", ubicado en el condado de Wiltshire, Inglaterra.
EL TIEMPO ES UN RÍO
Pero realmente fueron los egipcios: grandes matemáticos y astrónomos, quienes azuzados por las periódicas inundaciones del Nilo y la necesidad de anticiparlas, para poder sembrar en las marismas abonadas por el río, determinaron (primero) que el viaje del sol en la bóveda celeste duraba trescientos sesenta días y (luego) al notar que la estrella Sirio "se hacía visible en una hora más temprana que la acostumbrada(...)le añadieron cinco días a su calendario, que era de doce meses de treinta días cada uno". [1]
Los egipcios usaron este calendario mucho tiempo, pero el mismo lo fue olvidando la humanidad al ir decayendo esta civilización, y otros calendarios (por así decirlos) verdaderamente risibles y erróneos, agobiaron al hombre.
LOS ROMANOS CAMBIARON HASTA EL TIEMPO
En tiempos del emperador Julio César (100-44 antes de Cristo) el calendario romano llegó a tales extremos de confusión, y era tal el desorden al medir el tiempo, que el error fue usado como un arma caprichosa y arbitraria. Los cargos públicos, que eran transitorios, se tornaban en vitalicios; los impuestos se cobraban según el movedizo humor de los funcionarios; las celebraciones y conmemoraciones oficiales se realizaban a capricho y los gobernantes y cónsules hacían de las suyas sin ningún control por cuanto el calendario oficial era sólo un torpe mamotreto que confundía, como un idiota, la primavera con el verano, el tiempo de sembrar con el de recolectar y, si bien dividía acertadamente el año en 12 meses, el año 708 de la fundación de Roma, "el año de la confusión", como le recuerdan los historiadores latinos, llegó a tener nada menos que 425 días. Es decir: 2 meses, 60 días, demás. Equívoco que enmendó Julio César con su "Reforma Juliana" a instancias de su seductora amante: la reina Cleopatra, en el año 46 antes de Cristo.
Según la leyenda, el primer calendario de Roma lo estableció el fundador de esa ciudad y primer rey: Rómulo, y constaba de 300 días y 10 meses. Numa Pompilio, otro rey legendario de la cultura romana, agregó dos meses y así el calendario arribó a doce fracciones. Pero en el devenir del tiempo ese calendario oficial romano fue sumando errores hasta llegar a tener 425 días en el trascurso de un año.
Julio César al observar la confusión que generaba ese antiquísimo calendario heredado de Numa Pompilio, e influenciado por Cleopatra y sus astrónomos, trae desde Alejandría (ese año 708 de Roma) un científico griego de nombre Sosígenes, quien fue el que modicó para Julio César ese calendario romano basado en las fases de la luna, y lo transformó en otro. Un calendario que se fundamentaba en el movimiento de la tierra alrededor del sol. Es decir el calendario solar, cuyo tiempo natural, medido por nuestros actuales científicos es de: 365 días, 5 horas, 48 minutos y 49 segundos.
Julio César no sólo aceptó la reforma de Sosígenes, la cual consistía en crear un calendario basado en 365 días y 6 horas:1/4 de día, que cada 4 años se acumulan (6X4=24) hasta generar un nuevo día y un nuevo año de 366 períodos, el cual originó el año "bis sextus" (bisiesto), lo cual significaba el sexto día antes de las calendas de marzo; sino que además Julio César decretó que, para eliminar esos 60 días de más en el calendario latino, febrero debía tener 23 días más hasta sumar 42 días e intercala, entre noviembre y diciembre, un mes extra de 37 días. Esto se conoce como la reforma de Julio César o la reforma juliana.
ANTE EL DESORDEN UN PAPA ARREGLA EL TIEMPO
Para el año de 1582 el equinoccio de primavera: fenómeno por el cual la noche y el día tienen igual duración, que debía realizarse el 21 o el 22 de marzo había retrocedido 10 días y acontecía (por error del calendario) el 11 de marzo. Las alteraciones de fechas de nuevo eran evidentes y modificaban, en forma por demás escandalosa, los días de luto o de júbilo oficial.
El Papa Gregorio XIII (que fue Sumo Pontífice entre 1572 y 1585) preocupado por esta situación convoca a matemáticos y astrónomos, entre ellos al jesuita alemán Clovius, y los comisiona para que resuelvan ese error de 10 días que presentaba el calendario juliano.
Ese mismo 1582 Gregorio XIII decreta que el 5 de octubre se convierta en 15 de octubre, y que para evitar futuros errores, los años bisiestos (1984, 1988, 1992, 1996) sólo podrán ser aquellos cuyas dos últimas cifras (84, 88, 92, 96) sean divisiones exactas por cuatro. Ejemplo: 84 entre 4 igual a 21. Y en aquellos siglos (1600, 2000, 2400, 2800, etcétera) terminados en dos ceros cuyas dos primeras cifras (16,20,24,28, etcétera) sean también divisiones exactas por cuatro. Ejemplo: 16 entre 4 igual a 4.
Esta modificación realizada por el Papa Gregorio XIII se conoce como la "Reforma Gregoriana", y el calendario producto de ese suceso es el mismo que nos rige en la actualidad y que usan, por igual, casi todos los pueblos del mundo. Un "calendario gregoriano" al que le objetan los estudiosos un margen de error de 3 días dentro de 10 mil años.
COMO NOMBRAMOS LOS MESES DEL TIEMPO
Los nombres de los meses tienen su origen en el Imperio Romano y algunos están dedicados a dioses de la mitología grego-romana. Veamos:
ENERO: Deriva del latín "Januarios", mes dedicado por el rey romano Numa Pompilio a la diosa Juno.
FEBRERO: Era el último mes del calendario romano. Razón por la cual se le agregaba un día en año bisiesto. Constituía el mes dedicado por los romanos al dios de los muertos: "Februo", y voz de la cual deriva el vocablo "Februarius"
MARZO: Mes dedicado por los romanos al dios de la guera Marte. Fue instituído por el rey legendario Rómulo. Deriva de la palabra "Martius". Era el primer mes del calendario romano.
ABRIL: Posee varias acepciones derivativa. O bien de "aprilem" que significa el segundo, o de aprilis: del verbo abrir, por cuanto este mes abría las flores en la primavera.
MAYO: Mes dedicado por los romanos en homenaje a Maya: diosa madre del dios Mercurio, y también (incluso) como derivación de "majores", en homenaje a los mayores, a la ancianidad.
JUNIO: Voz que deriva de "junonius": mes dedicado a los jóvenes, o en homenaje a Junius Brutus, uno de los fundadores de la República Romana.
JULIO: El emperador romano Marco Antonio decretó que este mes, entonces llamado "quintitus" (quinto), recibiera el nombre de "Julius" en homenaje al emperador romano Julio César.
AGOSTO: Mes dedicado al emperador romano "Augusto", según decreto hecho por el senado de Roma. Este mes se llamaba antes "sextilis": sexto.
SEPTIEMBRE: Derivación de la voz latina "september", que significa "séptimo".
OCTUBRE: Deriva de la voz del latín "october", el "octavo".
NOVIEMBRE: Deriva del vocablo latino "november", el "noveno".
DICIEMBRE: Derivación de la voz latina "december", que significa el "décimo".
LA COSMOGONÍA COTIDIANA
En cuanto al origen del nombre de los días, ellos están vinculados fundamentalmente a la cosmogonía, al cosmos, a los astros y no, como puede creerse, a los dioses de la mitología greco-romana.
LUNES: Está dedicado a la luna. En inglés: "moon-day", día de la luna, "monday".
MARTES: Está consagrado al planeta marte, y proviene del latín: "Martis dies", que significa día de Marte.
MIÉRCOLES: Que proviene del latín "Mercurii dies". Acepción que indica "día consagrado a Mercurio".
JUEVES: Se origina del latín: "Iovis dies", cuyo sentido completo es "día de Júpiter".
VIERNES: Día consagrado al planeta Venus.
SÁBADO: En su primera acepción era el día del "Shabat", luego derivó al latín "sabbatum".
DOMINGO: Era el día dedicado al "Señor", de ahí la voz latina "dominicus dies". Igualmente indicaba el día dedicado al sol, pero como una deidad. Tómese por ejemplo el "sunday" (domingo en inglés), es decir día del sol, el alemán "sonntag", día del sol.
LA REVOLUCIÓN QUE CAMBIÓ HASTA EL TIEMPO
Y nos referimos a los hombres de la Revolución Francesa de 1789 que, no contentos con el calendario gregoriano, lo echaron a un lado e inventaron otra forma de medir el tiempo. Así los revolucionarios instauraron un año solar que comenzaba el 22 de octubre: día de proclamación de la República, y terminaba el 21 de octubre del año siguiente. Un calendario que mantuvo su vigencia de 1793 hasta 1805 compuesto por 10 meses cuyos nombres fueron bautizados por el poeta Fabre D'Eglantine y que están íntimamente vinculados con los ciclos de la naturaleza en ese país y en esa época. Veamos:
1.- VENDIMIARIO: mes de la vendimia, desde el 22 de septiembre.
2.- BRUMARIO: mes de las brumas, desde el 22 de octubre.
3.- NIVOSO: mes de las nieves, desde el 21 de noviembre.
4.- PLUVIOSO: mes de las lluvias, desde el 20 de enero.
5.- VENTOSO: mes de los vientos, desde el 19 de febrero.
6.- GERMINAL: mes de la germinación, desde el 21 de marzo
7.- FLOREAL: mes de las flores, desde el 20 de abril.
8.- PRADIAL: mes de los prados, desde el 20 de mayo.
9.- TERMINADOR: mes del calor, desde el 20 de julio.
10.- FRUCTIDOR: mes de las frutas, desde el 18 de agosto.
EL 2021 REALMENTE CONCLUYE EN ENERO
Y no es un disparate porque, verdaderamente, este año de 2021 concluye es el 1ero de enero, en horas de la mañana. Exactamente a las 5 horas, 49 minutos y 49 segundos. Suma de tiempo que luego se junta para inventar los años bisiestos.
BORGES Y EL FINAL DEL AÑO
Este texto del poeta argentino Jorge Luis Borges se remonta a 1923 y está incluído en el libro "Fervor de Buenos Aires". Año también, en 1923, donde en Madrid (España) Andrés Eloy Blanco escribió "Las uvas del tiempo", poema por todos conocido y que forma parte del ritual venezolano para celebrar el final del año.
Pero "Final de año" es un excelente poema de Borges que trascendió lo local hacia lo universal, que mantiene la personal maestría borgiana y que aborda el estrépito del tiempo, su perplejidad y su misterio.
Aquí el texto:
FINAL DE AÑO
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito
perdure algo en nosotros:
inmóvil,
algo que no encontró lo que buscaba.
Bibliografía:
[1].- "En el Año Nuevo todos somos fabricantes de ilusiones". Arístides Bastidas. El Nacional 31/12/1984. pp. C-2.