En este país lo que necesitamos, aunque sea feo el decirlo, un dictador honrado

Venezuela lo que necesita: Un Dictador, mitad caballero, mitad rústico, dicharachero y vigilante; que tenga idea social: Hombre emprendedor y apasionado que ponga al pueblo a trabajar, y producir lo que consume; sin limosnas y bonos. Un salario que pueda mantener a la familia. Tener siempre ante los ojos el espantajo de la miseria, como justa e inevitable consecuencia de todo esfuerzo mal dirigido. Porque, de una parte, el agiotismo, el comercio con sus inconsiderados recargos, la carestía del dinero, la falta de respecto a la propiedad, la deficiente aplicación y distribución de los impuestos, la carencia absoluta de economía, la inseguridad de la vida y los gravámenes y demás tretas, con múltiples pretexto, que en el silencio del Gobierno. Y cuando su otro gran placer, removía apolillados asuntos, apadrinaba fósiles esperanzas en clientes hambreados, pleiteaba millones, por lo que tenían de quimérico, litigios y litigantes. Nacido en los primeros días de la República, fue aquella generación Robusta, apegada a la tradición castiza. Desgraciada generación que soñó hacer de la patria “Democracia” en los tiempos y que fue consumida por la anarquía sin dejar más que vástagos enfermizos y hogares que se derrumban, porque el frondoso árbol de la tradición que los amparaba se va cayendo a pedazos, al ceder el beneficio de la luz y la gloria del espacio, bajo el cual se han de guarecer las generaciones futuras. Con nuestro amor, con el polvo de nuestros muertos, el llanto de nuestros ojos, aporquemos el árbol nuevo, que ha de extender su fuerte ramazón sobre el pasado, el presente y el porvenir.

El pueblo vislumbraba la utilidad, pero faltábales el entusiasmo, la fe en ellos mismos y en su fatalismo esperábanlo todo de lo imprevisto, incapaces de salir al encuentro de la misma dicha bajo el temor constante del fracaso de sus esfuerzos y esperanzas. Parecíales cosa imposible, sin resultados prácticos del momento, interesarse por los métodos y procedimientos que centuplican la producción agraria. En su interior, a cada paso, veían ante ellos obstáculos que juzgaban insuperables. Rudos propietarios, rotundos y doctorales, negaban el beneficioso empleo de útiles y métodos modernos, aferrados a usos y costumbres añejas. Otros, almas muertas o desalentadas, en quienes la indiferencia cegó la iniciativa, se contentaban con ir tirando de la vida buenamente como matalote, estrellados los lomos de rojas mataduras, el carro de sus penalidades. Y había también hombres enérgicos y dispuestos a oír la buena nueva, pero descreídos y desilucionados. Si en este país falta todo, —decían— ¿qué hacer con métodos si carecemos de la base esencial, una nueva cepa de campesinos? La inseguridad de los campos le arrojó a las ciudades, en la ruina de su voluntad y de su predio. ¿Para qué engañarnos? No somos sino montoneros, acampados en valles y lomas, dispuestos siempre a la agresión y al saqueo. No perdamos el tiempo dando calor a un muerto. Salga el sol por donde saliera, hagamos unos reales, y ¡abur!

Si se cultiva todo lo consumimos, se emplearían muchos brazos de los que piden trabajo al Gobierno, porque no lo tienen. Cierto, cada cultivo trae consigo nueva industria. En verdad, el impuesto que paga los alimentos en las Aduanas, lo recaudaría el Estado de otro modo. Muchas ventajas para todos. La verdadera riqueza…

Vivimos, del miedo de los grandes, del egoísmo internacional; para asegurar nuestra libertad debemos mantener la pluralidad de nuestros acreedores. En esto sigo el principio de Maquiavelo: dividir para reinar. Para unificación detenedores equivale o es igual a Protectorado, somos opuestos, decididamente opuesto a la terrible cuestión.

¡La Lucha sigue!

                                                                                                                                                                         



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Manuel Taibo


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