El Lobo Feroz y Caperucita Roja Rojita

Érase una vez una niñita muy hermosa llamada Venezuela que lucía una hermosa capa de color rojo rojita. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la comenzaron a llamar la Caperucita Roja Rojita

Un día, la mamá de Caperucita Roja Rojita la llamó y le dijo:

—Abuelita de la Patria Grande no se siente muy bien, he horneado unas galleticas que hicieron sus pueblos y quiero que tú se las lleves.

—Claro que sí —respondió Caperucita Roja Rojita, poniéndose su capa y llenando su canasta de galleticas recién horneadas hecho por las manos laboriosas de los pueblos.

Antes de salir, su mamá le dijo:

— Escúchame muy bien, no te quedes en el camino y nunca hables con extraños y menos con los banqueros bandidos.

—Yo sé mamá —respondió Caperucita Roja Rojita y salió inmediatamente hacia la casa de la abuelita.

Para llegar a casa de la abuelita, Caperucita debía atravesar un camino a lo largo del espeso bosque. En el camino, se encontró con el lobo del FMI.

—Hola niñita, ¿hacia dónde te diriges en este maravilloso día? —preguntó el lobo feroz del Fondo Monetario Internacional.

Caperucita Roja Rojita recordó que su mamá le había advertido no hablar con extraños, pero el lobo lucía muy elegante, además era muy amigable y educado y manipulador.

—Voy a la casa de abuelita de la Patria Grande, señor lobo —respondió la niña—. Ella se encuentra enferma y voy a llevarle estas galleticas para animarla un poco, porque sus préstamos tienen agobiada las economías de muchos pueblos en el mundo pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...

De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.

- ¿Me dijo que a donde vas, niña? - le preguntó el lobo con su voz ronca.

- A casa de mi Abuelita - le dijo Caperucita Roja Rojita.

- No está lejos - pensó el lobo feroz del FMI, para sí, dándose media vuelta.

Caperucita roja Rojita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo feroz del FMI se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.

Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita Rojita.

Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita.

Caperucita Roja Rojita llegó enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

- Son para verte mejor - dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor y el clamor de los pueblos - siguió diciendo el lobo.

- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- Son para...¡comerte mejoooor! Y todos sus churupus de recursos que tengas- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita de la Patria Grande.

Mientras tanto, el cazador de los Pueblos Solidarios se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo feroz, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo Feroz en la cama, dormido de tan harto que estaba.

El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo feroz. La Abuelita de la Patria Grande y Caperucita Roja Rojita estaban allí, ¡vivas!.

Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.

En cuanto a Caperucita Roja Rojita y su abuela la Patria Grande no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja Rojita había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita la Patria Grande y de sus hijos los Pueblos Solidarios.

La abuelita de la Patria Grande y Caperucita Roja Rojita agradecieron al leñador de los pueblos Solidarios por salvarlas del malvado lobo feroz del FMI y todos comieron galleticas con leche. Ese día Caperucita Roja Rojita aprendió una importante lección:

"Nunca debes hablar con extraños" y menos someter a los pueblos a los intereses de las que dicen llamarse potencias coloniales civilizadas.



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Marco Pedraza


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