"Reformista", término amparo de quienes no saben qué hacer y creen el cambio llegará por "Delivery" III

Muchos supuestos revolucionarios, que suelen calificar a cualquiera o cualquier acción como reformista, tienen otra conducta, aparentemente opuesta, pese son los mismos que, estando en algún cuerpo del Estado, AN, gobernación o alcaldía, no hallando como hacer la "revolución" o algo por ella, a su estilo y gusto, dado que las "condiciones objetivas" no le están dadas, no tienen el suficiente carburo o mejor talento, optan por "pasar agachados", no hacer nada o mejor hacer lo mismo que antes criticaron, pues no son capaces de hallar en las contradicciones existentes, una rendija donde incrustarse, si no para producir un cambio sustantivo, si abrir una grieta o despejar un discreto camino para cuando vengan otros o avance el tiempo y cambien las circunstancias, que hasta pudieran derivarse de su herencia.

Y se escudan en el "reformismo", pues hacer aquello, abrir aquella discreta rendija, lo poco que pueden hacer si tuvieran talento, no es sino reformismo y entonces "es mejor dejar todo como está". Pues para ellos, pareciera ser mejor así. Y de esa forma razonan, no porque son revolucionarios y contrarios al reformismo, sino porque son absolutamente incapaces de crear nada. Se conforman con gritar consignas estereotipadas, como ¡abajo el imperialismo! y ¡vivan los trabajadores y el socialismo! Eso les basta para creerse revolucionarios.

Una vez, el máximo dirigente de un partido, cuyos herederos tienen mucha influencia en el gobierno, acudió a mí, dado era si no el único, uno de los muy escasos articulistas de eso que llamábamos la izquierda en la conurbación Barcelona - Puerto La Cruz, para que promocionase una candidata "de la unidad", pero de ellos en particular, a una concejalía en Barcelona. Era aquel un momento, cuando los inversionistas en el área de la construcción, habían empezado a poner su mirada en los espacios de Barcelona, pues ya Pto. La Cruz y Lecherías lucían agotados. Y también, cuando un muy reducido círculos de 3 ó 4 personas, entre quienes estábamos el periodista Pablo Aguilera, entonces militante de AD y este servidor, entablamos una dura y casi solitaria lucha por los espacios naturales que, por ninguna circunstancia, sobre todo razones ecológicas, debían agredirse. Razón por la cual necesitábamos en ese Concejo Municipal alguien identificado con eso y con la preparación necesaria para enfrentar a los "halcones" de AD y Copei, con estrechas relaciones con el capital interesado en apoderarse de aquellas áreas, capitalistas e inversionistas ellos mismos en el urbanismo, sobre todo al norte de Barcelona.

Por estas razones, pregunté a quién me solicitó apoyo a su candidata, me informase sobre ella.

"No te preocupes", me contestó, "se trata de una de las nuestras, una muchacha del pueblo, de lo más humilde. Lo es tanto que para poder inscribirla en el CNE, anteayer, la enseñamos a firmar. Pues es tan pobre que no sabe leer ni escribir".

"Justamente", le dije, "esa es una razón más que suficiente para no apoyarla. Me das un argumento infantil y lleno de demagogia. Para frenar a esos personajes del Concejo Municipal", y le hice mención de uno por uno, ligados a la industria de la construcción, "hace falta alguien con suficiente formación y hasta cultura para desarmarlos en el debate y hasta denunciarlos en caso fuese necesario".

"Además", le dije "para ganar esa concejalía no hace falta tal gesto, por el pacto existente, eso lo logramos igualmente con otro candidato".

Aquella conversación terminó como ya era habitual, en "lo que pasa es que tú eres un tipo de la derecha, agente del imperialismo y enemigo de la clase obrera". Porque la muchacha terminó, en el juicio de ellos, siendo una embajadora de la clase obrera.

El mismo final tuvo, paralelo al anterior, cuando dentro del MIR, Barcelona, optaron por lanzar de concejal a un personaje excelente persona, muy generosa y simpatizante de aquel nuestro partido, pero por razones muy personales, emocionales, sin la competencia para lo que ya hablamos, sólo porque con ella aseguraban que, la dieta correspondiente al cargo, al final, llegase a las manos de quienes asumieron e impusieron su candidatura que según ellos, iría a las finanzas del partido, como si eso fuese motivo suficiente para aquella absurda decisión. Todo porque no le daban valor a un concejal, pues a sus pareceres, "desde allí no se podía hacer nada por la revolución".

Fue aquella etapa, posterior a las circunstancias antes referidas, la de mayor agresión contra el ecosistema barcelonés y la destrucción de espacios casi idílicos, sin que casi nadie se diese cuenta.

En otra oportunidad, una representación del frente de izquierda me ofreció la candidatura a una concejalía, la que también era segura, sin importar el candidato, pero me pusieron como condición aportase 10 mil bolívares para la campaña. Era esa cantidad, para mí, tan astronómica, que apenas ganaba unos 1500 Bs. mensuales, de los cual me descontaban la mitad para pagar al IPASME mi casa.

Por eso les dije, "¿Uds. me ofrecen una candidatura para la lucha que nos corresponde o me la venden? ¿No se percatan que a quién esa oferta hagan estarían dándole una carta abierta para negociar en el Concejo con quien fuese para recuperar sus reales?"

Para ellos, una concejalía no tenía, ni tiene, ningún valor; creen que desde allí nada puede hacerse en favor del cambio, pues a este conciben como una hecatombe, un estremecimiento inesperado, de un segundo a otro, cuando algo muere, se derrumba y nace rápidamente otra cosa, como Dios creó el mundo, según el poema religioso, en sólo 7 siete días. Eso, la concejalía, como la alcaldía, sólo son cargos para emplear a unos "compañeros" y ponerse en unos pocos o muchos reales para "continuar la lucha".

Y es que esos extremistas sueñan, desde los tiempos de "La Comuna de París", el acceso de los bolcheviques al poder y el triunfo de las huestes de Mao ante la clase imperial, que el cambio de sociedad se puede hacer de un solo cimborriazo o con la velocidad, premura y la pérdida de sueño que uno percibe cuando lee "Los diez días que conmovieron al mundo" de John Reed o los trabajos periodísticos que hablan de los sucesos diarios, posteriores a la entrada de los triunfantes guerrilleros cubanos a la Habana. Recientemente he leído, de personajes que, a nivel internacional, son evaluados como enormes cerebros o divinos teóricos, hablar de "revoluciones socialistas triunfantes". Yo, en mi humilde condición de maestro de escuela, me pregunto ¿cuál es esa o esas "revoluciones socialistas triunfantes"? Hasta ahora, las más jóvenes de las que a ese calificativo aplican, Cuba, Vietnam y Venezuela, mencionados en orden cronológico, no les hallo la razón para tal calificativo. Salvo me digan que sean naciones donde llegaron al gobierno personas o movimientos que se autodefinen ellos como socialistas.

Según ellos, aquellos actos, decretos, acciones, marcaron el cambio drástico del capitalismo al socialismo en esos espacios y con la velocidad que eso demanda.

Es más, son sueños que perviven desde los tiempos de la Comuna de París.

Eso sería como tirar a diestra y siniestra, sobre todo a siniestra, ramas de monte, hasta sin raíz, en cualquier terreno y ellas germinarían rápidamente, sin regar ni tener que hacer siquiera una guardia.

Por ejemplo, definir un territorio como una Comuna, de acuerdo a una Ley, elaborada antes que esta haya nacido, montarle una directiva mediante procedimientos burocráticos, como antes mismo se hizo en los Consejos Comunales correspondientes a esa Comuna y ponerla a funcionar de la misma manera que los viejos "Comités de barrios", simples gestores, sin planes productivos de envergadura, bajo relaciones socialistas, aunque sea a manera de experimentación, no pasa de ser un gesto y hasta una morisqueta.

Lo transcurrido posteriormente pareciera una mentira, algo inexistente, como que la realidad es la que soñaron y todavía sueñan.

Nunca olvidaré a un viejo compañero, ex militante del MIR, de los primeros que se unió al MBR-200 y luego de los fundadores del MVR, quien estuvo entre los pocos que me entusiasmaron me les uniese, pues ellos aún eran una cifra insignificante y la candidatura de Irene Sáez había atraído casi todo el descontento. El discurso de ellos seguía siendo el mismo de los tiempos de su juventud, de esos que hablaba de una revolución y un cambio tan veloz como la de esos modernos trenes chinos y radical, donde el paisaje se transformaba en breve tiempo, pero después cientos de kilómetros de recorrido. Era de esos que creía que la sociedad, de este modelo capitalista al socialismo que soñaban, se podía cambiar exitosamente y para felicidad de la gente, como el paisaje dentro de aquellos veloces medios de transporte, cambiaba ante sus ojos.

Su adoración por Chávez, aquella que exhibía mi amigo ante mi cuando intentaba ganarme para que me les incorporase, se disolvió con la velocidad de aquellos trenes, viendo que, pasado un breve tiempo del comandante en el gobierno, todo seguía como antes. Se fue con otros que hablaban como él, pero tenían otros planes y todos terminaron refugiados en el polo opuesto.

La tan odiada condición de reformista, usada para descalificar a cualquiera que discrepe, proponga cambios en favor de la clase o inteligentemente meta una puntada, cuña, en una ley o disposición de competencia para las Asambleas legislativas o Concejos municipales o como la lucha por los salarios, en este caso se les puede llamar economicista, que es casi lo mismo.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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