La mariguana o marihuana es un cáñamo de cuyas hojas, tallos, flores y semillas secas, se extraen dos principios activos principales, el tetrahidrocannabinol (THC), con efectos psicoactivos (alteración de la percepción y cambios del estado de ánimo) y el cannabidiol, con afinidad también por el sistema nervioso central, pero sin efectos psicotomiméticos. Ambas drogas están en distintas proporciones en las diferentes especies de cannabis y son las responsables de los efectos farmacológicos de la mariguana y por lo tanto de su uso terapéutico y recreativo. Su absorción es mayor por inhalación, lo que ocurre usualmente cuando estos compuestos se vaporizan al quemarse la planta mientras se fuman los cigarrillos preparados con ésta. Se la puede también dar por vía oral.
La mariguana es conocida desde hace 5 mil años y su uso fue legal y muy extendido en el mundo durante centurias. Sus derivados son fármacos psicotrópicos antioxidantes, que producen somnolencia, analgesia, efectos anti inflamatorios, anti nauseosos, antieméticos, anti anoréxicos, relajantes del músculo estriado, sequedad de la boca y disminución de la atención. Además, efectos psicotomiméticos placenteros, que son la causa de su uso recreativo y que explican la compulsión en su consumo y la producción de adicción y dependencia. Sin embargo, es menos adictiva que la nicotina, el alcohol, los opiáceos y otras drogas, y no se producen con ella sobredosis mortales.
Como todo producto con acciones farmacológicas reales, la mariguana ha sido utilizada en terapéutica. Sus acciones analgésicas son útiles en pacientes cancerosos, reducen las náuseas y vómitos de la quimioterapia antineoplásica, disminuyen las contracturas musculares en el Parkinson y otras afecciones neurológicas, mejoran el apetito en pacientes con VIH y son efectivos en ciertos tipos de convulsiones. Incluso las acciones psicoactivas del THC son utilizadas en ciertas condiciones clínicas: la alteración de la percepción del cuerpo propio es muy útil en el control del dolor. Así mismo, la alteración de la memoria es beneficiosa en el estrés postraumático, pues atenúa o borra el recuerdo de los episodios que generan el sufrimiento.
Como todos los fármacos, la mariguana produce efectos indeseables, a los cuales se genera tolerancia con la continuación de la terapia y desaparecen al finalizar el tratamiento. Las acciones terapéuticas de la mariguana y su baja toxicidad no deberían dejar duda en favor de su legalización con fines médicos. Si otros fármacos, como la morfina y sus derivados, son legales y se usan desde hace muchísimo tiempo, pese a ser muy adictivos y con efectos colaterales más graves, es inentendible que no se proceda a legalizar el uso médico del THC y de la mariguana en general, que no produce la adicción ni la grave dependencia física de los opiáceos.
Otra cosa es el uso de esta planta con fines recreacionales, como ocurre en el mundo en forma clandestina y como se la viene usando en varios países en forma legal desde hace ya cierto tiempo, como es el caso de Holanda. En otras partes, aunque no ha sido legalizada con estos fines, se la tolera, por lo que la tenencia para uso personal ya no es penada por la ley. Existen presiones para que se la legalice ampliamente en nuestro país y tenga el estatus del alcohol y el tabaco, pero hay que decir claramente que los deseos de la gente no son derechos ni tienen por qué llegar a serlo. Un argumento en favor de legalizarla sería que permitiría dirigir todos los esfuerzos hacia el control de narcóticos, estimulantes y psicodélicos en general, que son mucho más peligrosos.
Permitir su uso recreacional no es una decisión fácil, pues el cannabis, a diferencia del alcohol y el tabaco, distorsiona la percepción de la realidad, disminuye la voluntad, puede producir ansiedad, agresividad y alterar el equilibrio psíquico. Además, dificulta la toma de decisiones, aumenta el desorden personal y puede generar brotes psicóticos. No se puede ser simplemente complaciente en este caso; hay que discutirlo y hacerlo con las informaciones científicas por delante.