Como militante del PCV creo conveniente salir al paso en la defensa de las verdaderas ideas que nos inspira en nuestra lucha y de una justa posición política adecuada a este nuevo contexto histórico, determinante y definitorio, en que se ubica la Revolución Bolivariana.
Esta claro para todos los revolucionarios, y la historia así lo ha ilustrado, que en toda verdadera revolución; en los momentos que tiende a profundizarse, tiempos definitorios de lucha frontal contra las fuerzas retrogradas internas y externas; frente al implacable y amenazante imperialismo, la unidad de las fuerzas revolucionarias adquiere un sentido trascendental, histórico y vital. La pregunta que deberíamos responder, sería ¿Unidad de quienes? La unidad de todas las fuerzas revolucionarias y de todos quienes compartan las ideas, para esta etapa de la revolución, y acepten incondicionalmente, el liderazgo del Comandante Chávez.
Al llamado de la unidad, le han salido al paso sus detractores naturales, La Pequeña burguesía, y otros, los inesperados. Los primeros, la pequeña burguesía, desenfrenada, ha roto su careta y nos ha mostrado su verdadero temor: el Socialismo. Al discurso de la huérfana oposición le aparecieron sus padrastros: “nos oponemos al pensamiento único”; “nos oponemos al capitalismo de Estado”; “apostamos por un socialismo democrático” (palabras de Ismael García, PODEMOS); vociferaron así todos los que tienen mucho que perder dentro de la unidad. Sobre todo, el falso liderazgo, sus privilegios y chantajes acabarían.
Los inesperados, representados en la dirigencia del Partido Comunista de Venezuela (PCV) -quienes debieron ocupar la primera línea de batalla y demostrar su fiel compromiso al proceso revolucionario, al pueblo, y reconocer con una posición firme y desinteresada el llamado del Comandante Chávez, y con él, su liderazgo-, han optado por una posición contraria asumiendo el mismo papel de la pequeña burguesía. Acción cuya única interpretación es el dogmatismo y la debilidad ideológica, la desconfianza, el sectarismo, y el conservadurismo absurdo. Veamos por qué.
En entrevista concedida a los medios de difusión del Estado, al presidente del PCV Jerónimo Carrera, reveló lo que serían las razones por las cuales el PCV se opone a la unidad planteada por el Comandante Chávez. Jerónimo dice lo siguiente: “la palabra socialista es sinónimo de engaño al pueblo, no somos socialistas, el socialismo se encuentra desprestigiado,…Somos el partido de la clase obrera,…conservaremos las siglas y nuestra trayectoria”. Semejante postura es la expresión más acabada del dogmatismo mutilante, y el conservadurismo pequeñoburgués. Podría ser, según un buen camarada: “Una miopía incorregible,…estar a 2 días luz de la revolución”.
¿Los Comunistas nos oponemos al socialismo? la respuesta es NO: los comunistas somos socialistas convencidos. Creemos en el socialismo científico; vemos en él una etapa necesaria y transitoria al comunismo; vemos en el socialismo la tarea fundamental del momento, el hoy y nuestro mañana cercano. Somos el partido de la clase obrera y de la clase hoy predominante: los desempleados, los parados, los que nunca han tenido oportunidad de trabajar. El propio Marx enfrentado a las tergiversaciones de sus ideas, dijo una vez “no ser marxistas”.
El PCV ha sido una escuela para muchos revolucionarios. Pero hacer del partido un abstracto omnipotente, un fin y no un medio: instrumento para la revolución, es un error garrafal. Olvidan a Lenin, olvidan la historia, caen en lo absurdo. El partido no es más que la vanguardia y sus ideas. El mejor reconocimiento a nuestra trayectoria y a nuestros mártires es la ascensión, trascender a nuestras pequeñeces, ser fieles a nuestro pueblo, a nuestras ideas e históricas banderas, es aceptar el liderazgo del Comandante Chávez, la única y verdadera garantía de la revolución. El PCV debe rectificar y cumplir su más trascendental e inaplazable tarea, hacer la revolución. Patria, Socialismo o Muerte.
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