Cuento o razón

¿Por qué no hacen misa para que llueva en los pueblos secos?

El látigo de la sequía con sus azotes impíos, fue secando las ramas más altas de la mata de aguacate y sus pequeños frutos caían inertes y secos en el suelo por el castigo de la sequedad. "Es triste y doloroso ver una mata muriéndose de ese tamaño, pues ha costado esfuerzo y sacrificio para llevarla hasta esa edad, y ahora ya no puedas hacer nada por ella, pues la lluvia no llega y no hay agua suficiente para alimentarla como debe ser. Es lamentable y lastimoso", pensó el periodista Juancho Marcano, observando el árbol que da uno de los frutos más exquisitos y nutritivos del mundo.

El perro Pipo, que, como siempre, había recorrido el conuco para ver si había alguna novedad, regresó a donde estaba el periodista y lo observó triste, viendo al aguacatero, como el que está perdiendo un hijo muy querido y por eso manifestó: "Tranquilo Juancho que dentro de poco va a llover y esa planta se va a recuperar para alegría no solo tuya, sino mía, porque a mí también me encantan los aguacates. Pero una cosa, ¿aquí siempre ha habido estas sequías?"

- Si, Pipo, eso es de larga data, fíjate que se cuenta que el primer milagro que hizo la Virgen del Valle, fue por una gran sequía que hubo en la Isla por allá en 1608, era tanta esa falta de lluvia, que la sacaron del El Valle en procesión hasta la Asunción con plegarias y rezos que pedían lluvia, y entrando a la que es hoy capital del Estado, estando el cielo despejado, se tornó oscuro y apareció el aguacero y estuvo lloviendo ese día y la noche, y los campos florecieron y las cosechas fueron abundantes.

- Impresionante, amigo Juancho, pero viendo esa historia tan bonita, en estos pueblos agrícolas y secos que hay en Margarita, donde hay tantos santos y hacen tanta misa, no hacen una para pedirle al arquitecto del universo, que mande lluvia, para que a través de la madre tierra y los árboles, les dé el fruto y el alimento a los hombres.

- Que yo sepa, no, Pipo, pero es buena la idea, ojalá que alguien sea capaz de tomarla y plantearla y que los encargados de hacer las misas, tomen en cuenta de que la lluvia también merece una misa, pues de ella depende mucho la vida del hombre en estos pueblos donde la sequía se convierte en un demonio.

Como ya la hora estaba avanzada, perro y hombre decidieron regresar en silencio para su hogar.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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