Me cuento entre quienes creen que Hugo Chávez puede motivar a
los venezolanos para alcanzar niveles de solidaridad social y bienestar
colectivo hasta hace poco inimaginables. No obstante, también temo que se
pierdan las conquistas logradas y suframos un retroceso histórico que
condene a la izquierda a no levantar cabeza.
Ambas alternativas dependen de lo que desee hacer nuestro
líder bolivariano, revolucionario y socialista. O sea, no tanto de lo que
desee, puesto que los deseos no empreñan, sino de la manera cómo se proponga
lograr las metas.
Los historiadores del futuro explicarán cómo los primeros años
de su mandato estuvieron dedicados a la supervivencia del régimen, logrando
completar su período con una dosis de habilidad y, sobre todo, con mucha
suerte.
Con el impulso inicial de la victoria y el desmoronamiento del
bipartidismo generó la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente en
la que obtuvo más del 90% de los representantes electos. Con una mayoría
similar los adecos se habrían asegurado el control del país durante varios
decenios. Chávez, en cambio, creó la figura del referendo revocatorio para
ponerle coto a los gobernantes impopulares.
Después le tocó el deslave del Litoral Central, tragedia de
proporciones catastróficas. Desde el 2001 los sectores reaccionarios se
pusieron en campaña contra la primera ley habilitante. Desde entonces hasta
2004 en Venezuela se conspiró sin disimulos ni tapujos, hasta el referendo
revocatorio el 15/8/04, que reconfirma definitivamente su mandato.
Es a partir de 2005 cuando Chávez agarra la sartén por el
mango y empieza a invertir en programas sociales los cuantiosos ingresos de
Pdvsa y las recaudaciones extraordinarias obtenidas por el Seniat por
primera vez en la historia.
Nuestro Presidente tiene mucho de líder visionario, de creador
de ideologías pragmáticas y sistemas novedosos para gobernar, así como de
expositor con una facilidad inigualable para comunicarse con las masas. Sin
embargo también tiende a creer que todo es soplar y hacer botellas.
A veces me desconcierto cuando lo veo en televisión firmando
decretos que crean empresas agrícolas o industriales, cuya producción ha de
transformar nuestra economía al costo de miles de millones. Se da por
sentado que dichas empresas serán exitosas, aún cuando no tengan colocada ni
la primera tuerca.
Tampoco entiendo por qué insistir en una reforma
constitucional para la reelección indefinida. Si la proposición no fuese
aceptada, la gobernabilidad, que tanto trabajo ha costado consolidar,
desaparecería al instante, sin esperar el final del mandato.
Por desgracia soy de los que ven el vaso medio vacío: doy por
descontada la capacidad infinita de nuestros burócratas, amen de los
funcionarios corruptos e incompetentes, para derrochar fondos públicos.
Si el régimen revolucionario ha de sobrevivir será porque los
programas sociales comiencen a funcionar a corto plazo. El mismo pueblo que
ha confiado y apoyado a Chávez se tornará en juez severo si dichos proyectos
no dan la talla y no resuelven los problemas esenciales.
Por si fuera poco, los conspiradores están vivos, coleando y
apoyados por factores extranjeros, esperando el menor pretexto para intentar
un nuevo golpe.
augusther@cantv.net