La razón dialéctica se ha encargado permanentemente de mostrar que, tras la producción y el intercambio que el sistema capitalista genera, no caben ilusiones que valgan. Charles Dickens, contemporáneo de Marx, lo expresó muy claramente en su "Historia de dos ciudades": era la edad de la sabiduría, era la edad de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la luz, era la estación de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación… Esto llevó a Bernard Shaw a afirmar: la diferencia entre Marx y Dickens era que Marx sabía que era un revolucionario mientras que Dickens no tenía la menor idea de que esa era parte de su vocación…
Lo cierto es que, los liberales, para tapiar ese razonamiento dialéctico, inventaron la ideología. Ella no es, ni siquiera, un sueño sobre la posibilidad de una mejor vida, es el enmascaramiento de esa vida. Su mejor ejemplo: "el sueño americano". Lo grave fue que del lado opuesto también se construyó un escenario ideológico. Prometía, luego de grandes sacrificios y de mucha comprensión por las dificultades que había que soportar, "el paraíso socialista". Pasaron 72 años, luego de la muerte de Lenin, para que, a sus sucesores, en diversas partes del mundo, se les desplomara ese "paraíso de naipes".
Curiosamente ambos sueños fraudulentos han mantenido embelesados a buena parte de la humanidad. Me tienen sin cuidado los soñadores liberales -libertarios se llaman ahora-. El problema que se nos vino encima a los socialistas, al darnos cuenta del desastre que llamamos "dictadura del proletariado", fue que brincamos, siguiendo a los europeos, al eurocomunismo, una matriz maltrecha que parió a los actuales partidos socialista del mundo. En 1977 la llamaron "la nueva forma". Su tarea fue maquillar e inyectarle botox al sistema capitalista. Esa ha sido siempre la tarea de la socialdemocracia. Y ahora, la tenemos aquí.
El chavismo, que es la nueva expresión revolucionaria que Venezuela mostró al mundo al comenzar este siglo, no debe apartarse de la luz que Chávez puso en nuestras manos: la democracia directa. Esa luz no puede ser confundida con las ilusiones de una transformación y recuperación económica apoyada en eso que están llamando "socialismo productivo", que es sólo oscuridad. Para enfrentar esas ilusiones ideológicas -la redundancia es necesaria- se requiere levantar nuestra mano en gesto de "Alto". Lo sintetizo en cuatro:
1.- Alto a la economía mixta: Estado y Capital.
2.-Alto al emprendimiento que busca encunetar la esperanza de la producción comunal.
3.-Alto a los superhéroes salvadores, a los bonos de gracia y a laesperanza incumplida de la participación y el protagonismo. No somos unpueblo discapacitado.
4.-Alto al cuento de los millones de aclamaciones por la reelección. Es suicida.
Pero no basta con el "alto", los revolucionarios estamos obligados a dar una respuesta orgánica que obligue a un debate en serio, de verdad verdad.