¿Otro fin de la historia?

En 1991 la Unión Soviética se derrumbó política, económica y territorialmente. El año siguiente, un filósofo de origen japonés, nacido en USA y, por eso, total desconocedor de la dialéctica; publicó un libro afirmando con mucho éxito: "se acabó el comunismo, se ha impuesto la democracia liberal, ya no habrá contradicciones". Sólo pasaron ocho años para que la gesta de Chávez derrumbara este idílico cuento de la derecha.

Ahora, 34 años después, se desató, en USA, otro movimiento de la placa tectónica base de la economía privada y la democracia liberal. Esa placa del capitalismo, el mercado liberado de la intervención del Estado -un pleonasmo pues los dueños del mercado son también jefes del Estado- ha iniciado, obligado por la dialéctica, un movimiento opuesto al que ella, desde sus orígenes, ha tenido.

La razón dialéctica de la que hablo, está llevando al gobierno de Trump a actuar contrariando las teorías históricas del libre mercado y del Estado no interventor, lo hace porque ya entendió que el gobierno chino, al revés de lo que el socialismo histórico venía pregonado, ha desarrollado un sistema económico exitoso -apoyado en la ley del valor- para facilitarle, al sector empresarial, la expropiación de la plusvalía generada por el trabajo pero, en una atmósfera controlada, de planificación e inspección. Eso allí lo llaman "socialismo con características chinas". Una transferencia de significados que hace amable el tutelaje.

La concentración del dinero, de los medios de producción y de las materias primas, no es una novedad -Lenin lo había alertado en "El imperialismo, fase superior del Capitalismo" Esos grandes consorcios de "Occidente", manejados adecuadamente por el sionismo, pasaron, de tener representantes en diversos Estados, a controlarlos. Cosa que les facilitó a esas grandes corporaciones adecuarse, sin royos principistas, a esa metáfora china del socialismo que le puso chiquita la vaina económica a los gringos.

Lo lamentable es ver, ahora, como la guerra danza sobre las aspiraciones de muchas naciones -muy diferentes a sus gobernantes besaculos- de desarrollar una economía modesta, inteligente y propia. Chávez les dijo bien duro a los gringos: ¡Váyanse bien largo al carajo!



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José Manuel Rodríguez


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