Quienes se oponen al gobierno en Venezuela apelan cada vez con mayor frecuencia al método "kamikaze" que consiste en inmolarse con el fin de perjudicar al adversario. Lo curioso es que, en lugar de arremeter cargados de explosivos u otros artefactos de destrucción masiva, suelen deliberadamente hacer el ridículo, pretendiendo, de seguro, contagiar a los revolucionarios con su pendejez.
El caso de los obispos es emblemático.
La Conferencia Episcopal ya no encuentra qué causa abrazar para evidenciar su intransigencia contra Hugo Chávez. Si el presidente señala que Cristo es un ejemplo para los socialistas y los defensores de los pobres, la curia criolla se apresura a negar que a los ricos se les dificulte la entrada al cielo y alegan que lo del camello y el ojo de la aguja es una metáfora que no viene al caso.
Tras su homilía en Santa Teresa el cardenal Jorge Urosa Sabino justificó la evasión carcelaria del ex gobernador Eduardo Lapi alegando la lentitud que corroe a nuestro Poder Judicial. Al arzobispo y príncipe de la Iglesia le sobran razones para dicho aserto; quien esto escribe debió esperar más de cuatro años una sentencia del Tribunal Superior de Salvaguarda, que su hermano, el abogado y conjuez Urosa Sabino, firmó, quizás con un tris de sadismo, faltando un par de días para la prescripción de la causa. Como se sabe, de todo hay en la viña del Señor.
El antagonismo automático ha llegado a tal extremo que, por primera vez en la historia de esta tierra de gracia, los jerarcas del catolicismo condonan excesos en la ingesta de licores para refutar el llamado del ministro del Interior. La ley seca, anunciada, como es usual, de manera abrupta, repentina y sin mediar consultas previas, fue recibida como un agravio contra la libre empresa. Acto seguido la oposición se declaró en rebeldía y los más radicales juraron que beberían hasta perder el sentido, lo que resulta innecesario.
Un amigo me contó que en cierta urbanización margariteña vio una Hummer tripulada por sifrinos ebrios, quienes, a las seis de la mañana, clamaban a voz en cuello: "¡Ni un trago atrás, los curdos al poder!".
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