Ante la inmensidad de este cielo limpio y encrespado, nos detenemos a reflexionar sobre el bien y el mal. La bondad y la maldad. Y pensar sobre las buenas y malas intenciones de quienes ayer, y aún hoy, persisten en el propósito de irrespetar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y sacar del gobierno al Presidente Chávez.
Lo que construimos, con el esfuerzo y tesón de todos los venezolanos, con alegría e inteligencia creadora, otros, los otros, lo han destruido o lo intentan destruir en un instante.
Todo el esfuerzo de años de sacrificios y de trabajo colectivo de un pueblo que se empeña en construir una patria al servicio de las grandes mayorías, se pretende desvanecer de la noche a la mañana, cuando manos y mentes criminales planifican y ejecutan maquiavélicamente su acción criminal y su maldad encendida por los cuatro vientos del apocalipsis.
Razón tenía la gente del pueblo cuando se le preguntaba sobre las acciones de quienes apoyaron y dirigieron el frustrado golpe del 11 de abril, el irracional paro nacional, el saboteo y la suicida compostura de la llamada “gente del petróleo”, al calificarlos de malvados, rufianes y traidores a la patria.
Con mucho dolor, la gente humilde y sencilla se preguntaba: ¿Acaso para sacar a un inquilino hay que destruir la vivienda y poner en riesgo el futuro de nuestra familia? ¿Acaso para sacar al capitán tenemos que hundir el barco y poner en riesgo a toda la tripulación? Indudablemente que no. Sin embargo, con saña y premeditación, eso es lo que han tratado de hacer.
Y ahora, como si no hubieran roto un plato, pretenden esconder la mano después de haber lanzado, con villanía y crueldad, la piedra que ha destruido buena parte del aparato productivo del país.
Ahora se quieren hacer los locos y desde fuera del país anunciar que los responsables del desempleo, de la miseria de millones de venezolanos, de la quiebra de numerosas empresas, del alto costo de la vida, de la escasez de divisas, de la elevada tasa de inflación, de la caída del producto interno bruto, en fin, que todos y cada uno de los males del país, son responsabilidad del “régimen” autoritario y déspota, según ellos, del Presidente Chávez y su equipo de gobierno ¡Claro que somos corresponsables! Por acción u omisión, somos corresponsables. Ya lo hemos dicho públicamente. Ya hemos alertado pública y privadamente al Presidente Chávez y a miembros de su equipo sobre los errores que hemos cometido. Pifias que devienen de la improvisación, la descoordinación, las fallas en el método y el estilo de gobierno; en resumen, tachas que hablan de la baja capacidad para gobernar en un medio que muchas veces se hace ingobernable.
No importa cuánto nos tardemos en limpiar y reconstruir la casa, siempre aparecerá quienes estén dispuestos a ensuciarla, a destruirla y a hundirla. Con inquina, con rabia, con odio acumulado, con rencor irrefrenable, con maldad desaforada.
Hoy estamos viviendo en Venezuela las consecuencias, no sólo de 40 años de gobiernos mal llamados democráticos, sino, más recientemente, la criminal acción de quienes actuaron con maldad y lo siguen haciendo, en contra del sentimiento mayoritario del pueblo venezolano. Y no lo lograrán, porque la mentira y la maldad, nunca pasarán.