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¿Quién dijo que el imperialismo es una idea "trasnochada"?

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Si tan sólo revisamos superficialmente qué es el “Imperialismo”, encontramos en el diccionario de la Real Academia Española en su versión electrónica (www.rae.es), que la palabra significa “Actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política”. También significa “Sistema y doctrina de los imperialistas”. Y define “imperialista” como persona “que propugna el imperialismo”; Estado “que lo practica”; partidario “del régimen imperial en el Estado”.

En los últimos años, voceros de intereses “imperialistas” se habían acostumbrado a encubrir el Imperialismo al negarlo como realidad política, intentando descalificar a quien usase el término Imperialismo tachándolo de “trasnochado”. Sin embargo, hay evidencias de que esta idea no es producto de ningún trasnocho personal o “ideológico”, sino de una observación política equilibrada y responsable sobre el estado concreto de la correlación de fuerzas en el ámbito geopolítico.

La lectura crítica de la realidad producida por algunos autores (Carlos Gabetta, Philip S. Golub, André Corten, Martin Lozada, Edward W. Said y Walter Mignolo, entre otros) nos ha brindado información relevante acerca de cómo grupos y corporaciones defensores y promotores del sistema – mundo establecido, intentan su expansión geopolítica, geoeconómica y territorial, basándose en una especie de delirio triunfalista que propugna supuestas soluciones “inexorables”, “inevitables” e “irreversibles”, entre las que encontramos una nueva ideología imperialista.

Tales grupos, neo – conservadores, tradicionalistas y reaccionarios, se apoyan en ideólogos de la nueva derecha política, entre los que encontramos a Charles Krauthammer (miembro de The Washington Post), Max Boot (del diario Wall Street Journal), Sebastián Mallaby (Foreign Affairs), Stephen Peter Rosen y Joseph S. Nye Jr. (el primero, del Instituto de Estudios Estratégicos Olin; el segundo, rector de la Kennedy School of Government, ambos de la Univ. de Harvard), Robert Kaplan (aliado de George W. Bush), Paul Johnson y Paul Kennedy (historiadores), Dinesh D`Souza (de la Hoover Institution), Robert Kagan (de la Carnegie Endowment), Jesse Helms, Charles William Maynes, Zbigniew Brzezinski y Robert Cooper (consejero personal de Tony Blair). Estos ideólogos intentan “justificar” la tentación imperial –hegemónica y excluyente- de EEUU de un “gobierno mundial de guerra fría, sin guerra fría”, y de un "Estado globalizador" sustituto del viejo “Estado de seguridad nacional”, para lo cual su Departamento de Estado extendió a plenitud la presencia militar norteamericana a más de 50 países de todo el mundo. Así, en la política exterior se encuentran hechos como:

  • Endurecimiento de las relaciones bilaterales con China
  • Cuestionamiento del tratado de cohetes antibalísticos (ABM) de 1972 - que prohíbe las pruebas con sistemas de defensa antimisiles- con su decisión de desarrollar un sistema antimisiles (NMD)
  • El anuncio de la intención de militarizar el mundo, al desarrollar en forma vigorosa un multimillonario sistema de defensa antimisiles terrestre, marítimo, aéreo y espacial
  • El rechazo al protocolo de Kyoto sobre el medio ambiente
  • El sabotaje al trabajo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) destinado a controlar los paraísos fiscales, así como las propuestas de los países del Sur en la Cumbre Río +10
  • Claras manifestaciones de enfrentar al Organismo para el Arreglo de los Diferendos (OAD) de la Organización Mundial del Comercio (OMC) si son sancionados en el tribunal contencioso -que opone Washington a la Unión Europea sobre la fiscalidad offshore de las empresas estadounidenses-
  • La intervención bélica en Irak

Oposición a la creación del Tribunal Penal Internacional (TPI) y a la soberanía real de los países latinoamericanos y caribeños.

Según el periodista Philip S. Golub, en su artículo “La construcción de una ideología imperial” (Question #3, Sept. 2002), tales doctrinas recurren al pensamiento de los emperadores Cesar y Carlomagno, el rey Felipe II, de Charles Monroe, Theodore Roosevelt, Rudyard Kipling, Henry Cabot Lodge, Marse Henry Waterson, Harry Truman, etc. Esta pléyade de ideólogos y sus seguidores han desplegado éstas doctrinas, apoyándose en la difusión global de sus mensajes -previamente “seleccionados”- por la vía de los medios impresos, electrónicos, radioeléctricos, televisivos, cinematográficos, que en conjunto conforman la denominada “Industria de la Cultura” (Industria cultural), controlada y monopolizada por un grupo de grandes trasnacionales en coalición con algunos Estados (entre ellos, EEUU).

Entre los mensajes con los que intentan “convencernos de su supremacía”, están aquellos como que “EEUU está dotado de capacidades imperiales” (Maynes), “Desde que Roma destruyó Cartago, ninguna otra potencia alcanzó las cimas a las que nosotros llegamos” (Krauthammer), “Al igual que la victoria de Roma... la victoria de EEUU en la II Guerra Mundial transformó la nación en potencia universal” (Kaplan), “Desde Roma, nunca había existido nación que eclipsara tanto a las demás” (Nye), “Ni el imperio de Carlomagno (...) ni siquiera el imperio romano, pueden compararse... Nunca existió semejante disparidad de poder” (Kennedy); “Una entidad política que dispone de un poderío militar demoledor y utiliza ese poder para influir sobre el comportamiento de otros Estados, no puede sino denominarse imperio (...) Nuestro objetivo (...) conservar nuestra posición imperial y mantener el orden imperial” (Peter Rosen), “Dado que las opciones no imperialistas se mostraron ineficaces (...), la lógica del neoimperialismo es demasiado fuerte para que la administración Bush pueda resistirse a ella” y “(el objetivo de EEUU) debe ser mantener a nuestros vasallos en estado de dependencia, asegurar la docilidad y la protección de nuestros tributarios, y prevenir la unificación de los bárbaros” (Brzezinski).

En “Argumento a favor de un imperio estadounidense” (Weekly Standard, Washington, 15/10/01), Max Boot dice: “Afganistán y otros territorios en ebullición imploran actualmente (a Occidente) que imponga una administración extranjera idónea...”; y en “Loa al imperio estadounidense” (Christian Science Monitor, Boston, 26/4/02), D. D`Souza estima que los ciudadanos deben reconocer que el mismo (Estado) “se ha trasformado en un imperio”.

En el libro de Richard Cooper, bautizado con el nombre de “El nuevo Imperialismo Liberal” (The London Observer, Londres, 7/4/02), donde se revela la aplicación política de “dos escalas” de valores diferentes: “Entre nosotros debemos actuar según las leyes... En otras latitudes, ...debemos volver a los métodos más duros de la era precedente: la fuerza, el ataque preventivo, la astucia, en fin, todo lo necesario para ocuparse de quienes aún viven en la guerra de todos contra todos propia del siglo XIX (..) Entre nosotros respetaremos la ley. Pero cuando actuemos en la jungla debemos utilizar la ley de la jungla.. donde el caos es la norma (...) aún cuando los términos de imperio y de imperialismo se han vuelto oprobiosos en Europa, las oportunidades y hasta la necesidad de colonización son tan grandes como lo eran en el siglo XIX.. (lo que se necesita hoy en día) es una nueva forma de imperialismo... cuyo objetivo sea... aportar orden y organización”. Philip Golub indica que Cooper posiblemente se inspiró en el historiador inglés de derecha Paul Johnson, quien dijo en 1993 que “ciertos Estados son incapaces de gobernarse a sí mismos (...) El mundo civilizado tiene como misión ir a gobernar esas zonas desesperadas... Hoy en día, EEUU y sus aliados (...) deberán no sólo ocupar sino también administrar Estados terroristas (...) los países que no pueden vivir en paz (..) no pueden aspirar a ser totalmente independientes” (The New York Times, 9/10/01).

Si hemos hecho un repaso de los trabajos de Philip Golub y de lo reseñado por él en cuanto a cómo se expresa la nueva derecha mundial -y especialmente la estadounidense-, no es para hacer de ninguna manera una apología del imperialismo sino todo lo contrario, ya que es humanamente necesario no plantear equívocamente la discusión del tema en términos de “trasnochos”, sino replantearlo según la auténtica y comprometida construcción colectiva de la paz mundial, que pasa por comprender las causas reales y profundas de los conflictos, para responsabilizarse nacionalmente e internacionalmente por la coexistencia planetaria.

Esto hace imperativo fortalecer la autodeterminación de los pueblos y naciones, la soberanía de cada pueblo y del Estado que se hayan dado históricamente -como forma autónoma e independiente de gobierno-, los cuales a su vez entran en interrelación con los demás pueblos y Estados, conformando un sistema internacional e interestatal de paz internacional que respete la integridad territorial de cada pueblo y su dinámica interna, sin violar los pactos internacionales que protegen los derechos fundamentales de cada ser humano. Sin embargo, es constatable que estos valores irrenunciables son puestos en entredicho por el Imperialismo de nuevo cuño, en un discurso empleado explícitamente por grupos que anhelan un dominio global y `que monopolizan recursos para lograrlo a cualquier costo, lo cual convierte al “Imperialismo”, no en una noción “irrealista” producto de una confusión conceptual, sino en algo peor: en un claro programa político que élites poderosas intentan realmente implementar, incluso descalificando toda posición social alternativa y antiimperialista que la denuncie y la contraponga.

Fuentes: Publicación mensual “Question”, Año I, · 3, Septiembre 2002, Caracas, Venezuela;
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