Halcones en política exterior
En materia de seguridad y política exterior, el presidente electo estadounidense Donald Trump, ya tiene definido el gabinete designado para diseñar y ejecutar la política que orientará la acción de su gobierno en esa área vital, de interés estratégico para los EEUU.
Aparecen allí connotados políticos ultraderechistas como Marco Rubio, Secretario de Estado, Mike Waltz, Consejero de Seguridad Nacional, Pete Hegseth, Secretario de Defensa, Jhon Ratcliffe, Director de la CIA. Todos considerados Halcones, es decir, partidarios de la más extrema mano dura a la hora de la aplicación de políticas intervencionistas hacia los países que hacen resistencia a estar sometidos a la influencia estadounidense.
Fuerza antes que diálogo
Significación particular para América Latina y el Caribe tiene el nombramiento de Marco Rubio, de origen cubano, nacido en Florida, quien, en el Senado yanqui, durante 8 años, sostuvo la posición más pugnaz en contra de Cuba, Nicaragua y Venezuela, promoviendo sanciones y hasta intervenciones militares, precisamente, por ser los países que más decidida resistencia le hacen a la pretensión imperialista estadounidense en la región.
Premonición de cuál será la política que Marco Rubio pretenderá imponer en su gestión como canciller es la expresión que utilizara apenas horas antes de que se anunciara su nombramiento "lograremos la paz a través de la fuerza", aludiendo a los distintos conflictos en los que
obviamente tiene sus manos metidas EEUU en el mundo. Para este "cowboy a lo Jhon Wayne", (icónico actor hollywoodense, conservador a ultranza, partidario de usar la bomba atómica en Vietnam), el signo de la política imperialista debe ser la fuerza antes que el diálogo, y ese ha de ser el sello que caracterice, tal vez, a su diligencia como Secretario de Estado.
Desideratum
Especialmente, en el caso de Venezuela, desde la Comisión de Relaciones Exteriores fue el más contumaz partidario y promotor de la aplicación de leoninas medidas coercitivas en contra de la sociedad y de la economía nacional. Y todo parece indicar que tal vez ahora en su nuevo cargo venga por sus fueros pretendiendo arrasar a como dé lugar con la revolución bolivariana y con ello satisfacer las ambiciones de la más recalcitrante derecha venezolana y continental.
El tal vez subrayado responde a un condicionante que no debe pasarse por alto en la presente coyuntura estadounidense que es la condición del nuevamente presidente electo Donald Trump, que antes que político es empresario de esos de los más pragmáticos y que, como tal, está sujeto a los intereses de la fracción empresarial con la cual está identificado, intereses que muchas veces se sobreponen a los ímpetus belicistas de los políticos tradicionales. Es lo que algunos analistas catalogan como realpolitik, que, en este caso, no sería otra cosa que las necesidades energéticas que ineludiblemente tiene que atender el hegemonista coloso del norte, dada la precariedad de las reservas petrolíferas que le quedan en su propio territorio, apenas para ocho cortos años. Y que en nuestro país, reposa el más grande volumen de reservas de petróleo del globo terráqueo, es decir, petróleo o energía para más de un siglo largo. He allí el desiderátum a resolver.
Claro está, no hay que perder de vista, con todo y la urgencia energética de USA, el precedente de la gestión de Trump durante su primer período (2017-2021) que no pudo ser más nefasto para Venezuela, si bien, no accedió a la intervención militar directa como postulaban sus más conspicuos colaboradores (Pompeo, Pence, Bolton), si propulsó la mayor cantidad de atropellos y villanías cometidas contra nuestro pueblo en toda la historia republicana (aplicación de "sanciones" imperiales, intentos de magnicidio, golpes de estado, montaje del adefesio de un presidente interino, boicot económico y financiero, bloqueo internacional, robo de activos, saboteo a servicios públicos, manipulación mediática, etc., etc.), cercarnos por el hambre y promover una guerra civil entre los venezolanos. Todo un prontuario que dibuja muy bien al personaje que retoma la conducción del país eje del imperialismo mundial que, si bien en evidente franco declive, aún mantiene un inmenso poder como para poner al mundo frente a una catástrofe total.
Enero crucial
El mes de enero próximo es crucial (el 10 asume Nicolás Maduro la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela (2025-2031) y el 20 toma posesión Donald Trump como presidente de los Estados Unidos (2025-2029), para despejar la incógnita de la ecuación planteada de fuerza o diálogo o una simbiosis de estos factores, en el sentido de aflojar en algunos aspectos sancionatorios de carácter energético y financiero y apretar aún más en el ámbito de lo político. Amanecerá y veremos. En todos los casos hay que confiar en la sabiduría y habilidad de la dirección político-militar de la revolución bolivariana para sortear las peligrosas eventualidades que indiscutiblemente han de presentarse, como hasta ahora lo han venido haciendo, salvaguardando en todas las circunstancias la dignidad y soberanía nacional y la defensa de la Patria, sin ceder un ápice en las pretensiones injerencistas del imperialismo yanqui.
Extraviada y confusa
Mientras este escenario se despeja cabría preguntarse cuál sería la posición que asumiría tanto la izquierda extraviada como la academia confusa ante el derrotero que tomen las relaciones entre el imperio estadounidense y la nación venezolana. No por el peso que ambos sectores puedan tener en el desarrollo de los acontecimientos, sino para dejar constancia ante la historia la inconsecuencia que han mantenido, hasta ahora, en defensa de los intereses nacionales.
La inconsistencia e incomprensión que han demostrado para discernir y determinar, en la presente coyuntura, quién es el enemigo principal de la nación y del pueblo venezolano, resulta incomprensible en un grupo de activistas y luchadores políticos que en el pasado mantuvieron posiciones de compromiso militante con la lucha revolucionaria, por la liberación nacional y por el socialismo y que ahora, en momentos decisivos como los que estamos viviendo como pueblo y como país, tiren por la borda esa trayectoria para venir a coincidir con los declarados enemigos históricos del pueblo venezolano.
Es el colmo que, por ejemplo, interpreten que la posición de confrontación abierta y beligerante del gobierno bolivariano, al cual definen como neoliberal y dictatorial, a las pretensiones intervencionistas de los gobiernos estadounidenses, sea definida por la izquierda extraviada como un antiimperialismo light, más ligera no podría ser tal caracterización proveniente de gente como Oscar Figuera, el Negro Uzcátegui, el Gordo Barreto, Manuel Isidro Molina, María Alejandra Díaz, etc. que desdice por completo del pasado de lucha que traen consigo. A qué los conduce tal postura?.
En sus análisis alientan la tesis que en enero próximo el pueblo, el bravo pueblo, se volcará a las calles para protestar y derribar a "la dictadura que oprime a los venezolanos y venezolanas", coincidiendo plenamente con las aspiraciones de la derecha extremista. Más extraviados no pueden estar. Por esa vía podrán levantar, como creen, realmente, una alternativa de lucha y esperanza para el pueblo venezolano?
Ciertamente, estos extraviados, en algo tienen razón, en enero el pueblo estará, como siempre, en las calles en respaldo al gobierno constitucional de Nicolás Maduro, rechazando las pretensiones imperialistas y de la derecha extremista y en defensa de la revolución bolivariana que, con sus fallas y limitaciones, constituye la expresión concreta de construcción de una sociedad superior, garantista de los anhelos de cambios de nuestro pueblo, el pueblo chavista.
Imperialismo incierto
En cuanto a la academia confusa, la confusión que la desorienta es tal que la lleva a cuestionar la existencia del imperialismo, por ello le inquiere al gobierno bolivariano su lucha contra lo que denomina un imperialismo incierto(1), es decir, que no existe, y que, por tanto, si bien se han dado ciertas medidas sancionatorias del gobierno estadounidense, la causa real de las dificultades que atraviesa el país, es consecuencia directa de los errores de las políticas económicas y de conducción del errático gobierno de Nicolás Maduro, que ha tendido a desligarse del proyecto chavista original. Planteo este que amerita ser considerado, con detenimiento, en otro espacio.
A fin de cuentas, tanto extraviados como confusos tienden a pasar por alto el propósito, por demás, manifiesto del imperialismo de derrocar al chavismo, utilizando diversos medios a su alcance, testimoniados en hechos, documentos, intervenciones públicas de connotados voceros imperiales, que no esconden la ambición del hegemón del norte de ponerle sus garras a los ingentes recursos naturales que subyacen bajo el suelo patrio. Y que es esa la causa fundamental de las grandes dificultades que ha padecido nuestro pueblo en estos últimos años. Y que, en contraste, es también el motivo que fortalece el espíritu de resistencia antiimperialista presente en el pueblo venezolano, desde su génesis histórica, puesto a prueba desde los tiempos de Guaicaipuro, repotenciado cuando la gesta libertaria de Bolívar y sus tropas heroicas y ahora, más que conscientemente, refortalecido en nuestro tiempo, el período conducido por la guía estratégica de Hugo Chávez, el de la redención definitiva del bravo pueblo venezolano. Lástima que extraviados y confusos en su desvarío no lo entiendan, allá ellos. Venceremos.
Nota: (1) Malfred Gerig, Sociólogo, UCV, del Centro de Estudios para la Democracia Socialista, Caracas. Venezuela, entrevista en Revista Jacobin, noviembre 2024.
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