En camino de dejar la presidencia, Joe Biden pareciera que le está dejando a Trump, en materia de política internacional, en ciertas áreas, por demás, sensibles, un trazado manifiesta e intencionadamente distinto a los planteamientos formulados por el nuevo inquilino que tendrá la Casa Blanca a partir del 20 de enero próximo.
Ante la guerra de Ucrania
Es el caso de la guerra de Ucrania, generada por la OTAN, en contra de Rusia. Como es público y notorio, en la campaña electoral, Trump anunció que de ser elegido presidente de los EEUU, en un día acabaría con esa guerra, para ello contaba, manifestó, con las buenas relaciones que mantenía con los presidentes de Ucrania y Rusia, Volodomir Zelenski y Vladimir Putin.
Pero resulta que en contravención con ese propósito, el presidente saliente, que en menos de dos meses debe desalojar la oficina presidencial estadounidense, acepta la petición de Zelenski de autorizarlo para usar misiles balísticos de largo alcance con los que puede atacar territorio reconocido como ruso, es decir, embestir contra ciudades e instalaciones estratégicas en el interior de Rusia.
Autorización que el ilegítimo presidente ucraniano, pues su período se venció en marzo pasado, inmediatamente activó apresurándose a atacar la provincia interiorana rusa de Briansk, el 19 de noviembre, lanzando seis (6) misiles Atacms que fueron derribados por la defensa rusa mucho antes que llegaran a su destino y el 21, dos (2) misiles de crucero Storm Shadow, estos últimos de fabricación franco-inglesa, pues, Reino Unido y Francia, vasallos como son de EEUU, también autorizaron su uso por parte de los ucranianos.
Naturalmente que esta decisión del saliente gobierno estadounidense provocó una inmediata respuesta por parte del gobierno eslavo, diversos voceros oficiales rusos, comenzando por el propio presidente Putin, la catalogaron como descabellada e irresponsable porque, evidentemente, eleva la confrontación a un nivel más amplio y conllevó a que Rusia modificara el protocolo establecido para una eventual guerra nuclear.
Los rusos enseñaron el tramojo
En efecto, Putin, en alocución a la nación rusa, el pasado jueves 21de noviembre, coincidiendo con los 1.000 días de guerra en Ucrania, planteó los cambios aprobados en la doctrina nuclear de su país, resaltando que " un ataque por parte de un Estado sin armas nucleares pero con el apoyo de uno que si cuenta con ellas sería considerado como un ataque conjunto contra Rusia" e igualmente " cualquier agresión contra Rusia por parte de un estado miembro de una alianza será interpretado como un ataque de esa alianza en su conjunto" - evidentemente, esta provisión está pensada en función de la OTAN-, bajo esas nuevas circunstancias "el Kremlin consideraría el uso de su arsenal atómico".
A manera de efecto demostración, Rusia, en respuesta, el viernes 22, lanzó un novedoso misil balístico de alcance medio en un equipo hipersónico no nuclear, denominado Oréshnik "contra un objetivo ucraniano en la ciudad de Dnepropetrovsk", que alcanza objetivos a una velocidad Mach 10, es decir, de 2,5 a 3 km por segundo, imposible de interceptar por los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses emplazados en Europa, y que atinó plenamente en su objetivo ( a manera de ilustración los Atacms alcanzan una velocidad de 1000 kilómetros por hora o lo que es lo mismo 16,6 kilómetros por minuto, el artefacto ruso está facultado para desarrollar 150 kilómetros por cada minuto, como diríamos en buen venezolano, a ese misil "no se le ve el pelero"). Los rusos enseñaron el tramojo.
Tercera Guerra?
No hay que ser un analista muy acucioso para asumir que el gobierno al garete de Biden le está dejando una situación extremadamente peligrosa y delicada, una verdadera "papa caliente en las manos" a la nueva administración de Donald Trump, como que si lo que se pretendiera fuera que se desencadenara una guerra abierta de la OTAN contra Rusia, que bien podría significar el inicio de la Tercera Guerra Mundial, que, de hecho, para el ex-comandante en jefe del ejercito ucraniano y actual embajador de su país en Londres, general Valeri Zaluzhny, esta ya ha comenzado en Ucrania.
Derrota de los globalistas
Algunos enfoques, entre ellos el del analista internacionalista Alfredo Jalife-Rahme interpretan que la élite imperialista estadounidense, su fracción globalista, (entre otros, el plutócrata George Soros, el grupo integrado por los Obama, los Clinton, Nancy Pelosi e incluso connotados republicanos como los Bush, Bolton y Dick Cheney que se habían parcializados por Kamala Harris), en concreto, sectores proclives a desencadenar la guerra con Rusia y promotores de la doctrina del Unilateralismo expuesta, en su oportunidad, por Zbigniew Brzezinski, salió derrotada en las pasadas elecciones del 5 de noviembre.
Corresponderá una decisión sopesada
Bien, habrá que esperar que posición asuma Donald Trump que ya ha procedido a nombrar su gabinete, conformado en su mayoría por pugnaces republicanos, con marcada trayectoria pro-guerrerista aún cuando en su discurso triunfal en la noche del 5 de noviembre, recogiendo el sentir antiguerra de la población estadounidense que le dio un holgado triunfo con más de 5 millones de votos de diferencia sobre su contrincante, manifestó "voy a detener las guerras". abría que decir como sentenció Jesús el de Nazaret "por sus actos los conoceréis"
De manera que a Trump, que no es santo de la devoción de quienes optamos por un mundo de paz y de hermandad entre los pueblos, le corresponderá tomar la decisión sopesada en base a los disímiles intereses en juego, por un lado, los de los globalistas- guerreristas, incluido el Estado Profundo estadounidense cuya influencia se superpone sobre las instituciones, la correlación de fuerzas a nivel internacional, los de los intereses de la fracción de la élite imperial que él representa(la fracción americanista-nacionalista de esa élite) y, también, naturalmente, está presente el factor de su díscola, insumisa e impredecible personalidad. Así que el 20 de enero de 2025, amanecerá y veremos.
Venezuela otro caso sensible
Otro caso sensible en el que se observa la mano malévola de la menguante administración Biden es el referente a la relación con Venezuela, es decir, con el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro. Perdida las elecciones del 5 de diciembre y al cabo de casi cuatro meses de realizadas las elecciones presidenciales venezolanas, el marcadamente equívoco canciller Antony Blinken se pronunció por reconocer al decrepito candidato Edmundo Gónzalez Urrutia como ganador de las elecciones del 28 de julio, lo cual lleva implícito asumirlo como presidente electo de Venezuela.
Ley "Bolívar"
Además, por si fuera poco, la Cámara de Representantes del Congreso USA acaba de aprobar una Ley, cuyo Proyecto tenía tres años en el congelador, presentado por el congresista Mike Waltz en enero de 2021, ahora recién designado por Trump como su Consejero de Seguridad Nacional, en la que se establece "poner fin a los contratos gubernamentales con empresas que trabajan con el gobierno venezolano". Dicha Ley, desde el punto de vista venezolano, de evidente naturaleza ilegal y extraterritorial, lleva por nombre Ley de Prohibición de Operaciones y Arrendamientos, rebautizada como Ley Bolívar, tamaña desfachatez solo es comparable con la ridiculez y soberbia inherentes a la clase dominante estadounidense, que siempre observó en el Libertador Simón Bolívar un acérrimo adversario a sus pretensiones injerencistas y expansionistas manifiestas desde los primeros tiempos republicanos, siendo la razón por la cual el insigne Bolívar es considerado por los pueblos latinoamericanos y caribeños como el Precursor del Antiimperialismo en América.
Nada nuevo para el país
No se puede desconocer el impacto que sobre la economía venezolana pueda tener tal instrumento legal yanqui, pues al endurecer las sanciones estas se hacen extensivas a empresas privadas que teniendo operaciones comerciales en territorio estadounidense mantengan negocios con entes públicos del Estado venezolano. Pero, al fin y al cabo, ya esta situación no es nada nuevo para nuestro país, sobre el cual pesan 948 medidas coercitivas unilaterales, aplicadas en su gran mayoría, precisamente, durante la primera gestión gubernamental de Donald Trump.
Está claro que esto es un indicio de por dónde viene el gobierno TrumpII, sólo que en esta coyuntura están presentes nuevas situaciones que hacen distinto el escenario en que se aplicaron las primeras sanciones aún vigentes, ante las cuales nuestro pueblo y el gobierno bolivariano lograron encontrar alternativas que permitieron sobreponerse a los efectos terribles y criminales de los primeros años de sanciones. Por un lado, se impuso la capacidad de resistencia de la sociedad venezolana y, por otro lado, la economía y el aparato productivo nacional están dando muestras cada vez más firmes y fehacientes de recuperación y crecimiento, lo cual se traduce en un mejoramiento progresivo de las condiciones de vida del pueblo, del ingreso y del funcionamiento de los servicios públicos, todo ello sin menoscabo de los principios bolivarianos que son el sostén épico y moral de la revolución bolivariana.
Sopesar por estos lares
Por otra parte, la geopolítica mundial viene a su vez generando cambios que indican, a pesar del poder que aún conserva, un declive progresivo del imperialismo estadounidense, siendo una de sus debilidades estructurales el déficit de sus disponibilidades estratégicas en materia de energía, condición prioritaria para mantener el elevado nivel de consumo y de derroche que le es intrínseco a su deshumanizado modelo civilizatorio.
En contrapartida, por bondades de la Providencia, como diría Bolívar, en el territorio venezolano yacen las más amplias reservas de recursos energéticos además de ingentes cantidades de diversos minerales estratégicos. De manera que al pelirrojo señor Trump le corresponderá, también, por estos lares, sopesar si viene por las malas que es lo que preanuncian miembros de su gabinete y aspiran los desaforados apátridas de la ultraderecha venezolana (Machado, López, Borges, Ledezma, Guanipas, etc.), promoviendo gobierno paralelo, tipo Guaidó II, conspiraciones, intento de magnicidio, robo de activos nacionales en el exterior y todas aquellas prácticas ya utilizadas y derrotadas o viene por las buenas para establecer un marco de relaciones respetuosas con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro Moros. Los hechos y el tiempo hablarán por sí solos.
Y los extraviados, qué?
Y a todas estas, cuál será la conducta política asumida por la izquierda extraviada venezolana, seguirán en su desvarío de pregonar que el próximo 10 de enero saldrá el pueblo venezolano a manifestar el supuesto rechazo de los trabajadores y trabajadoras al dictador Maduro, como todavía sostienen algunos de sus voceros. En algo tienen razón, porque no todo puede ser desacierto de parte de los extraviados, efectivamente, el bravo pueblo patriota se volcará masivamente a las calles, pero, para darle el más amplio respaldo a Nicolás Maduro Moros, en el acto de asunción del 10 de enero, ante la Asamblea Nacional, como presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.