Un alcalde se supone que es la máxima autoridad del municipio; ejerce el poder local, pero, orientado hacia la solución de los problemas del pueblo que lo eligió o no. Se supone que cuando los zulianos votaron por los alcaldes que al final eligieron, que hoy están implicados en negocios bien turbios, creyeron que tenían a los mejores alcaldes del mundo; posiblemente pensaron que sus problemas iban a ser resueltos por la militancia de sus alcaldes al partido de gobierno; mientras que los afectos a los alcaldes de la oposición, imagino que también pensaron que su problemas iban a resolverse fácilmente.
Las cosas no fueron así. El pueblo los llevó al poder, pero ¿Para qué? puede ser la pregunta a hacerse. La pregunta tiene una respuesta, 31 mil kilos de alcaloides por los cuales trabajaron, pero el pueblo que votó por ellos parece haber sido adormecido en su espíritu; menos mal que apareció el salvador tuntún policial, y los alcaldes alcaloides ya descubiertos fueron puestos tras las rejas y como pronto habrá elecciones, la duda del votante debe ser mayor después del trauma de tener a los alcaldes alcaloides, ¿Se atreverán a votar sin conocer los antecedentes políticos de cualquier aspirante? ¿Bastará solo los requisitos del artículo 174 de la Constitución Nacional para ser alcalde?, o después de lo que ha pasado, ¿no sería importante modificar este articulo y considerar otras cualidades que puedan demostrar los aspirantes?
En fin, los alcaldes demostraron que eran buenos para los alcaloides, no así para atender a su pueblo. Sus alianzas estratégicas, nadie sabe desde cuando eran, y sobre todo trabajaron en unión y se cree que fue la única vez que gobierno y oposición se pusieron de acuerdo para trabajar por su propio bienestar. En realidad, los próximos alcaldes a elegir en el Zulia tienen que parecerse a la gente del pueblo y no que sea la gente la que corra el riesgo de parecerse a sus alcaldes. Ya no se puede seguir eligiendo alcal(oi)des, ni corruptos, ni zánganos. ¡Basta ya!